La humildad de Dios

Palabras del Padre tomadas del Mensaje a la Madre Eugenia Ravasio:

“En el Exodo podéis leer que hay que honrar a Dios con un culto especial. Sobre todo los salmos de David contienen esta enseñanza. En los mandamientos que yo mismo di a Moisés puse en primer lugar ‘Amarás y honrarás a Dios y no tendrás otros dioses fuera de mí’.

Pues bien, amar y honrar a una persona son dos cosas que van juntas. Dado que os he colmado de tantos bienes, debería ser también muy especialmente honrado por vosotros.

Al daros la vida, he querido crearos a mi imagen y semejanza. Por lo tanto, vuestro corazón es sensible como el mío, y el mío como el vuestro.

¿Qué no haríais si uno de vuestros vecinos os hiciera un pequeño favor para complaceros? Incluso el hombre más insensible estaría agradecido con aquella persona y no olvidaría tan rápidamente su favor. Toda persona trataría de hacerle el mayor favor a aquella que le ayudó, para recompensarla por el servicio recibido. Yo estaría aún mucho más agradecido con vosotros si me haríais este pequeño favor y me honraríais como lo pido: os aseguraría la vida eterna.”

Reflexionemos hoy sobre el corazón sensible de Dios. Para ello, conviene que tengamos presente cómo es nuestro corazón, que inmediatamente percibe cuando el amor es herido. No hablo de aquella sensibilidad que es más bien un egocentrismo, a causa de la cual uno está constantemente ocupado en protegerse y defenderse. Esta excesiva sensibilidad hay que aprender a superarla, no dándole demasiada importancia al propio “yo” y no atándose a sus sentimientos.

La verdadera sensibilidad a la que me refiero es la que siente las ofensas al amor, que pueden ser muy profundas. Cuando no se recibe amor o cuando éste no es correspondido, surgen profundas heridas en el hombre y, en consecuencia, no pocas veces se endurece el corazón. Pensemos, por ejemplo, en niños que crecen sin el amor de sus padres…

Esto es comprensible si consideramos que el motivo de nuestra existencia fue un acto de amor de Dios, el cual ha de reflejarse y desplegarse en la vida de las personas.

Ahora, el Padre nos hace entender que también Él siente dolor cuando nosotros rechazamos Su amor. En efecto, ya nos lo había hecho ver claramente en la Pasión de Nuestro Señor. ¡Hasta qué punto fue ahí herido el amor de Dios! ¡Y esto se repite con cada pecado! Por eso se nos concede el maravilloso don del temor de Dios, que nos enseña a evitar a toda costa herir el amor del Padre.

Aunque el temor de Dios no es lo mismo que la reverencia, sí están estrechamente relacionados. Darle el honor a Dios es una gran obra. Esto sucede de diversas maneras. Por ejemplo, en la participación reverente en la Santa Misa, la fiel observancia de las Palabras del Señor, una vida como a Él le agrada… Sobre todo, siempre es importante remitirle a Dios todo lo bueno, porque, efectivamente, de Él procede todo lo bueno. Al confesar esta verdad también estamos glorificando a Dios. En cambio, si no lo hacemos, estamos mostrando falta de amor y gratitud para con Dios, y ofendiendo también la honra que Él merece.

Nuestro Padre nos recuerda todos los beneficios con los cuales Él nos colma, y nos pone un ejemplo de nuestra vida humana para hacernos ver cuál es la reacción natural que nosotros tenemos para con las personas que nos han hecho un favor.

Y una vez más nos encontramos con la amorosa humildad de nuestro Padre Celestial. Un acto tan sencillo como el de agradecer a nuestro Creador –que en realidad debería estar arraigado en nuestra naturaleza humana– es para Él motivo para colmarnos con abundancia.

Hemos de interiorizar y asimilar esto lentamente, de modo que cale en nosotros como un mensaje del amor: El Dios eterno se abaja a nosotros en Su amor paternal, y sólo quiere que seamos agradecidos por lo que Él nos da. Es decir que Él pide lo que debería ser lo más normal del mundo: que reconozcamos el amor que nos tiene y así lo honremos.

Pero también hemos de considerar cuán alejados tenemos que estar nosotros de Él, para que el Padre tenga que pedirnos lo más obvio y natural.

Escuchemos atentamente lo que el Padre nos transmitirá en los días próximos, acerca de cómo podremos conocer, honrar y amarlo más.


Harpa Dei acompaña musicalmente las meditaciones que a diario ofrece el Hno. Elías, su director espiritual. Éstas se basan normalmente en las lecturas bíblicas de cada día; o bien tratan algún otro tema de espiritualidad.
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