La infancia espiritual

Mt 18,1-5 (Lectura correspondiente a la memoria de Santa Teresita del Niño Jesús)

En cierta ocasión, los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron: “¿Quién es el mayor en el Reino de los Cielos?”  Él llamó a un niño, lo puso en medio de ellos tres y dijo: “En verdad os digo: si no os convertís y os hacéis como los niños, no entraréis en el Reino de los Cielos. Pues todo el que se humille como este niño, ése es el mayor en el Reino de los Cielos; y el que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe.”

En Santa Teresita del Niño Jesús, nos encontramos con una de las santas más encantadoras de estos últimos siglos. El evangelio de hoy, escogido para su memoria, corresponde al camino espiritual de esta santa. En la Navidad del año 1886, siendo Teresita aún muy niña –apenas trece años de edad–, vivió una fuerte conversión, y a partir de ese momento no quiso otra cosa que amar al Señor y a los hombres. Este deseo se convirtió en su vocación, llevándola al Carmelo a una edad muy temprana. 

Como buena francesa, su gran ejemplo a seguir era Santa Juana de Arco, que había entregado su vida por Dios y por Francia. A diferencia de esta santa suya tan amada, la vida de Teresita transcurrió en lo escondido del claustro. ¡Pero su entrega a Dios tuvo la misma incondicionalidad que la de su gran modelo! Teresita quería amar a Jesús más de lo que Él jamás había sido amado, y amar a los hombres como Jesús los ama. ¡Era éste el fuego que ardía en ella! Vivió su entrega al Señor a través del “camino de la infancia espiritual”; un camino en lo escondido, que pasó desapercibido para casi todas en el monasterio, y que, no obstante, fue un fuerte camino de santidad. 

En la frase que escucharemos a continuación, Santa Teresita nos da una idea sobre este “caminito espiritual”:

“¡Oh amado Jesús! (…) No tengo otro modo de probarte mi amor que arrojando flores; es decir, no desperdiciando ningún pequeño sacrificio, ninguna mirada, ninguna palabra; aprovechando las más pequeñas cosas y haciéndolas por amor…”

Entonces, Santa Teresita no desaprovechó ninguna oportunidad para crecer en el amor, y así nos dejó señalado un camino que muchas personas pueden recorrer. Se trata de la transformación del día a día en un “pequeño camino”, que se convierte en un “gran camino”. Lo que ella vivió en el silencio del Carmelo, puede vivirse en las circunstancias más diversas de la vida: desde personas que gozan de un buen estado de salud hasta personas enfermas; desde amas de casa y madres o padres de familia hasta profesores…

Es la aceptación consciente de la situación de vida en la que Dios nos ha puesto, convirtiéndola en una escuela constante del amor. Ciertamente la vida de esta carmelita nos enseña que un camino tal sólo será posible a través de la oración y la recepción de los sacramentos. Además, Teresita estaba consciente de que sólo en la gracia de Dios fue capaz de recorrerlo. 

Ella nos enseña que el camino para alcanzar una gran santidad no necesariamente requiere de gracias extraordinarias y visibles, ni del martirio físico. El afrontar día a día con amor las tareas encomendadas, con la mirada puesta en Jesús y en el prójimo, se convierte en una constante formación interior. Por supuesto que en el Carmelo hay otras maneras particulares de vivir el sacrificio, y hay cosas en este camino especial de seguimiento de Cristo que permanecen ocultas para nosotros. ¡Pero la esencia del “caminito espiritual” es accesible para todos!

Santa Teresita, con toda su entrega al Señor, fue nombrada por la Iglesia como “patrona de las misiones”. Con su amor, ella quiso conquistar el corazón de Dios, y conducir al mundo entero a Él. La vida oculta de esta santa, junto a la de tantos otros, se convierte en la fuerza interior de aquellos que tienen la misión de anunciar el evangelio. Almas como Santa Teresita son aquellas que, al igual que Moisés, tienen sus brazos en alto para implorar por el Pueblo (cf. Ex 17,11-13). ¡Que el Espíritu Santo oponga resistencia a cualquier intento de debilitar este fuego de amor en el corazón de la Iglesia, que es la vida contemplativa! En los tiempos de la Revolución Francesa se pretendió destruirla y lo mismo sucedió en otros tiempos… También la Iglesia de hoy está necesitada de estas vocaciones escondidas: personas que se retiran por completo del mundo y se dedican a la oración. ¡Nadie debería “meter mano” ahí, pretendiendo adaptar este modo de vida a los tiempos actuales, y disminuyendo así su esencia!

El 17 de mayo de 1925, Teresita del Niño Jesús fue canonizada por el Papa Pío XI. En 1927 fue nombrada patrona de las misiones, junto a San Francisco Javier. Y en 1997 el Papa Juan Pablo II la proclamó doctora de la Iglesia.