Las benditas almas del Purgatorio

Lam 3,17-26

Me han arrancado la paz, y ni me acuerdo de la dicha; me digo: “Se me acabaron las fuerzas y mi esperanza en el Señor.” Fíjate en mi aflicción y en mi amargura, en la hiel que me envenena; no hago más que pensar en ello y estoy abatido. Pero hay algo que traigo a la memoria y me da esperanza: que la misericordia del Señor no termina y no se acaba su compasión: antes bien, se renuevan cada mañana: ¡qué grande es tu fidelidad! El Señor es mi lote, me digo, y espero en él. El Señor es bueno para los que en él esperan y lo buscan; es bueno esperar en silencio la salvación del Señor.

Después de la Solemnidad de Todos los Santos, sigue la memoria de los fieles difuntos. Ellos pertenecen a la así llamada “Iglesia purgante”; es decir, que son nuestros hermanos y hermanas que aún están a la espera de alcanzar la visión beatífica de Dios, y están atravesando su última purificación.

¡Lamentablemente solemos recordarlos con poca frecuencia! Deberíamos tenerlos presentes en nuestra oración todos los días, pues el estado en que se encuentran es, de alguna forma, bastante penoso; aunque tienen ya la certeza de ser salvados.

¿Qué tiene de penoso el estado en que se encuentran las almas del purgatorio?

El purgatorio es el sitio donde tiene que ir nuestra alma, en caso de que, por nuestra propia culpa, no hayamos respondido lo suficiente al amor de Dios en esta vida. Quizá hemos comenzado ya a amar, pero no hemos dado una respuesta plena. Esto cuenta especialmente para aquellos que quizá han reconocido al Señor e invocado su nombre sólo poco tiempo antes de morir; o para aquellos que tarde han despertado de una mediocridad espiritual, y que ahora, a la luz de Dios, reconocen lo que les ha faltado.

Se trata de un estado de mucho sufrimiento, de ahí que en ciertos idiomas se llame a las almas del purgatorio “pobres almas”. Imaginemos esta situación: Resulta que por negligencia no supimos aprovechar tantas oportunidades que el Señor nos dio para poner en práctica el amor. Tal vez nuestra oración hubiera podido salvar almas. Ahora posiblemente se nos muestran aquellos que estaban necesitados de nuestra oración. ¡Cuánto dolor nos causará esto! Es un sufrimiento que procede del amor; de darnos cuenta de que desperdiciamos las oportunidades de hacer el bien, más aún si nos percatamos de que era Dios quien nos lo pedía. ¡Dios quiere que oremos por las almas del purgatorio, y, además, se trata de una obra de misericordia espiritual!

Pero también podemos imaginar la situación de haber conocido a Jesús, haber descubierto su amor, estar anhelándolo; pero no poderlo ver todavía… ¡Cuánto dolor causará este estado, aun si se tiene la certeza de que llegará el momento en que se lo pueda contemplar! El amor tiende a la unificación con el Amado, y la espera resulta dolorosa, más aún si la demora ha sido provocada por culpa propia.

Pero, de acuerdo a Santa Catalina de Génova, el purgatorio no es solamente un lugar de tormento; sino también de mucho consuelo. San Francisco de Sales hace una síntesis del “Tratado del purgatorio” de esta santa:

“La idea del purgatorio es mucho más apropiada para infundirnos consuelo que temor. Si bien las penas del estado de purificación son tan grandes que ni los sufrimientos más intensos de esta vida pueden comparárseles, también los deleites interiores allí son tan magníficos que ninguna dicha o placer de este mundo se les iguala. Porque: 1. las almas están en constante unificación con Dios; 2. se han sometido plenamente a su santa Voluntad, y su voluntad está modelada a la Voluntad de Dios hasta el punto de no querer otra cosa que lo que Dios quiere, de manera que, aun si las puertas del cielo estuviesen abiertas para ellas, no se atreverían a presentarse ante Dios mientras aún perciban en sí mismas huellas del pecado; 3. ellas se purifican allí voluntariamente y en amor, sólo para agradar a Dios; 4. ellas quieren estar allí del modo como a Dios le plazca y tanto tiempo como Él quiera; 5. ya no cometen pecado; no tienen ni el menor movimiento de impaciencia ni cometen la más mínima falta; 6. ellas aman a Dios sobre todas las cosas, con un amor perfecto, puro y desinteresado; 7. las benditas almas son allí consoladas por los ángeles; 8. ellas tienen la certeza de su salvación y viven en una esperanza que nunca más defraudará sus expectativas; 9. su más amarga amargura está en profunda paz; 10. a pesar de que este sitio sea un infierno en cuanto al sufrimiento, es también un paraíso en cuanto a la dulzura que el amor de Dios derrama en sus corazones: un amor que es más fuerte que la muerte y más potente que el infierno; 11. este estado es más de anhelar que de temer, porque sus llamas son llamas de un santo anhelo y del amor; 12. no obstante, son terribles, porque retrasan nuestra plenitud, que consiste en contemplar y amar a Dios, y, a través de esta contemplación y de este amor, alabarlo y glorificarlo por toda la eternidad.”

En una misión que estuvo realizando Harpa Dei en México, tuvimos una experiencia muy conmovedora. Estábamos en Querétaro cantando la Santa Misa. El sacerdote que estaba celebrando era el exorcista de la Diócesis. De pronto, durante el sermón el padre se detuvo, y afirmó que las almas del purgatorio estaban ahí presentes, y pedían a todos los fieles allí reunidos que ofrecieran la comunión por ellas. Estas almas le habían dicho que habían sido atraídas por la música, pues eran las armonías que ellas desde lejos escuchaban, provenientes del Cielo. Esta experiencia fue un gran regalo para nosotros, que nos ayudó a entender el gran valor de la Música Sacra y, a la vez, a tener más presentes en nuestras oraciones a las almas del purgatorio.

El mes de noviembre está dedicado de forma especial a la oración por las benditas almas. En algunas revelaciones privadas se proponen ciertas oraciones con el fin de que ellas puedan llegar pronto a la visión de Dios. Sin duda el Santo Rosario es también una oración apropiada para pedir por esta intención.

Hay diversas razones por las cuales no deberíamos descuidar la oración por las almas del purgatorio. Por una parte, es Voluntad de Dios que les ayudemos; es parte del mandamiento del amor. Pero también es un acto de astucia cristiana, pues aquellas almas por las que oremos y a las que ayudemos a llegar pronto al Cielo, no nos olvidarán; sino que intercederán por nosotros. Podemos confiarles nuestras intenciones y pedirles que, a su vez, ellas intercedan por nosotros, en caso de que tengamos que pasar por el Purgatorio.

“Señor, da el descanso eterno a los difuntos, y brille para ellos la luz perpetua. ¡Que descansen en paz! Amén.”


Harpa Dei acompaña musicalmente las meditaciones que a diario ofrece el Hno. Elías, su director espiritual. Éstas se basan normalmente en las lecturas bíblicas de cada día; o bien tratan algún otro tema de espiritualidad.
http://es.elijamission.net

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