Antes de volver al marco acostumbrado de nuestras meditaciones diarias, quisiera citar un valioso texto, que alguien me hizo llegar. Nos ayudará a entender por qué en los últimos días he hablado claramente, relacionando la confusión en el mundo y en la Iglesia con el actuar de Lucifer. La cita procede de la Encíclica Pascendi Dominici Gregis, del Papa Pío X. Precisamente en el día en que se celebra su memoria yo había puesto por escrito la última meditación sobre este delicado tema…
“Es preciso reconocer que en estos últimos tiempos ha crecido, en modo extraño, el número de los enemigos de la cruz de Cristo, los cuales, con artes enteramente nuevas y llenas de perfidia, se esfuerzan por aniquilar las energías vitales de la Iglesia, y hasta por destruir totalmente, si les fuera posible, el reino de Jesucristo. Guardar silencio no es ya decoroso, si no queremos aparecer infieles al más sacrosanto de nuestros deberes, y si la bondad de que hasta aquí hemos hecho uso, con esperanza de enmienda, no ha de ser censurada ya como un olvido de nuestro ministerio. Lo que sobre todo exige de Nos que rompamos sin dilación el silencio es que hoy no es menester ya ir a buscar los fabricantes de errores entre los enemigos declarados: se ocultan, y ello es objeto de grandísimo dolor y angustia, en el seno y gremio mismo de la Iglesia, siendo enemigos tanto más perjudiciales cuanto lo son menos declarados.” (Pío X, Carta Encíclica Pascendi Domini Gregis, 1).
Ahora sí, escuchemos la lectura correspondiente a este XXI Domingo del Tiempo Ordinario:
Rm 11,33-35
¡Qué abismo de riqueza, de sabiduría y de ciencia hay en Dios! ¡Cuán insondables son sus designios e inescrutables sus caminos! En efecto, ¿quién conoció el pensamiento del Señor?; ¿quién fue su consejero?; ¿quién le dio primero, que tenga derecho a la recompensa? Porque todas las cosas provienen de él, y son por él y para él. ¡A él la gloria por los siglos! Amén.
Esta aclamación proviene de lo más profundo del corazón de San Pablo, al reconocer los maravillosos designios divinos, a pesar de la obstinación del Pueblo de Israel, que en su mayoría no reconoció al Mesías. A Pablo le fue concedido un gran conocimiento de Dios, mientras que, por otra parte, Dios permitió que tenga que padecer un cierto sufrimiento para evitar que cayera en presunción; un sufrimiento que él mismo describe como una “espina” en su carne (cf. 2Cor 12,7).
En esta preciosa exclamación, San Pablo nos da un buen consejo: Nosotros no podemos sondear los designios de Dios. Muchas veces nos encontramos ante situaciones que nos resultan incomprensibles. Si tratamos de entenderlas con nuestra limitada razón, podríamos incluso terminar enloqueciendo.
Pensemos, por ejemplo, en la inesperada muerte de un niño o de un ser querido. O en la masacre de tantos judíos bajo la dictadura nazi. ¿Quién puede dar una explicación a tales sucesos?; ¿quién puede comprenderlos?
Frente a tales circunstancias, se nos invita a confiar. ¡Por supuesto que no solamente hay que poner en práctica la confianza en situaciones tan dramáticas y dolorosas, sino en todo momento! Se nos hará más fácil comprender los designios de Dios una vez que nos abandonemos en Él. Tal vez posteriormente, una vez realizado el acto de confianza, incluso se nos conceda un poco de la sabiduría de Dios, de manera que podamos comprender para qué Él permitió que sucediera tal o cual cosa.
¡Pero la confianza no es lo mismo que la resignación! No se trata de decir: “De todas formas nunca podré entenderlo”, mientras que en el fondo seguimos reprochando a Dios por las cosas que suceden. ¡No! ¡La confianza es un ‘sí’ total, con la certeza de que Dios lo sabe todo y todo lo conduce a buen término!
Estos son actos de fe, en los que sometemos nuestro corazón, nuestro entendimiento, nuestra voluntad y nuestras emociones al señorío amoroso de Dios. Cuando reconocemos los maravillosos designios de Dios en su aspecto positivo, la alabanza y el gozo brotan naturalmente de nuestro corazón, y es fácil unirnos a la exclamación de San Pablo. En cambio, cuando todo parece oscuro y no podemos ver el camino, la fe sola será la luz resplandeciente que evite que caigamos en desesperación.
El fundamento de esta confianza está en el conocimiento del amor de Dios, que irá aumentando en la medida en que lo pidamos en nuestra oración y lo vayamos descubriendo más y más en nuestro camino. Sólo en este amor podremos conocer verdaderamente a Dios; y cuanto más lo conozcamos, tanta más seguridad tendremos frente a todos los caminos que Él prepare para nosotros.
Vemos, pues, que esta exclamación de San Pablo puede aliviar y animar enormemente nuestra vida. Como creaturas que somos, es necesario permanecer en una actitud de humildad para reconocer los maravillosos caminos de Dios.
Aunque Él nos ha concedido el entendimiento para comprender las leyes naturales, no podemos aplicar la misma lógica frente a Sus designios. El hombre no funciona como una máquina, sino que Dios lo ha creado como un ser personal con su propia libertad. Dios supo integrar en Su plan salvífico también aquellas consecuencias que surgieron de la caída en el pecado. La historia humana abarca tantos errores, tantos pecados graves, tantas caídas; pero, por otra parte, están también la buena voluntad, la obediencia frente a Dios y el desarrollo positivo de los dones que Él ha dado a los hombres. ¡Dios quiere conducir esta historia a un buen desenlace!
En ese sentido, no se trata solamente de un ciclo natural que automáticamente toma un buen fin. Más bien, la historia humana es una lucha entre aquellos que quieren obedecer y servir a Dios, ayudando a que en este mundo se edifique su Reino; y aquellos otros que, sea por ignorancia o por ceguera, están en riesgo de convertirse en colaboradores de los planes del Diablo. Además, están también aquellos otros cuya voluntad se ha torcido a causa de la soberbia.
Aquel ángel tan maravillosamente creado, a quien llamamos Lucifer, abusó de su libertad, y ahora, en su locura, quiere destruir la obra de Dios. Él trabaja incansablemente para ganar adeptos y erigir una dictadura del Mal. En los últimos días hemos tratado detenidamente este tema…
Todo esto lo incluye Dios en Sus planes, y conducirá a todos los que le sirvan y en Él confíen a la morada que les tiene preparada.
Así, a pesar de estar entristecido por el hecho de que la gran mayoría de su Pueblo haya rechazado al Mesías, San Pablo puede elevar su alabanza a Dios, maravillado ante Su gran sabiduría. Dios integra todo en su plan salvífico; sólo Él es omnisapiente. También nosotros podemos dar gracias porque es Su sabiduría la que rige el mundo, y no aquellas fuerzas destructivas que consiguen aparentes victorias pero que en realidad ya han sido vencidas. ¡Pues Dios jamás dejará a los suyos sucumbir en la perdición!
Harpa Dei acompaña musicalmente las meditaciones que a diario ofrece el Hno. Elías, su director espiritual. Éstas se basan normalmente en las lecturas bíblicas de cada día; o bien tratan algún otro tema de espiritualidad.
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