Rom 1,18-25
En efecto, la ira de Dios se revela desde el cielo sobre toda impiedad e injusticia de los hombres que tienen aprisionada la verdad en la injusticia. Porque lo que se puede conocer de Dios es manifiesto en ellos, ya que Dios se lo ha mostrado. Pues desde la creación del mundo las perfecciones invisibles de Dios -su eterno poder y su divinidad- se han hecho visibles a la inteligencia a través de las cosas creadas. De modo que son inexcusables, porque habiendo conocido a Dios no le glorificaron como Dios ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos y se oscureció su insensato corazón: presumiendo de sabios se hicieron necios y llegaron a transferir la gloria del Dios incorruptible a imágenes que representan al hombre corruptible, y a aves, a cuadrúpedos y a reptiles.
Por eso Dios los abandonó a los malos deseos de sus corazones, a la impureza con que deshonran entre ellos sus propios cuerpos: cambiaron la verdad de Dios por la mentira y dieron culto y adoraron a la criatura en lugar del Creador, que es bendito por los siglos. Amén.
San Pablo nos introduce en su reflexión teológica respecto al mundo pagano. La confusión y desolación entre los gentiles no se produjeron sin culpa. Dios había revelado lo suficiente a los hombres como para que pudieran reconocer con el entendimiento su presencia invisible en las obras de la Creación. Estaban llamados a reconocer a Dios, darle gracias y glorificarle. Pero aquellos que no respondieron a esta invitación dirigida a su entendimiento no sacaron las conclusiones correctas. Por tanto, se volvieron irracionales: “Se envanecieron en sus razonamientos y se oscureció su insensato corazón.”
Esto muestra que todos los hombres tienen que rendir cuentas de su vida ante Dios, incluso aquellos que no conocen la revelación de Dios al pueblo de Israel ni la venida del Redentor. Dios los juzgará con justicia en la medida de su conocimiento y de su adhesión a la verdad.
En el caso descrito por San Pablo, no reconocer a Dios a través de la razón tuvo graves consecuencias. En lugar de conocerle y glorificarle, los hombres cayeron en la idolatría y adoraron a la criatura en vez del Creador. Así, sucumbieron al engaño, pues detrás de los diversos ídolos podían esconderse los demonios y ejercer su influencia sobre ellos, atrapándolos en la confusión y la ignorancia. La confusión religiosa se extendió también al ámbito moral, como describe claramente San Pablo en los versículos siguientes:
“Por lo tanto, Dios los entregó a pasiones deshonrosas, pues sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es contrario a la naturaleza, y del mismo modo los varones, dejando el uso natural de la mujer, se abrasaron en deseos de unos por otros, cometiendo torpezas varones con varones y recibiendo en sí mismos el pago merecido por sus extravíos” (Rom 1,26-27).
En este pasaje, la Sagrada Escritura habla claramente de la homosexualidad practicada. Según San Pablo, es la consecuencia de un pensamiento confuso y del alejamiento del orden de la creación. Hoy en día, en muchos países occidentales se pretende considerar la homosexualidad como un comportamiento sexual natural y aceptable, y a veces incluso se la fomenta. En algunos casos, este punto de vista se ha introducido aun en la Iglesia.
Sin embargo, es incompatible con las palabras que hoy escuchamos de San Pablo, así como con otros pasajes de las Sagradas Escrituras y con la auténtica doctrina de la Iglesia. Este ejemplo muestra claramente lo peligroso que es que las corrientes modernistas y anticristianas penetren en la Iglesia con sus errores y se expandan como levadura envenenada. En lugar de ayudar a las personas con estas tendencias a ajustar su vida a los mandamientos de Dios con la ayuda de la gracia, se las deja solas, a merced de sus inclinaciones. Si ya no se está convencido de que la homosexualidad practicada es una forma de vida desordenada y pecaminosa, tampoco se orará por las personas que se encuentran en estas condiciones.
San Pablo sigue describiendo las consecuencias de que las personas vivan entregadas a sus inclinaciones sin conocer a Dios:
“Como demostraron no tener un verdadero conocimiento de Dios, Dios los entregó a un perverso sentir que les lleva a realizar acciones indignas, colmados de toda iniquidad, malicia, avaricia, maldad; llenos de envidia, homicidio, riñas, engaño, malignidad; chismosos, calumniadores, enemigos de Dios, insolentes, soberbios, fanfarrones, inventores de maldades, rebeldes con sus padres, insensatos, desleales, desamorados, despiadados. Ellos, aunque conocieron el juicio de Dios -que quienes hacen estas cosas merecen la muerte-, no sólo las hacen, sino que defienden a quienes las hacen” (Rom 1,28-32).
Aquí se enumera un «catálogo de vicios» que se originan cuando el ser humano no se vuelve a Dios, ni se convierte sinceramente, ordenando su vida según sus mandamientos. En el siguiente capítulo, Pablo continuará con este inventario del mundo pecaminoso.
Quizá hoy en día ya no nos guste oír tales listas, pues se refieren a una vida alejada de Dios. Es comprensible. Sin embargo, nuestra fe no solo implica alabar la misericordia de Dios —aunque sin duda esto es lo primero—, sino también señalar las consecuencias del pecado. Solo así tomaremos conciencia de la magnitud del amor y de la misericordia de Dios, que no rehuyó hacerse hombre para rescatarnos de nuestro extravío y de nuestra impiedad.
Meditación sobre la lectura del día: https://es.elijamission.net/los-sufrimientos-del-apostol-2/
Meditación sobre el evangelio del día: https://es.elijamission.net/una-leccion-para-la-vida-espiritual-2/