ITINERARIO CUARESMAL | Día 23: “Escuchar a los profetas”

La lectura de hoy, tomada del Libro de Jeremías, nos recuerda que debemos escuchar a los profetas. Dios nos habla a través de ellos, para guiarnos de vuelta al camino recto. Sabemos que, desde que envió a su propio Hijo al mundo, Dios nos habla a través suyo (Hb 1,1-2) y con la voz de la Iglesia; no obstante, sería erróneo excluir ahora por completo la dimensión profética. El Señor le dice a Jeremías:

“Les dirás todas estas palabras, mas no te escucharán. Los llamarás y no te responderán. Entonces les dirás: Ésta es la nación que no ha escuchado la voz del Señor, su Dios, ni ha querido aprender. La verdad ha desaparecido, ha sido arrancada de su boca” (Jer 7,27-28).

Ya en la meditación del 1 de marzo, en contexto con la historia de Nínive, habíamos hablado sobre la necesidad de la conversión para evitar que recaigan sobre los hombres las consecuencias de sus transgresiones. El texto de hoy vuelve a recordárnoslo con énfasis, planteándonos el problema de no escuchar la voz profética que viene en nuestra ayuda por orden de Dios. 

De la mano con el anuncio del Evangelio, la Iglesia debería señalarles enfáticamente a los hombres que las plagas que experimentamos en la actualidad son permitidas por Dios, por el hecho de que muchas personas ya no observan los mandamientos divinos. 

¡Lo decisivo es que los hombres se conviertan! Por ello, este llamado a la conversión debería resonar “desde todos los terrados” (cf. Lc 12,3), especialmente de boca de los pastores de la Iglesia. 

¿Está sucediendo esto? ¡No!

Sólo muy pocos se atreverían a relacionar las plagas actuales con los pecados del mundo y las faltas de la Iglesia. Estos tales serían considerados como “profetas de calamidades”, que amenazan y confunden a los fieles. Hoy estamos agradecidos con los profetas de la Antigua Alianza por haber hablado la verdad. Pero, en su tiempo, a menudo no eran bienvenidos. 

Así le dice el Señor al Profeta Isaías: “Clama a voz en grito, no te moderes; levanta tu voz como cuerno y denuncia a mi pueblo su rebeldía y a la casa de Jacob sus pecados” (Is 58,1).

Pero, si no se da la conversión de los hombres, ya no podrá evitarse ni mitigarse la desgracia que amenaza con sobrevenir al mundo.

Si, en la actualidad, la voz de la Iglesia ya no resuena con autoridad, entonces resulta especialmente aconsejable recurrir a las voces proféticas. Éstas no sólo existían en los tiempos de la Antigua Alianza, sino también en la historia de la Iglesia. 

Quisiera mencionar dos ejemplos.

El primero es muy conocido: es el Mensaje de la Virgen María en Fátima. En el año 1917, ella había advertido que el comunismo se propagaría, partiendo de Rusia; y había pedido a la Iglesia y a los fieles realizar ciertos actos para evitar que esto suceda. Pero, evidentemente, sus instrucciones no fueron observadas como Ella lo había pedido, de modo que el comunismo pudo expandirse como una devastadora úlcera. 

El segundo ejemplo que quiero señalar es muy actual. Desde hace algún tiempo, el Niño Jesús se ha estado apareciendo en la localidad alemana de Sievernich. Invita a las personas a profundizar su fe y habla sobre los peligros que amenazan con sobrevenir a la humanidad. Al mismo tiempo, da instrucciones concretas sobre los actos de penitencia que deberían realizarse para evitar una guerra. 

Los mensajes que realmente vienen del cielo deberían darse a conocer oficialmente, para que encuentren cabida en la vida de los fieles. Esto ayudaría a despertar su fervor para hacer todo lo que esté en sus manos para evitar una desgracia inminente. Pero, por lo general, sólo se quedan en pequeños círculos, que acogen y ponen en práctica estas instrucciones del cielo. 

Entonces, vemos que la Iglesia Celestial no permanece en silencio si ve amenazada a la humanidad. 

Meditación sobre la lectura del día: http://es.elijamission.net/2022/03/24/

Meditación sobre el evangelio del día: http://es.elijamission.net/2021/03/11/

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