La gloria de Dios y el honor de Santa Juana de Arco

Lunes de la Semana IX del Tiempo Ordinario

Como dije en la meditación de ayer, no quiero dejar de referirme a Santa Juana de Arco. El 30 de mayo de 1431 fue el día de su martirio, cuando fue quemada públicamente como bruja en la plaza de mercado de Rouen (Francia). Os invito cordialmente a escuchar la audionovela que hicimos en su honor, en la cual se puede obtener una buena impresión sobre la misión de esta santa: https://www.youtube.com/watch?v=dE3SJZIdmJs&feature=youtu.be.

Veinticinco años después de su muerte fue anulado el injusto proceso eclesiástico que se había librado contra ella. Santa Juana de Arco fue canonizada en el año 1920.

Habría infinidad de cosas que contar sobre ella. Su vida está muy bien documentada y su historia es tan extraordinaria que hasta el día de hoy impacta a las personas que se encuentran con ella.

En la relación de nuestra Comunidad con Santa Juana de Arco hay una particularidad que hoy quisiera compartir con vosotros, como hermanos en la fe. Ciertamente las experiencias interiores precisan de una examinación, porque no pueden ser demostradas como los conocimientos científicos. Pero la experiencia que os contaré a continuación se convirtió en un impulso fructífero, que perdura hasta el día de hoy…

En el año 2014 estuve junto con algunos miembros de nuestra Comunidad en Rouen, para visitar el sitio donde Juana de Arco fue quemada. Estábamos orando y cantando las Vísperas en el mismísimo lugar en aquella plaza de mercado. Durante la oración, escuché que alguien cantaba en voz baja. No pudo haber sido ninguno de nosotros y tampoco había alguna otra persona alrededor.Cuando concluimos las Vísperas y permanecimos en un momento de silencio, percibí una voz y la identifiqué con la de Santa Juana. Expresaba su alegría de que la honráramos visitando aquel lugar.

Después escuché una frase que hasta el día de hoy nos mueve y que explica la razón por la cual nos vemos tan unidos precisamente a ella. Entendí en mi interior que Juana nos pedía que le ayudáramos a que su honor sea plenamente restaurado en la Tierra. Esta frase me dejó tan perplejo que inicialmente la guardé para mí mismo y no se la conté a los hermanos de la Comunidad. En un primer momento me resultaba incomprensible. Yo pensaba que bastaba con que Santa Juana estuviese en el cielo, donde ciertamente era recibida con todos los honores como mártir. También sabía que ya había sido canonizada por la Iglesia. Entonces, ¿por qué tenía el deseo de que su honor sea plenamente restaurado en la Tierra?

Me llevó algún tiempo entenderlo…

Primero, al estudiar más de cerca a Santa Juana, me quedó claro que a menudo en la literatura se transmitía una imagen distorsionada de ella. No pocas veces se pretendía omitir la dimensión sobrenatural en los acontecimientos. Algunos autores incluso la presentaban como una persona con problemas psicológicos. También varias películas sobre ella banalizan su misión… Sin embargo, al darme cuenta de todo esto aún no me quedaba totalmente clara la cuestión.

¡Pero finalmente lo entendí!

El honor de un santo es el honor de Dios. Cuando honramos a un santo, estamos honrando en primer lugar a Dios, quien hizo grandes cosas en él. Recordemos las palabras de la Virgen María: “El Poderoso ha hecho obras grandes por mí, su Nombre es santo” (Lc 1,49).

Entonces, lo que a Juana le preocupaba no era en primera instancia su honor personal. Ciertamente quiere que Dios sea honrado y glorificado a través de su vida y muerte, pues fue Él quien obró de forma tan maravillosa en ella. Cuando se distorsiona la imagen de Santa Juana de Arco, cuando se la ridiculiza o se la priva de su dimensión sobrenatural, las personas no podrán reconocer el mensaje y la bondad de Dios, que es tan evidente en su vida y en su misión. En efecto, la vida de Santa Juana pone de manifiesto cómo Dios interviene en una situación desesperada y se glorifica así. Podríamos señalar innumerables ejemplos de su vida, que despertarían la fe.

Por tanto, consideramos a Santa Juana con gran amor como nuestra hermana, y además la hemos escogido como patrona de Balta-Lelija, que es un movimiento de resistencia espiritual contra el espíritu anticristiano.

Es una potente motivación servir a la glorificación de Dios. Su honor es infinitamente ofendido, y duele en el corazón que en este mundo se le muestre tan poco honor a nuestro Padre Celestial. Juana le dio toda la gloria, y aceptó también de sus manos la muerte en la hoguera, que era lo que más había temido. Tenía apenas diecinueve años cuando padeció el martirio, y fue traicionada en diversos niveles. El rey, que le debía a Juana su coronación en Reims, no se ocupó de ella cuando fue cautivada. La sentencia de muerte fue ejecutada por la ocupación extranjera. El obispo de Beauvais, y junto a él muchos clérigos, la condenaron como bruja.

Son evidentes los paralelismos con la muerte de Nuestro Señor.   

Por eso es una gran intención nuestra corresponder al deseo de nuestra hermana. Se trata, en primera instancia, del honor de Dios; pero luego también del honor de Santa Juana. Ella permaneció fiel al Señor hasta la muerte y no titubeó en llevar a cabo su misión. Así, nos enseñó que se puede amar a Dios por encima de la propia vida (cf. Lc 14,26).

Os invito nuevamente a que escuchéis la audionovela. Y de tiempo en tiempo volveremos a tematizar a Santa Juana.


Harpa Dei acompaña musicalmente las meditaciones que a diario ofrece el Hno. Elías, su director espiritual. Éstas se basan normalmente en las lecturas bíblicas de cada día; o bien tratan algún otro tema de espiritualidad.
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