Novena en honor a Dios Padre – Día 5: “La generosidad de nuestro Padre”

La generosidad hace parte del ser de Dios. Con gran alegría, Él nos comparte sus inconmensurables riquezas. No solamente nos da vida; sino que quiere dárnosla en abundancia (cf. Jn 10,10). En la eternidad nos espera un gozo y una dicha sin igual, que no tendrá fin. Ya no habrá necesidad, ni habrá tribulación, ni habrá llanto (cf. Ap 21,4)… ¡Dios mismo será nuestra recompensa! Para nuestra vida terrena, nos envía su Espíritu, que clama en nosotros “Abbá, Padre”(cf. Gal 4,6) e “intercede por nosotros con gemidos inenarrables”(Rom 8,26). ¡Y este Espíritu nos es concedido en abundancia!

De forma particular, podemos reconocer la generosidad de Dios en su disposición para perdonar las culpas. Recordemos cómo Jesús perdonó al ladrón arrepentido desde la cruz, con estas palabras: “Hoy mismo estarás conmigo en el paraíso”(Lc 23,43). Si invocamos su Nombre una sola vez con todo el corazón, Dios nos salvará. ¡Así es nuestro Padre!

Siempre está atento a cualquier oportunidad para donársenos, y además nos da la posibilidad de que también nosotros pongamos en práctica esta generosidad: “Os aseguro que cuanto hicisteis por uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis” (Mt 25,40). Dios jamás olvidará ninguna cosa buena que hayamos hecho; en cambio, olvida y perdona gustosamente nuestra culpa, si nosotros nos arrepentimos y le pedimos perdón.

Jesús nos dice en el evangelio que “a todo el que tiene se le dará”(Mt 25,29). Podemos interpretar adecuadamente este versículo si lo referimos al amor. El que ama recibirá cada vez más amor, pues la razón de la generosidad del Padre es el amor. Dios quiere donar y donarse, pues esto corresponde a la esencia del verdadero amor.

“Dando es como se recibe”,exclamaba San Francisco de Asís; y el Señor aseguró que “el que pierda su vida, la ganará”(Mt 10,39). También estas frases han de ser comprendidas desde la perspectiva del amor: a quien se entregue a sí mismo, respondiendo con generosidad a la invitación de Dios, se le abrirá y ensanchará su corazón, de manera que puede acoger cada vez más el amor divino. El que entrega su vida a Dios y a los hombres, podrá pregustar ya en esta vida la dicha de la vida eterna.

También en nuestra vida espiritual nos esperan innumerables gracias, en cuanto correspondamos generosamente a la invitación de Dios a seguirlo.

Dios nos permite penetrar en los misterios de su Ser: “Ya no os llamo siervos sino amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer”(Jn 15,15). Si damos los pasos que el Señor nos invita a dar, entonces recibiremos grandes alegrías ya en esta vida.

Nuestro Padre nos invita a corresponder a su generosidad con nuestra generosidad, entregándonos a Él por completo, siguiendo los impulsos del Espíritu y tratando de descubrir y cumplir los deseos de su corazón. Podemos darle a nuestro Padre las riendas de nuestra vida y abandonarnos del todo en Él. Entonces nos contagiará de su generosidad y ésta se hará parte de nuestro ser, de modo que seamos generosos para con Dios y para con los hombres.


Harpa Dei acompaña musicalmente las meditaciones que a diario ofrece el Hno. Elías, su director espiritual. Éstas se basan normalmente en las lecturas bíblicas de cada día; o bien tratan algún otro tema de espiritualidad.
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