La amenaza anticristiana y la resistencia contra ella (II)

              “El Anticristo en la Sagrada Escritura”

La Sagrada Escritura habla de muchos anticristos que han aparecido. Por ejemplo, el Apóstol San Juan escribe en su carta:

“Hijos míos, ha llegado la última hora. Habéis oído que vendría un Anticristo; y la verdad es que han aparecido muchos anticristos. Por eso nos damos cuenta que ha llegado la última hora. Salieron de entre nosotros, aunque no eran de los nuestros. Pues si hubiesen sido de los nuestros, habrían permanecido con nosotros. Así se ha puesto de manifiesto que no todos son de los nuestros” (1Jn 2,18-19).

Este pasaje habla de “anticristos” en plural, y parece referirse a ellos en un sentido amplio de la palabra. Puede tratarse, por ejemplo, de personas que difundían falsas doctrinas, confundiendo y seduciendo a los fieles.

Otro versículo de las cartas de San Juan parece confirmar esta interpretación: “Han venido al mundo muchos seductores negando que Jesucristo haya venido en carne mortal. Ése es el Seductor y el Anticristo.” (2Jn 1,7)

Si meditamos estas citas, podremos constatar que, a lo largo de la historia, hubo muchas corrientes en contradicción a la enseñanza del evangelio: escuelas filosóficas que contradicen la verdad revelada; sistemas políticos de dominio; ideologías; religiones y cultos post-cristianos…

La presencia anticristiana puede, por así decir, “encarnarse” en personas concretas; pero también se puede hablar de un “espíritu anticristiano”, que se manifiesta, por ejemplo, en ciertas corrientes de pensamiento.

Sin duda, los primeros cristianos habrán visto como “anticristos” a aquellos emperadores romanos que con tanta crueldad los perseguían. De hecho, en estos personajes pueden identificarse muchas de las características que posteriormente serían descritas en la literatura como propias de las figuras anticristianas. Podemos nombrar gobernantes a lo largo de la historia, que tuvieron una similitud con el Anticristo que ha de aparecer al Final de los Tiempos, y que fueron, por así decir, sus precursores. Pensemos en los visires turcos Talaat y Enver Pasha, sobre quienes pesa el genocidio de los cristianos armenios; en los líderes rusos Lenin y Stalin; en el dictador Adolf Hitler; en el dirigente comunista Mao Tse-tung… por mencionar algunas de las más terribles figuras anticristianas de los siglos pasados.

Podemos hablar, entonces, de líneas paralelas. Por una parte, se habla de muchos “anticristos”; pero, por otra parte, también se menciona a una persona en particular, el “último Anticristo”, que al Final de los Tiempos erigirá un dominio universal. Vemos, entonces, que los “anticristos” (en plural) se han manifestado a lo largo de toda la historia como enemigos de Dios. Y ahora muchos indicios parecen señalar que al Final de los Tiempos el misterio de la iniquidad se manifestará en plenitud en una persona concreta. San Pablo escribe a los tesalonicenses:

“El misterio de la iniquidad ya está actuando. Tan solo con que sea quitado de en medio el que ahora le retiene, entonces se manifestará el Impío” (2Tes 2,7-8a).

Lo que tienen en común “los anticristos” con el “último Anticristo” es que están inspirados por el mismo espíritu, que se opone a la divinidad de Jesucristo y que rechaza su evangelio, o bien cambia su sentido, en el peor de los casos, para alcanzar sus propios fines.

Ya sea que se trate de corrientes o de personas concretas, su inspiración y su fuerza no procede de Dios, sino que es de origen demoníaco.

En la misma carta a los tesalonicenses, San Pablo habla en este contexto de la Segunda Venida de Cristo al final de los tiempos:

“Primero tiene que venir la apostasía y manifestarse el Hombre impío, el Hijo de la perdición, el Adversario que se alza contra todo lo que lleva el nombre de Dios o es objeto de culto, hasta el extremo de sentarse él mismo en el Santuario de Dios y proclamarse a sí mismo Dios (…) El Señor lo destruirá con el soplo de su boca, y lo aniquilará con la manifestación de su Venida. La venida del Impío estará señalada por el influjo de Satanás, con toda clase de milagros, signos, prodigios engañosos y todo tipo de maldades, que seducirán a los que se han de condenar por no haber aceptado el amor de la verdad que les hubiera salvado. Por eso Dios les envía un poder seductor que les hace creer en la mentira, para que sean condenados todos cuantos no creyeron en la verdad y prefirieron la iniquidad” (2Tes 2,3-4.8b-12).

El Catecismo de la Iglesia Católica (n. 675) afirma lo siguiente con respecto a este tema:

“Antes del advenimiento de Cristo, la Iglesia deberá pasar por una prueba final que sacudirá la fe de numerosos creyentes (cf. Lc 18, 8; Mt 24, 12). La persecución que acompaña a su peregrinación sobre la tierra (cf. Lc 21, 12; Jn 15, 19-20) desvelará el «misterio de iniquidad» bajo la forma de una impostura religiosa que proporcionará a los hombres una solución aparente a sus problemas mediante el precio de la apostasía de la verdad. La impostura religiosa suprema es la del Anticristo, es decir, la de un seudo-mesianismo en que el hombre se glorifica a sí mismo colocándose en el lugar de Dios y de su Mesías venido en la carne (cf. 2 Ts 2, 4-12; 1Ts 5, 2-3;2 Jn 7; 1 Jn 2, 18.22).”

El enfoque en la presente reflexión, será la manifestación de aquella figura concreta, que será el Anticristo anunciado en la Sagrada Escritura y que ha de aparecer antes del Retorno de Cristo.

Partiendo del testimonio de la Escritura, parece lógico creer que vendrá esta persona concreta, y que este Anticristo se mostrará como “redentor del mundo”, apartando a los hombres de Cristo. Como un hombre del cual el Diablo se servirá, el Anticristo intentará imitar a Cristo, para engañar a cuantos sea posible. La mayoría de los autores que han escrito acerca del tema, comparten esta misma opinión.

La venida de este Anticristo estaría preparada por la difusión de errores, por la apostasía, por la decadencia moral, por el debilitamiento interior de la Iglesia; es decir, por todo aquello que ha provocado el “espíritu anticristiano”.

Para edificar su dominio universal, como es de suponer, el Anticristo tendría que encontrar las formas que le permitan ejercer su control sobre todas las personas. El oscurecimiento del entendimiento, que se produce a consecuencia del pecado, es evidente en este tiempo, y las posibilidades que ofrece la técnica moderna harían posible un control total de las personas.

Sinteticemos lo que hemos hablado hasta aquí: La Sagrada Escritura hace alusión a “muchos anticristos”, pero habla también de la venida de “un Anticristo”. Este “hijo de la perdición” (2Tes 2,3) se manifestará en el espíritu de Lucifer, que está ya actuando en el mundo para alejar a los hombres de Dios y erigir su propio reino, en el cual quiere ser adorado.


Harpa Dei acompaña musicalmente las meditaciones que a diario ofrece el Hno. Elías, su director espiritual. Éstas se basan normalmente en las lecturas bíblicas de cada día; o bien tratan algún otro tema de espiritualidad.
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