Adoración eucarística en silencio (Parte I)

Hoy, empezando un nuevo mes, quisiera volver a responder a preguntas o pedidos que nos han sido formulados por parte de alguno de nuestros oyentes, y que podrían ser de interés común.

 Por una parte, me preguntaron si podría hablar algo acerca de la Adoración Eucarística.

Por otra parte, una persona de China planteó la pregunta de cuál sería la diferencia entre la doctrina católica y ortodoxa con respecto al cielo y al infierno.

En primera instancia, dediquémonos al primer tema… Supongo que se refiere a la Adoración al Santísimo en silencio, que, aunque pueda estar acompañada de cantos y meditaciones, se lleva a cabo en un marco de silencio. En nuestros viajes misioneros en México, nos hemos encontrado con la muy loable práctica de que frecuentemente se expone el Santísimo después de la Santa Misa, para una Hora Santa o un momento de adoración. Según tengo entendido, esta costumbre se implantó motivada por las visitas apostólicas del Papa San Juan Pablo II a México.

La práctica de la Adoración en silencio es muy valiosa, porque nos ayuda a adentrarnos a una actitud contemplativa. Y la contemplación no está reservada únicamente a ciertas órdenes religiosas –si bien éstas están llamadas a cultivarla de forma particular–; sino que es todo un estilo de vida. La contemplación es una actitud primordialmente receptiva, que actúa a partir de lo recibido. Jesús mismo nos da a conocer que Él lo recibe todo del Padre, y que hace lo que ve hacer al Padre (cf. Jn 5,19) y dice lo que ha visto del Padre (cf. 8,38). 

El permanecer en silencio ante el Santísimo o, cuando no está expuesto, simplemente ante el Sagrario, le enseña al alma a abrirse en la dulce presencia del Cordero. Quizá podamos compararlo con un niño amamantado por su madre. El pequeño está contento y satisfecho; se sabe cobijado en el amor de la madre.

Lo mismo sucede con nuestra alma… Cuando está junto al Señor, está “en casa”. Allí, puede acoger a profundidad la misteriosa presencia de Jesús en la Santa Eucaristía. Bebe la presencia de Dios. Podríamos decir también que está, como el Apóstol San Juan, recostada sobre el pecho del Señor (cf. Jn 13,23). 

San Agustín describe que el alma está compuesta por diversas esferas. Algunas de ellas están directamente dirigidas a Dios. A éstas podemos denominarlos las ¨recámaras de la contemplación”. Otros campos del alma se dirigen más a lo mental, como la ciencia o la inteligencia práctica… Finalmente, otras “recámaras” se concentran más en la esfera sensual. Podemos decir que en la Adoración Eucarística se abren las “recámaras de la contemplación”, y Dios puede infundir Su luz directamente en el alma; mientras que a las otras recámaras se manifiesta indirectamente, a través de la “luz creada”, que es el entendimiento.

A través de la contemplación, la permanencia en silencio ante la presencia del Señor, con lo cual se despierta la actitud contemplativa en el ser humano, las “recámaras interiores” del alma son tocadas. Quizá nosotros mismos hayamos podido experimentarlo, en una paz interior, en un recogimiento, en un “llegar a casa”, que normalmente no es fácil en medio del ajetreo de este mundo. Así, se estrechan tiernos lazos de amor entre el Señor eucarístico y el alma.

Quien empiece a saborear el “deleite espiritual” que es propio de esta forma de oración, volverá una y otra vez al Sagrario, para permanecer junto al Señor. 

Puede comparárselo con lo que sucede después de recibir la comunión. A veces se experimenta en ese momento de la Santa Misa un santo silencio en la iglesia. Los fieles parecen estar saciados, al menos por algunos instantes…

Con justa razón, se dice que la Adoración al Santísimo es como una prolongación de la comunión. Desde esta perspectiva, tiene mucho sentido que se exponga el Santísimo directamente después de la Santa Misa, para prolongar así, de alguna forma, la recepción de la santa comunión.

El camino de la Cuaresma que hemos emprendido hasta la Pascua, nos invita a cultivar más esta dimensión de nuestra existencia, lo cual se vuelve particularmente importante cuando tendemos a ver nuestra vida cristiana sobre todo en su dimensión activa. 

La Adoración Eucarística es una invitación de amor de parte del Señor, y nuestra respuesta de amor es el permanecer en silencio ante Él, como María sentada a Sus pies (cf. Lc 10,39).

Mañana quisiera tocar algunos aspectos más y dar consejos en relación a las distracciones que solemos experimentar precisamente cuando queremos disfrutar en silencio de la presencia del Señor.


Harpa Dei acompaña musicalmente las meditaciones que a diario ofrece el Hno. Elías, su director espiritual. Éstas se basan normalmente en las lecturas bíblicas de cada día; o bien tratan algún otro tema de espiritualidad.
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