La sencillez es un gran valor, cuando se la entiende correctamente. En efecto, sencillez no significa simplificar todas las cosas y ya no ser capaces de pensar de manera diferenciada. Antes bien, la verdadera sencillez quiere decir que contemplamos todas las cosas desde la perspectiva de Dios, de modo que cada cual recibe el lugar que le corresponde.
Es el Espíritu Santo el que coloca todo en su orden, tanto en la vida interior como en la exterior. Una vida ordenada en el Espíritu se vuelve sencilla, porque es conducida desde arriba, por Dios, y todo se remite a Él. Así se genera una unidad interior de la vida entera. Ya no es una vida conformada por diversos elementos, muchas veces contradictorios entre sí; elementos que dispersan con su dinámica inmanente; sino que toda la vida está definida por una orientación fundamental. Nosotros, los cristianos, que seguimos seriamente al Señor, diríamos que esta orientación fundamental que determina nuestra vida es la de cumplir la Voluntad de Dios. Así, se vuelve sencilla en su enfoque.
Para las personas complicadas, aparecen dificultades a la hora de encaminarse hacia esta luminosa sencillez. A estas tales, a causa de sus tensiones interiores y diversos complejos, les resulta difícil poner en práctica aquello que cada situación requiere. A menudo están bloqueadas por sentimientos inútiles y se ocupan demasiado en ellos, en lugar de dar la respuesta que corresponde. La vida y las situaciones se complican en vano, los contextos pueden ser interpretados de manera dramática, y así las más sencillas tareas se convierten en grandes problemas.
Algunas personas confunden esta su complicación con profundidad. No entienden que lo más profundo es tanto más sencillo. Tomemos como ejemplo el camino de seguimiento de Cristo. Cuanto más profundo se vuelva, también será más sencillo, y no complicado, porque la meta de la vida espiritual consiste en estar unidos a Dios en el amor y en la verdad. Entonces, si el amor va creciendo día a día en el seguimiento del Señor, nos estaremos acercando a esta meta y conoceremos mejor a Dios, de manera que nos dejaremos guiar más fácilmente por Él. Y es que el amor hace que todo sea más fácil, porque se convierte en una potente motivación interior, que nos empuja a hacerlo todo conforme a este amor. “Nada es difícil cuando se ama a Dios” -decía la pequeña venerable Anne de Guigné.
También hay personas que se cuestionan más por lo que les interesa que por lo que es verdad. Se detienen en todo tipo de pensamientos y reflexiones, se dejan llevar por errores que aparentan gran inteligencia, se adentran en los senderos de las más complejas ideas y caen en la pluralidad sin fin de lo falso.
Entonces, si no me planteo la cuestión de la verdad, que es una sola, fácilmente podría adentrarme en un campo de errores, de los cuales, a diferencia de la verdad, hay un incontable número.
Entonces, también puede suceder que se tiene una complicada psicología, y que se la complica cada vez más, porque se está siempre ocupado con uno mismo y con las propias ideas. Quizá incluso se considere esta complicación como una intelectualidad bien desarrollada. Entonces, no es que se sufra bajo la propia complicación, sino que se la fomenta y se le da espacio.
De lo que hemos dicho hasta aquí, podemos identificar dos elementos básicos que conducirán nuestra vida a la verdadera sencillez: el amor y la verdad.
“Ama y haz lo que quieras” -decía San Agustín, y con esta frase expresó con gran sencillez lo sustancial y más profundo de la vida. Si el amor -vale aclarar que se trata del verdadero amor- se convierte en la primera motivación de nuestro actuar, entonces siempre sabremos lo que hay que hacer. No es éste el espacio para explicar detenidamente qué es lo que debe suceder para ponerlo en práctica. Basta, por ahora, con entender cómo este principio del amor se convierte en la base y en el centro de nuestra vida entera y la simplifica.
Lo mismo sucede con la verdad. Si nos cuestionamos acerca de la verdad -y al Señor le agradará mucho que lo hagamos, puesto que Él mismo es la verdad-, entonces tendremos un principio básico en el que todo lo demás se mide. Así, nuestra vida se vuelve muy concentrada. Ya no nos dejaremos atraer por la variedad de posibilidades, sino que simplemente nos regiremos por lo que es verdad, por lo que es correcto, por lo que es la respuesta adecuada para esta o aquella situación.
Harpa Dei acompaña musicalmente las meditaciones que a diario ofrece el Hno. Elías, su director espiritual. Éstas se basan normalmente en las lecturas bíblicas de cada día; o bien tratan algún otro tema de espiritualidad. Puedes encontrar los audios y textos en el siguiente link:
http://es.elijamission.net/ (Español)
http://en.elijamission.net/ (Inglés)
https://www.elijamission.net/ (Alemán)