ITINERARIO CUARESMAL | Día 24: “Dar el lugar correcto a los mensajes proféticos”

Hoy retomamos el tema de las “apariciones y revelaciones privadas”. Éstas últimas son los mensajes recibidos en apariciones o alocuciones interiores. 

Ayer hice énfasis en que debemos prestarles atención, porque –siempre y cuando sean auténticas– son pautas que nos da el Señor, mostrándonos un camino y proporcionándonos ayuda en la situación concreta en que nos encontremos, ya sea a nivel del mundo como de la Iglesia.

Existen bastantes revelaciones privadas, pero ciertamente no hace falta conocer el mayor número posible de ellas. Hay que tener cuidado de no dejarse llevar por una especie de curiosidad religiosa y querer conocer de antemano y a detalle el transcurso de los años venideros, para tener una (aparente) seguridad. Esto puede convertirse en una actitud espiritualmente enfermiza, y ciertamente no es ésta la intención de la Iglesia Celestial cuando viene en nuestra ayuda con tales mensajes o apariciones. 

Antes bien, la intención de las auténticas voces proféticas es que profundicemos nuestra fe y recurramos a las armas espirituales para rechazar los ataques de las tinieblas. Hay que tener en cuenta que a menudo las profecías no pretenden dar una secuencia exacta de los acontecimientos venideros; sino que nos advierten de lo que puede suceder si los hombres no se convierten.

Sin embargo, un castigo anunciado aún puede evitarse o mitigarse, como sucedió en el caso de Nínive (Jon 3,1-10). Nuestro Padre Celestial no se complace en castigar; sino que quiere salvar. Siempre es ésa la intención de las revelaciones privadas, que a menudo piden que se haga penitencia y se expíe en representación por la humanidad. Es en esto en lo que hay que poner énfasis, en lugar de centrarse en la fenomenología de las profecías. Ciertamente la predicción de que podría sobrevenirnos tal o cual catástrofe puede provocarnos un “susto” que nos sirve para bien, acrecentando nuestro fervor para trabajar por la conversión y ofrecer expiación. Pero cada cosa debe estar en el lugar que le corresponde, y la prioridad está en los consejos que se nos dan para afrontar las situaciones conforme a la Voluntad de Dios. 

Responder a un llamado de la Iglesia Celestial es asumir una responsabilidad de amor. Cuando hemos conocido al Señor y vemos en su luz hasta qué punto la humanidad se ha alejado de su Voluntad, nos compete esta responsabilidad. Hace parte de nuestra vida católica la intercesión por otras personas y la expiación, porque el Señor mismo se ofreció como víctima de expiación por nuestros pecados. Y nosotros estamos llamados a “completar en nuestra propia carne lo que falta a los sufrimientos de Cristo” (Col 1,24), como lo hizo el santo Apóstol de los Gentiles. 

Si nos fijamos en diversas revelaciones privadas, tanto del pasado como del presente, constataremos que, en su esencia, nos dan un mensaje similar. Suelen describir la situación del mundo en su tiempo, que se ha alejado de Dios; exhortan a la conversión y llaman a permanecer fieles a la fe. En algunas de ellas también se hace referencia a la expiación. Si acatamos estas indicaciones, estaremos cumpliendo lo esencial y, por tanto, correspondiendo a las intenciones de Dios. También en la Sagrada Escritura y en la vida de la Iglesia conocemos tales advertencias. Se trata de actualizar el llamado a la conversión en el “ahora”, lo cual resulta particularmente urgente en los tiempos actuales, que, desde mi punto de vista, tienen un carácter apocalíptico. 

Si permanecemos en la auténtica doctrina y praxis de la Iglesia, si acogemos profundamente la Palabra de Dios, si recorremos el camino de la santidad, dando los pasos que el Espíritu Santo nos invita a dar; si confiamos sin reservas en nuestro Padre Celestial, deberíamos estar bien preparados para atravesar estos tiempos difíciles. Los auténticos mensajes proféticos nos recuerdan una y otra vez lo esencial: la urgencia del llamado a la conversión y la cooperación en los planes de Dios para la salvación de las almas. 

Lo importante es que no nos dejemos engañar, porque realmente está actuando un “espíritu de engaño”, que llega hasta el punto de presentarnos el mal como bien y el bien como mal (Is 5,20). 

El Señor no permitirá que nos extraviemos, si permanecemos fieles a Él.

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Meditación sobre la lectura del día: http://es.elijamission.net/2021/03/12/

Meditación sobre el evangelio del día: http://es.elijamission.net/2019/03/29/

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