ADVIENTO EN TIEMPOS APOCALÍPTICOS (III): Las sombras de la crisis del Covid

NOTA: Durante estos días abordamos en las meditaciones diarias una serie titulada “Adviento en tiempos apocalípticos”. Si alguien prefiere escuchar una meditación sobre la lectura o el evangelio del día, puede encontrarla en el siguiente enlace: http://es.elijamission.net/la-mision-de-elias/

En la meditación de ayer contemplamos varias clases de tinieblas que se ciernen sobre la vida de las naciones.

Recientemente, en el año 2020, sobrevino al mundo una sombra de una magnitud extraordinaria, un acontecimiento que hasta el día de hoy no se ha superado ni se han medido todas sus consecuencias. Esta sombra se relaciona con el brote del coronavirus, que fue calificado por la OMS como una “pandemia”; es decir que fue considerado como una amenaza para la humanidad entera.

Para la mayoría de personas, fue una situación que irrumpió fuerte e inesperadamente en sus vidas. Muchos gobiernos reaccionaron con medidas de prevención que, en gran parte, eran como una copia de las medidas tomadas en China, donde se produjo el brote del virus, extendiéndose desde allí a los otros países del mundo.

El 24 de enero de 2020, nuestra colaboradora china me escribió el siguiente mensaje:

“Querido Hno. Elías, mañana es el Año Nuevo chino, y muchas zonas del país están en riesgo de ser infectadas por el nuevo virus. La mayoría de las iglesias están acatando la orden del gobierno de no celebrar Santas Misas públicas.”

Poco tiempo después, los gobiernos de casi todos los países del mundo respondieron a esta potencial amenaza con una serie de medidas que resultan cada vez más cuestionables, una vez recuperada la calma tras el shock inicial ante la aparición de este virus. Empezó con los así llamados confinamientos, que restringieron drásticamente la libertad de movimiento de los ciudadanos, acarreando graves consecuencias para las personas, tanto a nivel psicológico como económico. Se prohibieron los contactos sociales normales y el rostro de las personas fue desfigurado por el uso obligatorio de mascarillas. Incluso los niños tenían que adaptarse a este escenario tan extraño.

Algunas voces empezaron a alzarse, poniendo en duda estas drásticas medidas y señalando las consecuencias negativas que traerían consigo. Pero no se les prestó oído. Las iglesias acataron sin crítica las órdenes gubernamentales, de modo que nos encontramos con templos cerrados y una Plaza de San Pedro alarmantemente desolada en Roma. Todos estos escenarios parecían irreales. Pero la sombra de esta crisis siguió extendiéndose y empezó a sofocar la vida normal.

Rápidamente se puso en marcha la producción de una vacuna y, al considerar a este virus como una pandemia, incluso se acortó significativamente la fase de prueba prescrita. Algunos atentos observadores mencionaron que los ensayos que se había hecho anteriormente en animales con estas vacunas de ARNm habían sido tan negativos que no se las había podido sacar al mercado. Pero ahora todos estos criterios ya no contaban. En vistas de una amenazante pandemia, todo parecía ser permitido. Las autoridades sanitarias, los políticos, los medios de comunicación, los líderes religiosos y los más diversos grupos sociales anunciaron al unísono que la vacunación mundial sería la única salida de la crisis.

¿Una vacunación mundial a la que tendrían que someterse todas las personas? A más tardar a estas alturas tendrían que surgir los cuestionamientos…

Empezó entonces la campaña de vacunación con un carácter casi eufórico… Parecía haberse encontrado la solución. ¡Pero no lo fue! La vacuna no protegió a las personas del contagio ni tampoco de transmitir el virus a otros. Por lo tanto, fue un engaño.

Hubo personas religiosas que hicieron énfasis en el hecho de que estas inyecciones estaban indirectamente vinculadas con el aborto, y no quisieron someterse a ellas por motivos de conciencia. Estos fieles tuvieron una lucha dura, porque desde la cabeza de la Iglesia les llegaba una presión moral indirecta, insistiendo en que vacunarse sería un acto de amor al prójimo. Pero no lo fue… ¡Fue un engaño!

Hubo presión por parte de los gobiernos, la sociedad, los familiares y las autoridades religiosas. Los que se negaban a vacunarse no pocas veces fueron marginados, y a menudo se restringieron sus libertades civiles o incluso fueron privados de ellas.

¿Eran medidas justificadas? ¡No! ¿Medidas injustas? ¡Sí!

Fue un engaño…

Hubo científicos renombrados que advertían cada vez más de estas inyecciones. No se les quiso escuchar, sino que se los tachó de conspiracionistas y a algunos incluso se les impidió seguir ejerciendo su profesión. Muchas personas no vacunadas fueron despedidas de sus trabajos.

Los medios de comunicación y los gigantes tecnológicos hicieron todo lo posible por silenciar cualquier punto de vista que difiriese de la narrativa oficial. No debía escucharse que la vacuna no cumplió lo prometido. No debía salir a la luz que muchas personas sufrían efectos secundarios tras haberse vacunado, que el número de muertes relacionadas con la vacuna iba en aumento, que personas jóvenes y sanas, incluidos atletas de alto rendimiento, morían inesperadamente a causa de ataques cardíacos… No se quería escuchar…

En algunos países se prohibieron además los tratamientos alternativos, que eran muy eficaces para contrarrestar la enfermedad. A quienes veían que algo no estaba bien con todas estas medidas, no les quedaba otra opción que buscar medios alternativos para advertir a las personas sobre las consecuencias, y asumían así los riesgos que esto podría acarrearles.

Gracias a Dios, fue aumentando el número de los que ofrecían resistencia. Por cada persona que lo hizo uno puede estar agradecido. También en la Iglesia se alzaron unas pocas voces, que se distinguían de aquellos que simplemente seguían la opinión políticamente correcta.

Lamentablemente esta sombra aún no se ha disipado, sino que sigue habiendo planes de coaccionar indirectamente a las personas para que se unan a este experimento de vacunación masiva. Los responsables aún no han admitido su error y son muchos los que les siguen. Así, surge una especie de ceguera, que hace que no se quiera escuchar ninguna otra opinión que podría poner en duda la forma de lidiar con el brote de este virus.

Pero, ¿qué hay detrás de una obstinación tal, si se ha visto que esta inyección y muchas otras medidas tomadas no sólo no son provechosas, sino que incluso son un riesgo para la salud? ¿Por qué se sigue llevando adelante esta agenda?

Podríamos decir que esta inyección resulta contraria a la razón y, para algunas personas de fe, también contraria a la conciencia.

Lo único que se puede aconsejar es que cada uno investigue bien en qué consiste esta “vacuna”, para no seguirse sometiendo a una y otra dosis y caer así en dependencia de las industrias farmacéuticas.

Si ponemos nuestro refugio en Dios, recibiremos la claridad necesaria, para no convertirnos en prisioneros de esta situación apocalíptica, sino que conservemos nuestra libertad y afrontemos las circunstancias a la luz de Dios.

Descargar PDF

Supportscreen tag