HECHOS DE LOS APÓSTOLES (Hch 14,8-20): “Pablo en Iconio y Listra”  

En Listra se hallaba sentado un hombre inválido de los pies, cojo desde el seno materno, que jamás había caminado. Éste escuchó hablar a Pablo, el cual le miró fijamente y, viendo que tenía fe para ser salvado, dijo con fuerte voz: “¡Ponte de pie! ¡Derecho!” Él dio un salto y empezó a caminar. La muchedumbre, al ver lo que Pablo había hecho, levantó la voz diciendo en licaónico: “Los dioses han bajado hasta nosotros en forma humana”. Y llamaban a Bernabé Zeus y Hermes a Pablo, porque éste era el que llevaba la palabra. Entonces el sacerdote del templo de Zeus que estaba situado a la entrada de la ciudad, acompañado de la gente, trajo toros y guirnaldas ante las puertas y pretendía ofrecerles un sacrificio.

Cuando los apóstoles Bernabé y Pablo lo oyeron, se rasgaron la ropa y corrieron hacia la multitud diciendo a voces: “¡Hombres!, ¿qué es lo que hacéis? También nosotros somos hombres mortales como vosotros y os predicamos que os convirtáis de estas cosas falsas al Dios vivo, el que hizo el cielo y la tierra y el mar y cuanto hay en ellos; que en las generaciones pasadas permitió que cada nación siguiera su propio camino; aunque Él no ha dejado de dar testimonio de Sí mismo, derramando bienes al enviaros desde el cielo lluvias y estaciones repletas de fruto, y llenándoos de alimento y de alegría el corazón”. Con estas palabras, a duras penas disuadieron a la multitud de ofrecerles sacrificios. Vinieron entonces de Antioquía y de Iconio unos judíos que sedujeron a la muchedumbre, de modo que apedrearon a Pablo y le arrastraron fuera de la ciudad creyéndole muerto. Pero rodeado de los discípulos se levantó y entró en la ciudad. Y al día siguiente marchó con Bernabé a Derbe.

Antes de llegar a Listra, los apóstoles habían sufrido nuevamente persecución. Habían estado en Iconio, donde pudieron predicar durante bastante tiempo en la sinagoga y produjeron abundante fruto (Hch 14,1-7). Por sus manos se realizaron milagros y prodigios, y una gran muchedumbre de griegos y judíos creyó. Sin embargo, los incrédulos, tanto judíos como griegos, se aliaron con sus jefes contra los apóstoles, por lo que éstos tuvieron que huir a Listra y Derbe, ciudades de Licaonia, y a los alrededores.

La curación de un inválido en Listra generó gran confusión entre los paganos de aquella ciudad. Aún aferrados a sus creencias paganas, consideraron a los apóstoles como dioses en forma humana y un sacerdote de Zeus se disponía ya a ofrecerles un sacrificio según sus costumbres. A duras penas, los apóstoles pudieron impedirlo y Pablo comenzó a predicarles. Se aprecia claramente la diferencia entre este discurso en Listra y la forma en que solía anunciar la Buena Nueva a los judíos. Cuando se dirige a estos últimos, puede recurrir a la historia concreta de Dios con su Pueblo escogido. Al dirigirse a los paganos, en cambio, Pablo hace alusión a la obra de Dios en la naturaleza.

Antes, Dios había permitido que cada nación siguiera su propio camino. Pero ahora, con la venida de Jesús, todos debían convertirse de las “cosas falsas” al Dios vivo. Aquí Pablo hace alusión a la Escritura: “Pues los dioses de los gentiles son apariencia, mientras que el Señor ha hecho el cielo; honor y majestad lo preceden, fuerza y esplendor están en su templo” (Sal 95,5).

En la Antigua Alianza, era esencial que Israel se mantuviera alejado de los dioses e ídolos de los gentiles, precisamente porque éstos no son más que apariencia. Esto significa que no poseen por sí mismos el poder que les atribuían los paganos, sumidos aún en la ignorancia. A esto se suma el hecho de que los demonios se valían de aquellas «apariencias» para engañar a los hombres.

También hoy en día es importante mantenerse alejados de los ídolos y falsos dioses de todo tipo. Bajo el pretexto de la inculturación, en algunos lugares se pretende incluir costumbres y rituales de diversos pueblos en la celebración de la Eucaristía. Sin embargo, hay que advertir de esta tendencia. Si no se actúa con un buen discernimiento de los espíritus, fácilmente sucede que en el culto al Dios vivo se adoptan otros actos rituales inapropiados y otras divinidades que no son sino apariencia y detrás de las cuales pueden esconderse los demonios para contaminar el servicio litúrgico.

Un escalofriante ejemplo de idolatría en nuestra Iglesia tuvo lugar públicamente el 4 de octubre de 2019 en los Jardines Vaticanos y en la Basílica de San Pedro, donde se veneró una figura de la Pachamama. Hasta el día de hoy sigue pendiente el arrepentimiento y el desagravio por este acto.

En lo que respecta a los apóstoles, una vez más se les impidió continuar su ministerio en Listra, pues los judíos incrédulos no les daban tregua. Vinieron desde Antioquía e Iconio para perseguir a los apóstoles. En Listra, instigaron a la muchedumbre contra los apóstoles y apedrearon a Pablo.

Es alarmante ver con qué facilidad las personas se dejan seducir para hacer el mal. Los habitantes de Listra acababan de ser testigos de la curación de un inválido que jamás había caminado. Acababan de escuchar las palabras de San Pablo, que quería conducirles a la fe en el Dios vivo. Sin embargo, bajo la influencia de los judíos hostiles, muy pronto estuvieron dispuestos a apedrear cruelmente al apóstol. Esto nos recuerda lo que sucedió con Nuestro Señor: el Domingo de Ramos fue recibido en Jerusalén por el pueblo de Israel como rey entre gritos de «Hosanna», y pocos días después, sin duda incitados por sus jefes, la misma multitud gritaba: «¡Crucifícalo!».

Sin embargo, Pablo no murió apedreado y pudo continuar su viaje misionero junto a Bernabé.

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