Cómo combatir la brujería y otras preguntas

¿Cómo se puede combatir la brujería?

En esta respuesta, nos limitaremos a la así llamada “magia negra”, es decir, aquella que se propone causar daño; aunque quisiera decir explícitamente que también la así llamada “magia blanca” es dañina.

Esta pregunta ciertamente se relaciona sobre todo con el contexto latinoamericano, pero también cuenta para la realidad africana. Incluso en Europa y probablemente también en Norteamérica podría volverse cada vez más significativo este problema.

Entonces, ¿cómo puede uno protegerse contra las prácticas mágicas, o, más aún, cómo intentar debilitarlas?

Sabemos que los misioneros estaban bien conscientes de esta problemática, siendo así que en muchas de las poblaciones nativas predominaba la superstición, y los chamanes (brujos) tenían una gran influencia sobre las gentes. Pero, cuando llegaban los misioneros a anunciarles el evangelio, se desvanecía el poder de los magos, y las personas que se dirigían al Señor y acogían la fe cristiana, experimentaban la protección de Dios. Los chamanes eran incapaces de perjudicar a los misioneros por medio de sus hechicerías.

Debemos tener en claro que, al practicar la magia, se está entrando en una conexión con los espíritus caídos, que son los demonios. Directa o indirectamente se los invoca, para causar daño a otras personas o para conseguir intereses propios. Así se está abriendo una puerta para los demonios, porque ahora, habiendo sido invocados por las personas, pueden llevar a cabo sus planes. Podemos verlo como una perversión de la misión de los santos ángeles, que, cada vez que los invocamos, acuden prestos y gustosos a ayudarnos.

Pero todos los esfuerzos de los demonios fracasan ante la verdadera fe de los cristianos, porque ellos invocan a su Señor, quien vino al mundo para aniquilar las obras del Diablo (1Jn 3,8). Como nos lo enseñan los evangelios, los poderes de las tinieblas ya han sido vencidos, y, en la invocación del nombre de Jesús, esta victoria se actualiza y los demonios son ahuyentados.

Con lo dicho hasta aquí, queda claro cómo podemos protegernos de la brujería: Uno se coloca bajo la protección de Jesús e invoca su nombre contra los poderes del Mal. En este sentido, es importante, por un lado, estar conscientes de las obras destructivas de los demonios; y, por otro lado, no tenerles miedo. A los demonios les gusta atemorizar a los hombres, para facilitar el influjo sobre ellos. Por eso, hemos de enfrentarnos a los malos espíritus con la certeza de la victoria de Cristo.

Si hubiese manifestaciones más fuertes de los demonios, sería recomendable pedir la ayuda de un sacerdote, para que lleve a cabo un exorcismo. También se podría acudir a una persona espiritual que tenga experiencia, aun si no es sacerdote, y pedirle que ore de forma especial por el afectado. A veces hay personas que tienen un carisma especial para este tipo de oraciones. Sin embargo, se debe saber bien a quién uno se está dirigiendo para pedirle ayuda, y hay que estar seguros de que realmente es una persona católica.

En la lucha contra los poderes del mal, estamos llamados a no quedarnos sólo en la posición defensiva; sino, de ser posible, salir a su ataque. La oración diaria al Arcángel San Miguel es una de estas “armas de ataque”; así como lo es el Santo Rosario, la Palabra de Dios y la participación en la Santa Misa. También el ayuno, que a menudo ha caído en olvido, es un arma potente.

En resumidas cuentas: La mejor protección y el arma más eficaz contra cualquier forma de magia es la profundización de la fe, para que el Señor se haga cada vez más presente en nosotros. Es cierto que el Diablo no descansará, e intentará una y otra vez influir en nosotros; pero, cuanto más fuerte sea la presencia del Señor en nuestra vida, tanto más fácil será escapar de las insidias del enemigo y debilitarlo con la fuerza del Señor y con los medios apropiados.

Por un lado, hemos de cuidarnos de no darle demasiado peso a la presencia del demonio en nuestra vida, porque entonces caeríamos en la fascinación que él quiere ejercer sobre nosotros. Por otro lado, no podemos relativizar o minimizar el influjo de los demonios, o, peor aún, negar su naturaleza personal como ángeles caídos.

Quisiera aprovechar este contexto para llamar la atención sobre las películas de terror, que muchas veces también los católicos ven. Éste no es un asunto inofensivo, pues a través de tales películas uno se está exponiendo a las influencias oscuras. Quizá se lo tome como una especie de reto o una prueba de valor, para demostrar cuánto se puede resistir; o tal vez uno se complace en la tensión o el suspenso que estos productos provocan, creyendo que no tendrán ningún efecto negativo en el alma. ¡Pero esto es una equivocación!

¿Cómo saben los católicos que su Biblia es la correcta?

Para los católicos no solamente existe la Escritura, como sucede con los protestantes; sino que también está la santa Tradición y el Magisterio de la Iglesia. Confiando en este Magisterio, sabemos que la auténtica Tradición nos ha transmitido la auténtica Escritura, y que no se hicieron recortes de ciertos pasajes en Ella. Esto cuenta tanto para el Antiguo como para el Nuevo Testamento.

¿Cómo se puede empezar a leer la Biblia?

Existen diversas guías para ayudarnos a leer la Escritura. Pero, lamentablemente, hay que hacer una advertencia aquí. Y es que existe mucha confusión a nivel teológico, y a menudo la exégesis bíblica moderna ayuda más a apagar la fe y el gozo en la Palabra de Dios, que a ser un impulso…

Yo recomendaría empezar con la lectura del Nuevo Testamento, y, una vez terminado, se puede ir integrando poco a poco los libros del Antiguo Testamento. Por un lado, conviene leer la Biblia meditativamente y en oración; pero también leer de corrido alguno de sus libros, como por ejemplo los Hechos de los Apóstoles. Podemos pedirle al Espíritu Santo que nos guíe en la lectura de la Biblia, y también se puede buscar consejo en una persona espiritual experimentada. Deberíamos acostumbrarnos a leer a diario la Sagrada Escritura. Entonces, el alma tendrá cada vez más hambre de la Palabra de Dios. También podría ser una ayuda empezar con las lecturas diarias que nos ofrece la Liturgia de la Iglesia, quizá acompañadas de la correspondiente explicación.

¿Cómo se puede llegar a la madurez espiritual?

La madurez espiritual es fruto de una constante vida espiritual, en la que escuchamos atentamente la guía del Espíritu Santo y seguimos sus mociones. Entonces, el amor crece en nosotros y también aumenta la experiencia en el trato con Dios. Y cuando los dones del Espíritu Santo se despliegan y se hacen cada vez más eficaces en nosotros, entonces la piedad aún marcada por la emocionalidad, se va tornando en una auténtica vida espiritual; es decir, guiada por el Espíritu del Señor. Para ello es necesario atravesar por una transformación interior. Así como sucede en la vida natural, también en la sobrenatural hay un proceso de crecimiento, y uno no puede saltarse ningún nivel en esta maduración progresiva. Para explicarlo con más precisión, haría falta adentrarnos en la explicación del camino espiritual; pero en este marco nos limitamos a responder las preguntas con sencillez.

A partir de mañana, retomaremos las meditaciones de los textos bíblicos diarios, así como solemos hacerlo…


Harpa Dei acompaña musicalmente las meditaciones que a diario ofrece el Hno. Elías, su director espiritual. Éstas se basan normalmente en las lecturas bíblicas de cada día; o bien tratan algún otro tema de espiritualidad.
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