Testimonio de un judío que encontró a Cristo (Parte II)

En la meditación de ayer, Roy nos había contado sobre la experiencia decisiva de su vida, cuando, en un momento de profunda angustia y sin hallar el sentido de la existencia, Dios le concedió una gracia sobrenatural. Fue la luz de Dios la que lo iluminó, dándole certeza sobre las cuestiones esenciales de la fe. Recordemos que, en esa luz, Roy reconoció al Dios amantísimo, que, en Su bondad, lo había acompañado a lo largo de toda su vida; entendió el valor o la carencia de valor que tiene cada acción; supo con certeza que existe la vida eterna…

Pero aún no conocía el nombre de ese Dios que se le había revelado, y el Señor tampoco se lo dio a conocer en ese momento, porque lo tenía previsto de otra forma… A partir de aquella experiencia, Roy le pediría cada noche que le mostrase el camino a seguir. Escuchábamos también el rechazo que mostraba ante el cristianismo, ciertamente también influenciado por su pasado judío. ¡Pero el Señor sabe cómo guiar a los Suyos! Queremos ahora escuchar cómo siguió su historia…

Un año después de esta primera experiencia -sé que fue exactamente un año después, porque recuerdo haber rezado una oración de agradecimiento al cumplirse el aniversario de esta experiencia-, me acosté a dormir.

 Mientras dormía, sentí que una mano sobre mi hombro me despertó. Fui llevado a una habitación, donde me dejaron a solas con la joven más hermosa que hubiera podido imaginar. Hoy sé que mi cuerpo todavía estaba dormido en la cama, pero en ese momento me sentía totalmente despierto, y mi memoria me lo recuerda como si hubiera estado realmente despierto.

 Cuando me encontré en su presencia, supe, sin que me lo dijeran, que era la Santísima Virgen María. Lo único que quería era caer de rodillas y honrarla de alguna manera. Estar en su presencia; sentir la pureza y la intensidad del amor que de Ella emanaba, me llevó a un estado de éxtasis que jamás había experimentado.

 Por más hermoso que era mirarla, era más hermoso aún escuchar el sonido de su voz. Es muy difícil de describir, pero su voz estaba compuesta por aquello que hace música a la música, aun si Ella no estaba cantando. La voz fluía a través de mí, transmitiéndome este amor y elevándome a tal estado de éxtasis.

 El primer pensamiento que se me vino a la mente, al querer honrarla de alguna manera, fue: “Oh Dios mío, si al menos pudiese recitar un Ave María”.  ¡Pero no me lo sabía!

 Lo primero que me dijo fue que se ofrecía a responder cualquier pregunta que yo quisiera hacerle. Entonces quise pedirle que me enseñara el Ave María, pero fui demasiado orgulloso como para admitir que no me lo sabía.

 Así que le pregunté cuál era su oración preferida en su honor.

Su primera respuesta fue que le gustaban todas las oraciones dirigidas a Ella. Pero yo fui un poco insistente y le dije que debía haber una que le agradase particularmente. Entonces Ella se rindió y pronunció una oración; pero era en portugués y yo no hablaba ese idioma. Así que sólo intenté recordar fonéticamente las primeras palabras de la oración que Ella había dicho. Y, a la mañana siguiente, cuando me desperté, las escribí según lo que había memorizado. Posteriormente, cuando conocí a una mujer católica portuguesa, le pedí que recitara todas las oraciones marianas en portugués, para poder identificar la que Ella había escogido.  Haciendo todo el esfuerzo, identifiqué la oración como la siguiente: «Oh María, concebida sin pecado, ruega por nosotros que recurrimos a Vos».

 Entonces le dirigí cuatro o cinco preguntas más; la mayoría de las cuales brotaban del mismo deseo de honrarla. Voy a mencionar una o dos de estas preguntas.

 En un momento dado, extasiado de nuevo ante su presencia, simplemente tartamudeé: «¿Cómo es posible que seas tan excelsa, tan magnífica, tan gloriosa? » Me miró casi con lástima, movió suavemente la cabeza y me dijo: «Oh no, tú no entiendes nada: yo no soy nada, yo soy una criatura, yo soy una cosa creada; ¡Él lo es todo!»

 Y una vez más, nuevamente movido por el deseo de honrarla, le pregunté cuál era el título que prefería para sí misma. Su respuesta fue: «Yo soy la Hija amada del Padre, la Madre del Hijo y la Esposa del Espíritu Santo».

 Después de haberle hecho todas mis preguntas -a las cuales Ella respondió gentilmente-, me dijo que tenía algo que decirme. Así, me habló por un tiempo más, tal vez unos 15 minutos.

 Esta parte de la experiencia está velada para mí, y no recuerdo literalmente su discurso, a diferencia de la respuesta que Ella había dado a mis preguntas, las cuales están grabadas en mí palabra por palabra.

 Luego la audiencia terminó y me volví a dormir.

 Cuando me desperté a la mañana siguiente, estaba perdidamente enamorado de la Virgen María. Ahora sabía que el Dios que se me había manifestado en mi primera había sido Cristo, y ya no deseaba otra cosa que llegar a ser tan buen cristiano como me fuera posible.

Yo no conocía la diferencia entre protestantes y católicos; ni siquiera había abierto jamás en mi vida el Nuevo Testamento. Había permanecido en la mayor ignorancia posible respecto al cristianismo. Así que, en ese momento, lo único que pude hacer fue abrir una guía telefónica local y ubicar una iglesia a la que pudiera acudir. Pero resultó ser una iglesia protestante.

En cuanto conocí un poco al pastor, le pregunté acerca de la bienaventurada Virgen María. Cuando me respondió sin el debido respeto que yo sabía que Ella merecía, supe que ése no era el lugar para mí. 

Así que, sin alargar demasiado la historia, encontré mi camino hacia la Iglesia Católica, porque sabía quién era la Santísima Virgen María.

Esa es mi historia.

A todos nos habrá conmovido la historia de la conversión de Roy Schoeman, de haber sido ateo a ser un apóstol de nuestros tiempos, que quiere llevar a las personas a la fe en Cristo. Especialmente lleva en el corazón a los judíos, como ya habíamos mencionado al principio.

Hay muchos aspectos de esta historia que merecen ser profundizados… Así que mañana reflexionaremos un poco acerca de lo que hemos escuchado.


Harpa Dei acompaña musicalmente las meditaciones que a diario ofrece el Hno. Elías, su director espiritual. Éstas se basan normalmente en las lecturas bíblicas de cada día; o bien tratan algún otro tema de espiritualidad.
http://es.elijamission.net

Supportscreen tag