Reflexión sobre la pandemia (Parte II)

Ayer habíamos hablado de que esta pandemia es una permisión de Dios, y representa una reprensión Suya. Había mencionado las razones por las que esto sería comprensible de parte del amor y el cuidado de Dios, en vistas del incremento de la “cultura de la muerte”.

Se trata, en primera instancia, de la salvación eterna de los hombres. Sí, el hombre ha de ser salvado de su vida perdida y alejada de Dios, y ha de vivir como hijo del Padre Celestial y cobijado bajo Su amor, ya en este mundo y, a plenitud, en la eternidad.

Para esto, Dios ya ha hecho todo de Su parte, y ahora depende de la persona si acepta o no el ofrecimiento de gracia, después de haberlo conocido.

Los mandamientos de Dios no son de ningún modo meras sugerencias de cómo podría vivirse más correctamente; sino que son las condiciones básicas dispuestas por Dios para que pueda haber verdadera vida. Como se afirma ya en el Antiguo Testamento, cuando el Señor da la Ley a Su pueblo por medio de Moisés: “Si escuchas los mandamientos de Yahveh tu Dios (…), vivirás…” (Dt 30,16). Su rechazo, en cambio, traería la muerte. (cf. v. 17-18).

Si uno no cierra los ojos, verá que muy a menudo se incumplen los mandamientos de Dios, incluso en la esfera pública y en las legislaciones. Se toleran y, aún más, se fomentan prácticas tales como el aborto.

Ahora bien, cuando empieza a incrementar el mal, el extravío, el pecado, no sólo es comprensible que Dios permite la proliferación de una plaga tal; sino que hemos de considerarlo como una reprensión que tiene como fin que los hombres vuelvan al camino de la verdadera vida o que, al menos, lo busquen sinceramente.

Por eso, de pronto se nos pierden aquellas seguridades que se nos habían vuelto muy preciadas; seguridades que fácilmente se convierten en ídolos. ¡Así que los hombres son llamados a una sincera conversión! ¡Éste es el punto central!

Los hombres han de convertirse a Dios, para que reconozcan Su amor y cambien sus vidas conforme a la Voluntad Divina.

No debemos dejarnos confundir… Esta plaga no es una venganza de la naturaleza por no haberla tratado bien. ¡Esto es un engaño!

Repito: se trata de la conversión a Dios, de una profunda conversión moral, de un retorno a la casa del Padre.

No cabe duda de que es correcto tener presente en nuestras vidas el tema ecológico, y actuar consecuentemente y con prudencia. En este campo, ciertamente a veces se necesita mejorar. ¡Pero de ningún modo es éste el tema esencial! Lamentablemente, muchas veces esta temática toma un tinte ideológico. Hablar de una “conversión ecológica” sin “conversión moral” no toca el punto de lo que en realidad está en juego.

¡Ésta sería, entonces, “la hora de la Iglesia”! A Ella el Señor le ha encomendado ser la Maestra de los pueblos, y tiene, por tanto, una misión vinculante que cumplir.

Esta pandemia es una situación seria, y tenemos que constatar que la Iglesia, en gran parte, no está preparada espiritualmente para afrontar la crisis de forma apropiada. Con demasiada prontitud, se subordina a los deseos de los gobiernos, y a veces incluso se anticipa a las medidas gubernamentales.

Son sólo pocos pastores los que señalan que para los fieles no es menos importante que el alimento corporal la recepción del alimento espiritual en la liturgia.

Ciertamente es correcta la indicación de preocuparse especialmente por los enfermos y moribundos; pero es demasiado unilateral. También los fieles necesitan del alimento espiritual, sobre todo en tiempos de crisis mundial. Apenas unos cuantos de la jerarquía se atreven a decir las cosas como son. Pocos alzan su voz como se lo esperaría de pastores que quieren proteger a su rebaño de la hambruna espiritual.

Aquí y allá hay sacerdotes astutos y valientes, que buscan la forma de proporcionar a sus fieles el santo manjar. ¡Que Dios les recompense!

Evidentemente hay también otras alternativas que la de cerrar las iglesias y evitar los servicios de culto públicos. Se lo puede ver, por ejemplo, en Polonia, donde se propuso celebrar más Misas dominicales, de modo que los fieles asistan en menor número a cada celebración y se respeten así las medidas de prevención necesarias.

Sin entrar en detalles, seguramente podrían encontrarse maneras para que los fieles reciban el santo alimento, si hubiese una fuerte voluntad detrás y no se asumiera inmediatamente todo lo que un gobierno prescriba.

Además, ¿dónde queda el anuncio auténtico y con autoridad? ¡Ahora sería un tiempo en que debería brindárseles con abundancia la Palabra de Dios a las personas! ¡Están necesitadas de orientación! Y aun si el anuncio fuese rechazado, al menos se habría dicho lo que había que decir, y a veces sucede que más adelante se presentan situaciones de vida en las que uno se acuerda de lo escuchado…

Entonces, ¿qué hay que hacer?

Mañana continuaremos con el tema…


Harpa Dei acompaña musicalmente las meditaciones que a diario ofrece el Hno. Elías, su director espiritual. Éstas se basan normalmente en las lecturas bíblicas de cada día; o bien tratan algún otro tema de espiritualidad.
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