Jr 23,5-8
Mirad que vienen días –oráculo de Yahvé—en que suscitaré a David un Germen justo: reinará un rey prudente, practicará el derecho y la justicia en la tierra. En sus días estará a salvo Judá, e Israel vivirá en seguro; y éste es el nombre con que le llamarán: “Yahvé, justicia nuestra”.
Por tanto, mirad que vienen días –oráculo de Yahvé—en que no se dirá más: “¡Por vida de Yahvé, que subió a los israelitas de Egipto!”, sino: “¡Por vida de Yahvé, que subió y trajo la simiente de la Casa de Israel de tierras del norte y de todas las tierras a donde los arrojara!”, y habitarán en su propio suelo.
En esta promesa se basan algunos judíos para justificar su derecho sobre el Estado de Israel. Hay unos que incluso dicen que el hecho de que hoy en día exista un Estado de Israel, y que de todas partes del mundo vengan los judíos a instalarse aquí, es ya un suceso mesiánico. Lamentablemente, con estas ideas fácilmente se olvida la espera y el reconocimiento de un Mesías en persona.
Pero son demasiado claras las palabras del profeta indicando la llegada de un Rey, de modo que no se puede negar que esta visión profética se refiere a la venida del Mesías.
Lastimosamente la mayoría de judíos todavía no son capaces de reconocer a este Rey, al mismo tiempo que la promesa va llegando a su cumplimiento. Desde hace algunas décadas han podido instalarse en Israel, aunque deben considerarse las muchas y difíciles implicaciones políticas, que requieren de una reflexión particular y aún no están resueltas. Hace algunos años, un judío me dijo que la búsqueda de una solución en la difícil situación política sería como una “prueba de madurez” para los israelitas. ¡Pero él no estaba seguro si podrían superarla!
Podemos asumir que en el regreso de los judíos a la Tierra de Israel se evidencia una actuación divina. Aunque nuestros “hermanos mayores” -los judíos- aún no puedan reconocerlo como tal, esto es una gracia de su Mesías. ¡Se trata de un suceso de gran importancia para todo el Medio Oriente! ¡Y por eso es tan importante que oremos diariamente pidiendo al Espíritu Santo la iluminación de Israel! Especialmente los peregrinos que llegan a Tierra Santa están llamados a dar un testimonio convincente de su fe cristiana, y, después de su experiencia en Israel, han de tener presente que con nuestras oraciones podemos devolver algo a éste nuestro hogar espiritual.
¡Pero no es sólo eso! Recordemos aquellas impactantes palabras de San Pablo: “Pues si su caída es riqueza del mundo, y su fracaso riqueza de los gentiles, ¡cuánto más lo será su plenitud!” (Rom 11,12). Cuando el pueblo judío se convierta y reconozca al Mesías, llegará una enorme gracia para toda la Iglesia, según lo que dice San Pablo. Desde este punto de vista, es aún más importante que nuestra oración por Israel tenga un lugar privilegiado entre nuestras intenciones, por las gracias que su conversión traería a la humanidad, además de hacerlo por caridad con ellos, lo cual debe ser siempre la primera motivación.
Pero hay también otro aspecto que debe ser tomado en cuenta, que será el fundamento espiritual para la paz en toda esta región. Sin quitarle méritos a un diálogo productivo, hay que saber que el problema a resolver es más profundo. Tanto los judíos como los musulmanes desconocen aquella dimensión del amor al enemigo, e ignoran el profundo deseo de Dios de perdonar y la gracia que Él nos ofrece en su Hijo. En lugar de ello, a menudo sigue vigente la ley del talión: “ojo por ojo; diente por diente”. ¡Y ni siquiera esta restricción de la venganza es siempre respetada!
Sin embargo, para lograr una verdadera reconciliación, es necesaria la gracia del perdón, pues en ambos lados han sucedido muchas injusticias. Si tanto los judíos como los musulmanes experimentasen la gracia de una auténtica conversión a Cristo, la reconciliación sería posible.
¡Ese Rey que aparece profetizado en el texto de hoy ya está aquí! ¡Él actúa en lo escondido! El retorno de los hijos de Israel desde todas las naciones hace parte del cumplimiento de la profecía, y, por otra parte, prepara el camino para que puedan reconocer a su Rey en Cristo Jesús.
Finalmente, esta corta historia puede servirnos como motivación. Hace un tiempo murió un Rabí renombrado entre los judíos. Después de su muerte se encontró una nota donde algunos descifraron un nombre: “Yeshua (Jesús)” -seguido por la afirmación: “es el Mesías”.
También los testimonios de otros judíos, que llegaron a encontrar a Dios de las formas más extraordinarias, o, mejor dicho, se dejaron hallar por Él, nos dan esperanza de que el pueblo escogido reconozca al Señor antes de su Retorno.
“Derramaré sobre la casa de David y sobre los habitantes de Jerusalén un espíritu de gracia y de oración; y mirarán hacia mí. En cuanto a aquél a quien traspasaron, harán lamentación por él como lamentación por hijo único, y le llorarán amargamente como se llora amargamente a un primogénito.” (Zac 12,10)
Harpa Dei acompaña musicalmente las meditaciones que a diario ofrece el Hno. Elías, su director espiritual. Éstas se basan normalmente en las lecturas bíblicas de cada día; o bien tratan algún otro tema de espiritualidad.
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