Desde hace varios años he hecho meditaciones sobre las lecturas o el evangelio del día siguiendo el calendario del Novus Ordo. De esta manera, ha surgido una colección de meditaciones que abarca casi todos los días del año litúrgico. Ahora, en el año que inicia, quisiera incluir también las lecturas bíblicas del calendario tradicional. Para que las meditaciones no se alarguen demasiado, a menudo no citaré las lecturas completas, sino sólo extractos, y cada uno podrá leer por sí mismo los pasajes en su integridad.
Siguiendo el calendario tradicional, celebramos hoy la Fiesta del Santísimo Nombre de Jesús.
Lc 2,21
Cuando se cumplieron los ocho días para circuncidarle, le pusieron por nombre Jesús, como le había llamado el ángel antes de que fuera concebido en el seno materno.
El nombre de Jesús significa “Dios salva”, y expresa así de manera muy sencilla lo que Dios hizo por nuestra salvación a través suyo. Por medio de su Hijo, Dios rescató de su situación desesperada al hombre, que nunca hubiera podido liberarse por sí mismo de las cadenas del pecado y de la muerte. El hombre necesita para ello la gracia de Dios, quien se manifestó como hombre en el Mesías de todos los pueblos.
Antiguamente solía conmemorarse con gran reverencia el Nombre del Redentor en la Fiesta de la Circuncisión de Jesús. A partir de 1530, los franciscos implementaron en su Orden una Fiesta específica para difundir la devoción al Nombre de Jesús, antes de que el Papa Inocencio XIII introdujera esta Fiesta para toda la Iglesia a petición del emperador Carlos VI.
En efecto, “todo el que invoca el nombre del Señor se salvará”, como dice San Pablo (Rom 10,13).
Y San Pedro atestigua: “En ningún otro está la salvación; pues no hay ningún otro nombre bajo el cielo dado a los hombres, por el que tengamos que ser salvados” (Hch 4,12).
Así, pues, la Fiesta del Santísimo Nombre de Jesús que se celebra en el rito tradicional nos introduce en el nuevo año con el mensaje urgente de que sólo en Jesucristo puede hallarse la salvación. Ésta es una verdad que actualmente se vuelve aún más importante de interiorizar, puesto que incluso en nuestra Iglesia se la está opacando cada vez más. Recordemos la nefasta declaración de Abu-Dabi, en la que se pretende colocar a todas las religiones a un mismo nivel, devaluando así las afirmaciones más esenciales de la Sagrada Escritura (en el siguiente video trato con más detenimiento este tema: https://spiritustv.com/watch/conferencia-3-segunda-herida-la-declaración-de-abu-dhabi_uFrfLhGQUlxGmHu.html).
Llegados a este punto, pasemos a meditar la lectura que se lee hoy en el Novus Ordo.
1Jn 2,22-28
¿Quién es el mentiroso, sino el que niega que Jesús es el Cristo? Ése es precisamente el Anticristo, el que niega al Padre y al Hijo. Todo el que niega al Hijo, no posee al Padre; pero todo el que confiesa al Hijo, posee también al Padre. En cuanto a vosotros, deseo que sigáis conservando lo que oísteis desde el principio. Si permanece en vosotros lo que oísteis desde el principio, también vosotros permaneceréis en el Hijo y en el Padre. Pues ésta es la promesa que él mismo os hizo: la vida eterna. Os he escrito esto porque algunos tratan de engañaros. Pero tened presente que la unción que de él habéis recibido sigue estando en vosotros y no necesitáis que nadie os enseñe. Pero como su unción os enseña todo lo que necesitáis saber -y es verdadera y no mentirosa-, seguid permaneciendo en él. Como os digo, hijos míos, permaneced en él para que, cuando se manifieste, nuestra confianza sea plena y no quedemos avergonzados y rechazados con su venida.
Una característica básica del Anticristo es su negación de Jesús como Hijo de Dios. Esto no significa que siempre se lo podrá identificar inmediatamente, sino que, como dice el Señor, incluso los elegidos podrán ser engañados (Mt 24,24). Relacionando esta lectura con la meditación del Santísimo Nombre de Jesús, podemos decir que toda relativización del carácter único y singular de Jesús para la humanidad indica ya que un espíritu anticristiano está en acción. Dondequiera que se debilite la profesión de Jesús como Salvador, aunque sea en lo más mínimo, puede percibirse el espíritu anticristiano. Esto puede suceder muy sutilmente y, por tanto, no es siempre una negación directa y abierta del Señor, sino que a menudo se da “entre líneas”, oculta y no expresamente.
El consejo del Apóstol San Juan es claro: No debemos dejarnos engañar, sino permanecer en la unción; es decir, en el Espíritu Santo. Para nosotros, esto significa mantenernos firmes en la Sagrada Escritura y en el auténtico Magisterio de la Iglesia. Esta advertencia cobra tanta más importancia cuanto que la confusión se ha adentrado en la Iglesia y el espíritu del Anticristo la debilita desde dentro, actuando hasta en los más altos niveles de la jerarquía.Por eso no ha de pasar inadvertida esta exhortación de San Juan. Sólo podremos resistir a las seducciones del Anticristo y de su Falso Profeta si estamos arraigados en la Palabra de Dios, si nos aferramos a la auténtica doctrina de la Iglesia, si recorremos seriamente el camino de la santidad y cultivamos una íntima relación con la Virgen María.