Oh Adonai, Pastor de la casa de Israel,
que te apareciste a Moisés en la zarza ardiente
y en el Sinaí le diste tu ley:
ven a librarnos con el poder de tu brazo.
¡Oh Adonai, Padre de la vida!
Nunca abandonaste al hombre, aun cuando él te dio la espalda.
En el Paraíso exclamaste: “Adán, ¿dónde estás?” (Gen 3,9), cuando él, desobedeciéndote, se alejó de Ti y perdió el estado de inocencia originaria.
Ya en aquel entonces, Tú preparaste el camino para redimir a la entera humanidad que había caído con Adán.
¡Oh Adonai, Padre de todos los pueblos!
No escatimaste ningún esfuerzo para mostrarnos Tu amor, para llamarnos de vuelta a Ti…
En Abrahán bendijiste a todos los pueblos (Gen 12,3).
Te creaste un Pueblo –Israel–, que lleva Tu Nombre inscrito y al que llamaste Tu primogénito (Ex 4,22).
Por medio de Tu siervo Moisés, sacaste a Tu Pueblo de Egipto (Ex 12), y en el Monte manifestaste Tu gloria (Ex 19).
¡Oh Adonai, con cuánta sabiduría guías a los pueblos!
Sacaste a Israel de la oscuridad de la ignorancia y de la confusión, revelándole Tu Santa Ley (Ex 20).
Iluminaste a Tu Pueblo con el fuego de Tu santo conocimiento, para que en su corazón ardiese para siempre Tu santa Ley.
¡Oh Adonai, con cuánto amor has preparado el camino, para que todos te encuentren! En efecto, al ver la Sabiduría con que guiabas al Pueblo de Israel, todos los pueblos debían reconocerte a Ti y la gloria de Tus mandamientos, que son una luz brillante en la oscuridad, la auténtica fuente de la vida, el alejamiento de la muerte y de la corrupción (Dt 30,16)…
¡Oh Adonai, no hay nadie como Tú!
Nada se iguala a las obras que Tú has creado. Todos los pueblos vienen a adorarte, porque, al Final de los Tiempos, enviaste a Tu Hijo Unigénito (Gal 4,4), en quien se manifiesta el poder de Tu brazo, permitiéndonos ver las maravillas de Tu amor y liberándonos de las cadenas del pecado para hacernos partícipes de la verdadera vida.
¡Oh Adonai, Tú eres el Padre de todos nosotros!
Y nosotros, Tus hijos, aguardamos la Fiesta del Nacimiento de Tu Hijo, quien cumplió perfectamente Tu santa Ley y en quien se nos revela Tu infinito amor.