Reflexión sobre la pandemia (Parte I)

Me resulta difícil ignorar el hecho de que nos encontramos en una gran crisis a nivel mundial, que tiene rasgos apocalípticos. La gravedad de la situación queda evidente si se consideran las muchas restricciones a nivel civil, hasta el punto de que la libertad personal se ve significativamente limitada en diversos campos. Aún más difícil para los fieles es que muchos ya no puedan acudir a los sacramentos, de modo que se ven privados del consuelo que normalmente la Iglesia ofrece a sus hijos.

Actualmente yo me encuentro en Alemania, que es uno de los países europeos más afectados por la pandemia. Después de Italia y España, tiene el mayor número de personas infectadas dentro del continente europeo. Las medidas del gobierno son fuertes; las Iglesias están cerradas…

Nosotros, como creyentes, tenemos que aprender a lidiar correctamente con una situación tal, y, en la medida de las posibilidades, entenderla desde la perspectiva de la fe. Aunque una y otra vez había mencionado en las meditaciones diarias la pandemia actual, quisiera ahora tematizarla específicamente.

Gracias a Dios, estas meditaciones, junto con la Música Sacra, están llegando a muchas personas, y para algunas se han convertido como en un pan espiritual cotidiano. Todos nos alegramos de ello, porque es una obra del Señor, y poder servir en esta obra es para nosotros un honor y realmente nos llena.

Como algunos de los oyentes saben, tengo también otros medios, en uno de los cuales respondo preguntas sobre temas de fe, y en otro expongo mi punto de vista crítico sobre ciertos acontecimientos actuales en la Iglesia y en el mundo. Esto seguiré haciéndolo, mientras Dios así lo quiera… Como he mencionado en varias ocasiones, estas meditaciones diarias quiero emplearlas más bien para temas específicamente espirituales.

Sin embargo, en esta pandemia confluyen diversos aspectos, si no la consideramos simplemente como un destino inevitable o pretendemos explicarla sólo desde el plano natural.

Por supuesto que yo no puedo afirmar con toda seguridad esto o aquello. ¡Sólo Dios puede hacerlo! Pero confío en que el Espíritu Santo nos dará algo de luz y una orientación para saber enfrentarnos espiritualmente a la situación actual. De hecho, no siempre es necesario saberlo todo con precisión; es decir, no ser cuasi “omnisapientes”. Más importante aún es saber cómo lidiar con una situación tal.

Es algo similar a lo que el Señor nos dio a entender en su discurso escatológico. Con toda claridad nos dijo que retornaría al Final de los Tiempos, y también nos encomendó estar atentos a las señales que anunciarían que se acerca. Pero no nos dijo ni el día ni la hora de su Retorno, que sólo el Padre conoce (cf. Mc 13,32).

Podría ser igual en esta pandemia… No podremos encontrar una explicación completa, donde todo encaje perfectamente. Pero el Señor, en Su sabiduría, nos hará saber lo que sea necesario para la situación actual. ¡Mucho más importante que saberlo todo es confiar y hacer lo correcto!

Como he dicho ya en varias meditaciones anteriores, yo pienso que esta pandemia es permitida por Dios, y podría entendérsela como una reprensión. Los hombres están perdiendo cada vez más de vista a Dios, apartándose así de la verdadera razón y el sentido de su existencia. Esto está sucediendo sobre todo en los países que fueron cristianizados hace muchos siglos, que ahora a menudo renuncian a su herencia, y se entregan al materialismo y al consumismo, o adoptan ideologías y falsas doctrinas.

Pensemos en muchos países de Europa, o en no pocas personas en Estados Unidos u otras partes del mundo. Así, Dios cae en olvido y uno se siente a salvo en su vida terrenal, en la cual aparentemente todo está bien asegurado y ordenado; donde se puede conseguir y hacer prácticamente todo…

Sin embargo, se pasa por alto un hecho relevante: que se vive en medio de una “cultura de la muerte”, que se extiende más y más, y que se la promueve o, al menos, no se la combate lo suficiente. Esta cultura de la muerte no respeta la vida de los niños no nacidos, permite o fomenta prácticas sexuales anti-naturales, e incluso quiere oficializar en el plano político el absurdo de la ideología de género, entre muchas otras cosas… En pocas palabras, es una vida de creciente olvido de Dios.

Y entonces sucede lo inesperado…

De pronto las seguridades empiezan a tambalear. Ya no se puede viajar, y repentinamente el futuro aparece incierto. Aquello en lo que se había puesto la confianza, se vuelve inestable. Surgen miedos existenciales, temor a la muerte; se restringe la libertad civil a causa del peligro de contagio… En fin, parece que nos fuera quitado el suelo bajo los pies.

Primera conclusión:

¿No debería un Padre amoroso corregir a Sus hijos, cuando éstos emprenden los caminos del error, del sin-sentido o de la muerte? ¿Qué es más importante: una vida de prosperidad y aparente seguridad, o el conocimiento de Dios?

“¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si pierde su propia alma?” –nos dice el Señor (Mt 16,26).

Ahora se plantean las preguntas decisivas: ¿Qué es lo esencial en la vida? ¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos?

¡Precisamente ahora la Iglesia debería llevar con fuerza y sabiduría su mensaje a las personas! ¿Es que lo está haciendo?

Mañana continuaremos…


Harpa Dei acompaña musicalmente las meditaciones que a diario ofrece el Hno. Elías, su director espiritual. Éstas se basan normalmente en las lecturas bíblicas de cada día; o bien tratan algún otro tema de espiritualidad.
http://es.elijamission.net

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