Aspectos sobre el amor de Dios (Meditaciones sobre el Mensaje del Padre – Parte 22)

En los días que vienen, hasta el 7 de agosto, retomaremos las meditaciones sobre el Mensaje de Dios Padre, cuya primera parte nos había acompañado a lo largo del Tiempo de Cuaresma. El 7 de agosto mismo es el día en que nosotros, así como algunos otros fieles, celebramos la Fiesta en honor al Padre de todos los hombres, conforme al pedido que Él mismo expresó en este Mensaje.

En este tiempo de preparación, entonces, meditaremos la segunda parte del Mensaje de Dios Padre. En ese sentido, convendría obtener el Mensaje completo (https://fatherspeaks.net/pdf/el_padre_le_habla_espanol_v-2006-12.pdf), y releer las meditaciones anteriores sobre la primera parte del mensaje (se encuentran en la página es.elijamission.net, entre el 8 de marzo y el 4 de abril del presente año).

Como breve recordatorio e información: En el año 1932, la Madre Eugenia Ravasio recibió mensajes de Dios Padre en lengua latina. La Iglesia examinó cuidadosamente esta revelación privada y finalmente la aprobó. Nos movemos, entonces, en “terreno seguro”, por así decir.

Ahora bien, ¿por qué estas meditaciones?

Desde mi punto de vista, se trata de algo esencial. El primer mandamiento que nos fue dado es el de amar a Dios con todo el corazón, con toda la mente y con todas las fuerzas (cf. Mc 12,28-30). ¡Éste es el punto de partida para todo lo demás! Incluso el alto mandamiento de amar al prójimo resulta de este primer mandamiento.

En la Iglesia nos gusta hablar del amor al prójimo, y fácilmente aparece la tentación de considerarlo como el mandamiento más importante. ¡Pero no lo es! Antes de eso está el amor divino, en dos sentidos. Por un lado, el amor de Dios a nosotros y, como respuesta, nuestro amor a Él. Esto es lo decisivo: el amor de Nuestro Padre, que Nuestro Señor Jesucristo nos anunció.

Para conocer mejor este amor de Dios y responder a él más plenamente, escribo estas meditaciones, con la firme certeza de que esto le agrada a nuestro Padre Celestial.

Escuchemos, entonces, las palabras del Padre al inicio de la segunda parte del Mensaje:

“Yo soy el océano de la misericordia, hijos míos, y aquí tenéis otra prueba del amor paternal que tengo por todos vosotros, sin excepción alguna, cualquiera que sea vuestra edad, vuestro estado social, vuestro país… No excluyo ni siquiera las sociedades diversas, las sectas, los fieles, los infieles, los creyentes, los indiferentes… Mi amor abarca a todas las criaturas racionales, cuyo conjunto constituye la humanidad. (…) Os he hecho conocer la fuente que mana de mi pecho para apagar vuestra sed, y ahora, para que sintáis cuán bueno soy con todos vosotros, estoy mostrándoos el océano de mi amor que todo lo abarca, para que vosotros os lancéis en él con ojos cerrados. ¿Por qué? Para que las almas, que se han vuelto gotas amargas a causa del vicio y los pecados, sean lavadas en este baño de misericordia. Saldrán mejores, felices por haber aprendido a ser buenas y llenas de misericordia. Si vosotros mismos, por ignorancia o por debilidad, recaéis en el estado de una gota amarga, yo sigo siendo un océano de amor, dispuesto a recibir esta gota amarga, para transformarla en misericordia y en bondad, y para hacer de vosotros santos, como lo soy Yo, vuestro Padre.”

El amor de nuestro Padre abarca a todos los hombres, pues por amor a todos los ha creado, redimido y quiere santificarlos. Nadie está excluido, siempre y cuando no le dé la espalda a Dios y se cierre a este amor. Al comprender y recordar esta magnitud del amor divino, y tratando de ponerla en práctica en la medida de nuestras posibilidades, nuestro corazón se abre a una nueva dimensión. No hay que creer que se trata de un amor emocional; sino de dar el mismo “sí” que Dios da a cada persona. Esto no significa, de ninguna manera, aprobar los actos malos que comete o pasar por alto la confusión en que puede encontrarse. Tampoco quiere decir que dé lo mismo si uno es creyente o hace parte de alguna secta, porque, al fin y al cabo, Dios ama a todos por igual. Se trata, más bien, del modo de amar de Dios; un amor que no reposa hasta que la persona se haya abierto a este amor. En ese sentido, Dios busca al pecador más de lo que tiene que buscar a aquel que ya vive en una relación íntima con Él y ha emprendido el camino recto. Sí, el amor divino nos sobrepasa, y no podríamos alcanzarlo por nuestros propios medios. Por eso, que nadie se desespere si nota que en su vida aún no ha alcanzado este amor; sino pídalo con humildad.

Dios Padre mismo le reveló a Sor Eugenia qué es lo que significan los símbolos de la fuente y del océano: “La fuente es el símbolo de mi conocimiento, y el océano representa mi misericordia y vuestra confianza.”

Entonces, la fuente es el conocimiento de Dios, que se profundiza cada vez más. De ahí brota el agua viva del cual habla Jesús (cf. Jn 7,37-38). Conocer a Dios significa conocer más y más Su infinito amor. Si esto sucede, uno puede lanzarse con ojos cerrados a este amor, sin miedo alguno, sin tener que protegerse, sin rastro de desconfianza hacia Dios, sin seguirse moviendo en las supuestas seguridades terrenales o intelectuales… ¡Simplemente regalarle a Dios nuestro corazón, siendo así que el Suyo está abierto de par en par para nosotros!

Este conocimiento más profundo de Dios se convierte en el océano del amor de Dios, pues nos encontramos con Su misericordia, la cual acrecienta enormemente nuestra confianza en Él. Sí, estamos invitados a una confianza sin reservas, de modo que una y otra vez seamos levantados y fortalecidos por la misericordia de Dios. Es cierto que debemos conocer nuestros pecados, faltas y debilidades, pero no hemos de quedarnos en ellos; sino sumergirlos  confiadamente en el “océano de la misericordia”. En nuestra Santa Iglesia, esto sucede a través del sacramento de la penitencia. Pero también fuera de la confesión se nos invita a hacer frecuentemente tales actos de confianza. Así, nuestra alma se purifica y fortalece, y crece la confianza en Dios.


Harpa Dei acompaña musicalmente las meditaciones que a diario ofrece el Hno. Elías, su director espiritual. Éstas se basan normalmente en las lecturas bíblicas de cada día; o bien tratan algún otro tema de espiritualidad.
http://es.elijamission.net

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