Don Bosco y la confianza

Fil 4,4-9 (Lectura correspondiente a la memoria de San Juan Bosco)

Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito, estad alegres. Y que todos conozcan vuestra clemencia. El Señor está cerca. No os inquietéis por cosa alguna; antes bien, en toda ocasión, presentad a Dios vuestras peticiones, mediante la oración y la súplica, acompañadas de la acción de gracias.

Y la paz de Dios, que supera toda inteligencia, custodiará vuestros corazones y vuestras mentes en Cristo Jesús. Por lo demás, hermanos, todo cuanto hay de verdadero, de noble, de justo, de puro, de amable y de honorable; todo cuanto sea virtud o valor, tenedlo en aprecio. Poned por obra todo cuanto habéis aprendido y recibido y oído y visto en mí, y el Dios de la paz estará con vosotros.

San Juan Bosco, el santo sacerdote y fundador que la Iglesia conmemora en este día, dedicó su vida de forma especial a la juventud abandonada de Turín. Trataba de ayudarles a través de una educación positiva y preventiva, basada en la fe. Don Bosco era un hombre que confiaba mucho en la Providencia Divina, y así puso en práctica en su vida las palabras de la lectura de hoy: “No os inquietéis por cosa alguna; antes bien, en toda ocasión, presentad a Dios vuestras peticiones, mediante la oración y la súplica, acompañadas de la acción de gracias.”

Este versículo del texto de hoy nos trae a la memoria aquel pasaje del evangelio, cuando Jesús dice a sus discípulos:

“No estéis preocupados por vuestra vida: qué vais a comer; o por vuestro cuerpo: con qué os vais a vestir. Porque la vida vale más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido. Contemplad los lirios, cómo crecen; no se fatigan ni hilan, y yo os digo que ni Salomón en toda su gloria pudo vestirse como uno de ellos. Y si a la hierba del campo, que hoy es y mañana se echa al horno, Dios la viste así, ¡cuánto más a vosotros, hombres de poca fe!” (Lc 12,22-23.27-28).

A mí, en lo personal, me han acompañado estas palabras del Señor desde el momento de mi conversión, y puedo dar testimonio de que son verdaderas y que realmente se cumplen cuando te abandonas del todo en el Señor. ¡Nuestro Padre sabe lo que necesitamos!

Esta palabra es clave para toda nuestra vida y nos da una gran seguridad, cimentada en la confianza en Dios. Pero no es éste el punto determinante; sino que aún más esencial es el hecho de que Dios quiere cuidar de nosotros de esta forma.  Para Él es una alegría ocuparse de sus hijos, y poder mostrarnos así su amor, asegurándonos que está junto a nosotros a lo largo de todo el camino. ¡Esto es lo que Él quiere! Jesús vino al mundo para darnos a conocer al Padre, para mostrarnos como es Él en verdad: un Padre lleno de amor.

No debemos confundir la despreocupación y la confianza con el descuido o un simple optimismo humano. ¡La despreocupación a la que nos referimos va siempre de la mano con la preocupación por el Reino de Dios! Podríamos decirlo en estos términos: Nosotros nos ocupamos de las cosas de Dios, y Él se encarga de darnos todo lo que necesitamos para nuestra vida y nuestro ministerio. Algo similar nos transmiten las palabras que pronunció la Virgen en la aparición en Banneux (Bélgica), que ha sido aprobada por la Iglesia: “Creed en mí, Yo creeré en vosotros”.

El Señor quiere introducirnos en una íntima comunión con Él, en la que podemos contar firmemente con sus cuidados y con su amor. De esta comunión brota aquella alegría de la que habla el texto de hoy. La alegría en Dios y por causa de Dios, al poder vivir en su amor y constante compañía, se convierte en una fuente inagotable, que nos inunda a nosotros mismos y puede llegar también a otros por medio nuestro. San Juan Bosco lo expresó en esta frase: “Lo mejor que podemos hacer en este mundo es hacer el bien, estar alegres y dejar que canten los gorriones.”

Así, pues, se nos invita a poner en práctica nuestra fe en el amor concreto, cooperando de este modo en la expansión del Reino de Dios. ¡Cada día nos presenta oportunidades para hacerlo! De esta forma, podremos crecer en la confianza y adquirir esta actitud de despreocupación.

Pero también debemos percibir cuando nos invaden las sombras de las preocupaciones innecesarias, cuando estamos demasiado ansiosos por tenerlo todo en nuestras manos y no estamos atentos a los planes que el Señor tiene con nosotros y a los caminos que Él nos abre. Las preocupaciones innecesarias nos hacen vivir en una tensión interior. Nos roban la sencillez y la agilidad de la fe, que nacen de la verdadera alegría.

“Confiadle todas vuestras preocupaciones, pues él cuida de vosotros” (1 Pe 5,7). ¡Pongamos en práctica estas palabras! ¡Dios lo está esperando!

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