Primera antífona O: “O Sapientia”

Oh, Sabiduría, que brotaste de los labios del Altísimo,

abarcando del uno al otro confín, 

y ordenándolo todo con firmeza y suavidad:

ven y muéstranos el camino de la salvación.

Tú, oh Sabiduría, pones todo en un orden santo, porque procedes del Padre Eterno. Todo lo penetras y, con Tu fuerza y suavidad, restableces el orden divino. 

Tú, oh Padre Eterno, envías a Aquél “en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento” (Col 2,3). Encontrarse con Él, abrirse a Su amor, es ser tocados por la Sabiduría. 

La Sabiduría, el sabroso conocimiento, es dulce como miel en la boca y un ardiente fuego de amor en el corazón. 

Nunca se apartará, mientras nosotros le permanezcamos fieles a Él, el Sol de salvación. 

Sus palabras son espíritu y vida (Jn 6,63); Sus palabras son la verdad; Sus palabras son el camino a través de la oscuridad. ¡Él es la luz que brilla en las tinieblas! (Jn 1,5)

“Jamás habló así hombre alguno.” (Jn 7,46) –se dirá de Él. Nunca antes se ha podido encontrarse así con el Dios vivo. “A Dios nadie lo ha visto jamás; el Hijo Unigénito, el que está en el seno del Padre, él mismo lo dio a conocer.” (Jn 1,18)

¡Oh, ven Emmanuel! –cantamos en estos días. ¡Ven, Redentor de todos los pueblos! ¡No tardes!

Sin Ti nada podemos hacer (Jn 15,5); contigo todo es posible. Contigo se pueden mover montañas (Mc 11,23); los débiles se hacen fuertes, los poderosos son derribados de su trono, los humildes, enaltecidos (Lc 1,52). 

¡Oh Sabiduría! No solamente nos has mostrado el camino; sino que Tú mismo te has convertido en el Camino (Jn 14,6). Dánoslo a conocer de nuevo en estos días, para que nadie se pierda y las puertas del infierno se cierren. 

¡Oh Sabiduría! Guíanos a las fuentes de la vida, para que bebamos de los manantiales de la salvación (Is 12,3) y broten de nuestro interior ríos de agua viva (Jn 7,38).

¡Oh Sabiduría, cuán dulce y deliciosa eres! 

“Gustad y ved qué bueno es el Señor” (Sal 34,9)

Tú, oh Sabiduría, te has convertido en nuestro alimento. Días tras día, hora tras hora… Tú te nos has entregado, y nosotros solamente tenemos que acudir a ti y beber aguas de salvación.