La verdadera paz

Hoy meditaremos nuevamente un extracto del “Mensaje del Padre” a Sor Eugenia Ravasio, como solemos hacerlo el día 7 de cada mes. En esta ocasión, he escogido conscientemente un pasaje que se relaciona con la situación que actualmente se vive en el mundo.

Estamos observando la invasión de las fuerzas militares rusas en su país vecino, Ucrania. No pocas personas temen que esta guerra podría escalar hasta el punto de convertirse en una guerra mundial. Una visión realista nos enseña que no se puede excluir tal posibilidad. En todo caso, ahora la paz se ve amenazada por una guerra concreta.

Escuchemos, entonces, estas palabras del “Mensaje del Padre”:

“Si toda la humanidad me invoca y me honra, haré que el espíritu de paz descienda sobre ella como rocío reconfortante. Si todas las naciones me invocan y me honran, ya no habrá conflictos ni guerras, porque yo soy el Dios de la paz, y allí donde yo esté, no habrá guerra. ¿Queréis obtener la victoria sobre vuestro enemigo? Invocadme y triunfaréis victoriosamente sobre él.”

Por la tradición bíblico-cristiana, sabemos que, cuando el hombre se aparta de los caminos de Dios, Él permite guerras, catástrofes naturales, epidemias y todo tipo de plagas. Sin pretender desdeñar los sinceros intentos de explicación a nivel humano, ni los esfuerzos para evitar y superar tales calamidades, debemos saber que sólo la fe nos da la clave decisiva para comprenderlas. El pasaje que hemos escuchado del Mensaje del Padre, lo expresa claramente. Existen condiciones para que haya verdadera paz; aquella paz que Jesús nos promete: “La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy como la da el mundo” (Jn 14,27).

Debemos recordar una y otra vez que la raíz de todo mal está en el alejamiento de Dios. ¡Dios es un Dios de paz! Pero su espíritu de paz sólo podrá derramarse “como rocío reconfortante” sobre la humanidad cuando las naciones lo invoquen sinceramente. Y no se trata sólo de un acto externo; sino que implica volver a los caminos de Dios, que Él ha trazado para nosotros, los hombres.

Esto se aplica concretamente a la situación de guerra que ha comenzado y que amenaza con expandirse. Aunque pudiéramos señalar razones políticas, históricas, económicas y quizá también psicológicas para esta guerra, todas ellas no bastarían para comprender el suceso en su totalidad, ni mucho menos para hallar una solución apropiada y sostenible a nivel humano. Hay que tener presente que, en el fondo, están los poderes de la oscuridad, que se valen de las personas para generar caos, guerra, sufrimiento, miedo, etc. Si perdemos de vista esta realidad espiritual, no podremos adquirir una comprensión más profunda de la situación ni tampoco hallar la forma de afrontarla.

“¿Queréis obtener la victoria sobre vuestro enemigo? Invocadme y triunfaréis victoriosamente sobre él.”

Ciertamente aquí el Padre se refiere, en primera instancia, al enemigo del género humano; el padre de la mentira y de la discordia. Contra él hemos de luchar con las armas correctas y con la ayuda de Dios. Por otra parte, se desprende de este texto que, para triunfar victoriosamente sobre el enemigo, las personas deben invocar a Dios. Y para hacerlo de forma apropiada, primero hace falta que lo conozcan como Él es en verdad.

Con estos dos enunciados, se nos da ya la dirección a tomar. Puesto que nosotros, como personas de fe, conocemos la conexión entre el pecado y sus consecuencias, somos los primeros llamados a interceder por todos los hombres. Esto le agrada al Señor, porque así nos unimos a su lucha por las almas, por cuya salvación Él mismo cargó la culpa de la humanidad en la cruz.

Entonces, entreguémosle nuestro corazón al Señor y sigamos sus instrucciones lo mejor que podamos. Aceptemos también las circunstancias adversas de la vida, uniéndolas al sacrificio del Señor. ¡Esto podemos hacerlo en todo momento y en todo lugar!

De suprema importancia será la oración que le dirijamos a Dios en representación de todos los hombres: de aquellos que lo niegan, de aquellos que lo ofenden, de aquellos que aún no lo conocen, etc. En nuestra oración, en la cual también debe tener su espacio el Santo Rosario diario, hemos de incluir conscientemente la oración de renuncia al demonio. Aquí puede emplearse la oración a San Miguel Arcángel[1] o la oración de la medalla de San Benito[2]. También el ayuno es un arma potente contra el mal.

Además, es esencial que transmitamos el Evangelio que nos ha sido confiado. Al poner todo esto en práctica, no sólo sufriremos pasivamente bajo la angustiosa situación en Ucrania; sino que, en el Espíritu del Señor, haremos nuestra parte en la lucha auténtica por la paz.

Consideremos lo siguiente: Al obedecer a Dios (también en representación por otros), estamos contrarrestando la desobediencia; al rechazar al demonio, luchamos contra aquel que se aprovecha de esta desobediencia para sus planes malvados; al anunciar el Evangelio, hacemos nuestro aporte para que la humanidad se convierta y conozca al Señor, de modo que se cumpla el requisito para que pueda invocarlo en verdad.

¡Que la paz de Dios se derrame sobre el mundo!

UN AVISO FINAL: Durante los últimos meses, desde que concluimos la Novena a Dios Padre, habíamos invitado a aquellos que se sintieron particularmente llamados a honrar a la Primera Persona de la Santísima Trinidad a que se reportaran con nosotros, como representantes de su respectiva nación, para que juntos le demos a nuestro Padre Celestial aquel culto y amor que Él pide en el Mensaje dado a la Madre Eugenia Ravasio. Si alguien no había escuchado esta invitación y también quisiera formar parte de esta “Obra de amor” del Padre Celestial, aún puede enviarnos un correo a la siguiente dirección, señalando su nombre y el país de donde viene: contact@jemael.org.

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[1] Oración a San Miguel Arcángel de León XIII:

“San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla.
Sé nuestro amparo contra las perversidad y asechanzas del demonio.
Reprímel, oh Dios, pedimos suplicantes,
y tú, príncipe de la milicia celestial arroja al infierno con el divino poder
a Satanás y a los otros espíritus malignos
que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas.
Amén.”

Versión cantada por Harpa Dei en latín: https://www.youtube.com/watch?v=lovUujcZIqo&t=5s

[2] Oración de la Medalla de San Benito:

“La Santa Cruz sea mi luz; no sea el dragón mi guía. ¡Retrocede, Satanás! 

No me sugieras cosas vanas, pues maldad es lo que brinda, bebe tú mismo el veneno.”

Versión cantada por Harpa Dei en latín: https://www.youtube.com/watch?v=ll9TF2vsn3c

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