Novena en honor a Dios Padre – Día 9: “Al servicio del amor del Padre Celestial”

¡La dicha de Dios es estar entre nosotros, los hombres! ¡Y esto cuenta para cada persona en particular!

Lamentablemente lo conocemos muy poco. Incluso a nosotros, los cristianos, nos hace falta vivir en una relación de plena confianza con Él. ¡Pero qué preciosa sería la vida si en todo descubriéramos el amor de nuestro Padre; si supiéramos que en Él está nuestro refugio; si percibiésemos cómo Su amor está obrando en nosotros, conduciéndonos por el camino de la perfección!

Dios quiere que aquellos que ya lo conocen vivan en una relación cada vez más íntima con Él. Así sabrán comprender con creciente claridad Sus deseos, que proceden del corazón de un Padre que está sediento de sus hijos y que quiere colmarlos de bienes.

Es sencillo comprender el hecho de que el Padre invita a los que ya han comenzado a amarlo, a buscar junto a Él a los que todavía están perdidos.

En el librito que ya hemos citado frecuentemente, titulado “El Padre les habla a sus hijos”, nuestro Padre menciona su deseo de que los justos, es decir, aquellos que intentan vivir conforme a sus mandamientos, tengan un celo más grande por ayudar a que las personas hallen la fe en Dios. En dicho mensaje, el Padre nos pide que vayamos hacia las personas para dar testimonio de Su amor, pues si ellas supieran cómo es nuestro Padre en verdad y con cuánta ternura Él ama a los hombres, los corazones de muchos se dirigieran a Él con más facilidad.

Tanto para la vida personal como para el apostolado es esencial que en nosotros mismos despierte un gran amor al Padre, y que estemos llenos de este amor. Así podremos mostrar a los hombres con más autenticidad cómo es Dios en verdad.

Dios sigue buscando a Su pueblo, a aquel que Él se escogió como primicia, pero que hasta hoy, al menos en su mayoría, no ha reconocido a su Mesías. Y Dios busca también a todos los otros pueblos.

Existen muchas maneras de tocar a las personas: caminos directos y caminos indirectos.

Nuestro Padre está en busca de almas que se pongan al servicio de su amor sin reservas. De manera particular, llama a aquellos que, por su misma consagración, están en una especial relación de amor con Él. Precisamente en estos “hijos de su amor” Dios quiere penetrar más profundamente, capacitándolos para dar al mundo el testimonio de su amor.

Día a día podemos ir descubriendo el amor del Padre e ir creciendo en él. Día a día, a través de nuestra oración y de nuestro testimonio, podemos anunciar el amor del Padre a aquellos que están lejos de Él. Cada día podemos ser causa de alegría para el Padre, quien puede hacer obras grandes a partir de las cosas más sencillas.

¡Todo el cielo, y particularmente nuestro Señor Jesucristo, se regocijaría si nos abandonásemos y entregásemos del todo y sin reservas al amor del Padre! De Él procede todo, y todo retorna a Él. La Iglesia pronuncia cada una de sus oraciones en el Espíritu Santo, a través de Jesucristo, Nuestro Señor, para gloria de Dios Padre.

Esta novena que hoy culminamos tenía como objetivo mostrarnos más de cerca el amor del Padre, para que podamos experimentarlo como fuente de nuestra alegría. Durante estos nueve días, hemos sido invitados a profundizar nuestra confianza en Dios, a glorificarlo y a amarlo, entrando en una íntima amistad con Él. Al final de esta novena, podríamos consagrarnos de forma especial a Dios Padre; esto es, hacer un acto consciente para darle a entender que queremos responder a la invitación de su amor y poner toda nuestra vida en sus manos. Podríamos sellar esta consagración en una sencilla oración como esta:

“Amado Padre Celestial, hoy me consagro a Ti con todo lo que tengo y todo lo que soy. Ayúdame a vivir con la confianza puesta en Ti y a hacer gustosamente tu voluntad. Haz que mi vida fructifique, para que Tú seas conocido, glorificado y amado a través de ella. Permíteme ser un verdadero apóstol de Tu amor paternal. Amén.”

O podríamos también leer la siguiente oración de Charles de Foucauld:

“Padre, me pongo en tus manos, haz de mí lo que quieras, sea lo que sea, te doy las gracias. Estoy dispuesto a todo, lo acepto todo, con tal que tu voluntad se cumpla en mí, y en todas tus criaturas. No deseo nada más, Padre. Te confío mi alma, te la doy con todo el amor de que soy capaz, porque te amo. Y necesito darme, ponerme en tus manos sin medida, con una infinita confianza, porque Tú eres mi Padre”.


Harpa Dei acompaña musicalmente las meditaciones que a diario ofrece el Hno. Elías, su director espiritual. Éstas se basan normalmente en las lecturas bíblicas de cada día; o bien tratan algún otro tema de espiritualidad.
http://es.elijamission.net

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