Fidelidad a la Tradición

1Cor 15,1-11

Hermanos, quiero traeros a la memoria el Evangelio que os prediqué, que habéis recibido y en el que permanecéis firmes; y el que os salvará, si lo guardáis tal como os lo prediqué. Si no, ¡habríais creído en vano! En primer lugar os transmití lo que a mi vez recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; que se apareció a Cefas y luego a los Doce; que después se apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los que todavía la mayor parte viven, aunque otros ya murieron. Luego se apareció a Santiago; más tarde, a todos los apóstoles. Y en último término se me apareció también a mí, que soy como un aborto. 

En realidad, soy el último de los apóstoles, indigno incluso de tal nombre, pues llegué a perseguir a la iglesia de Dios. Mas, por la gracia de Dios, soy lo que soy; y la gracia de Dios no ha sido estéril en mi caso. Antes bien, he trabajado más que todos ellos; aunque no he sido yo, sino la gracia de Dios, que me acompaña. Pues bien, tanto ellos como yo predicamos esto; y esto es lo que habéis creído. 

¿Cuáles son los caminos a través de los cuales hemos recibido el Evangelio y hallado la fe?

Probablemente muchos fueron educados en la fe desde su infancia, y habrán recibido el evangelio con cierta naturalidad. Si a partir de ahí se desarrolla una verdadera vida de fe, entonces esta fe irá creciendo y madurando con la ayuda de los sacramentos y poniéndola en práctica todos los días y dando pasos hacia una conversión cada vez más profunda. Vale aclarar que esto sólo sucede cuando la fe ocupa el primer lugar en la vida de la persona, y si a partir de ella se configuran todos los otros aspectos de su vida.

Tal vez haya otras personas que, dejándose impresionar por otros ofrecimientos, abandonaron o dejaron de cultivar el camino de fe en el que habían sido educados. Así, otras cosas pasaron a primer plano, o el pecado impidió que se despliegue en ellas la vida de la gracia… Sin embargo, en un momento dado, por gracia de Dios, experimentan un despertar de la fe, se convierten, resurge en ellas la identidad y el amor que habían perdido… Es un retorno a casa, a todo lo que un día les había resultado tan familiar, pero que ahora vuelve a ser nuevo para ellas.

Otros crecen sin fe, y en un determinado momento la encuentran y experimentan la gracia de una primera conversión, de manera que desbordan de gratitud.

Entonces, ¿qué es lo que sucede en todos los que creen y qué es lo que quiere decir San Pablo al advertir de que se puede “creer en vano”?

En el evangelio, el Señor nos dice que nadie puede venir a Él si no lo atrae el Padre (Jn 6,44). Esta gracia actúa en nuestro espíritu; es una luz de conocimiento, que no se adquiere gracias a los esfuerzos de la razón, sino que se nos transmite gratuitamente. Esta experiencia puede abarcar también a los sentimientos, de modo que una conversión puede traer consigo una gran conmoción emocional, con fuertes sentimientos.

Las disposiciones para recibir esta luz son diversas, y muchas veces no podemos comprender en absoluto por qué una determinada persona vive una conversión; y la otra, no. ¡Es que los caminos de Dios son misteriosos para la comprensión humana! Por eso, no tiene mucho sentido que tratemos de entenderlos… Pero, eso sí, debemos orar por la conversión de los hombres, y profundizar en nuestra propia conversión.

Podemos quedarnos con tres puntos de la lectura de hoy:

En primer lugar, el texto nos exhorta a ser fieles a la Tradición de la fe. ¡Las palabras del Evangelio no cambian! Ciertamente podemos adentrarnos más profundamente en las verdades de la fe, pero es una sola fe, la misma que nos fue transmitida por la Tradición. San Pablo habla de guardar el Evangelio tal como él lo predicó.

Un segundo aspecto de la lectura es que nosotros asentimos con nuestro entendimiento y con nuestra razón a esa fe que se nos concede como regalo del Espíritu Santo. La fe es una luz sobrenatural, y por tanto supera a la razón; pero no es irracional sino coherente. Por eso podemos abrazar la fe con nuestras potencias naturales.

Finalmente, el tercer punto es que siempre deberíamos tener presentes los contenidos centrales de nuestra fe, sobre todo en la evangelización: “que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; que se apareció a Cefas y luego a los Doce; que después se apareció a más de quinientos hermanos a la vez…”

En resumen, quedémonos con lo siguiente de la lectura de hoy: Nosotros, que por gracia de Dios podemos vivir en la fe que hemos recibido de diversas maneras, hemos de aferrarnos a esta fe que nos ha sido transmitida. Debemos dar nuestro asentimiento con las potencias del entendimiento e interiorizar las verdades centrales de la fe, así como también comunicárselas a otras personas. Si lo hacemos, nuestra vida dará fruto.

Descargar PDF

Supportscreen tag