“Ya conocéis la generosidad de nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo rico, se hizo pobre por vosotros, para enriqueceros con su pobreza” (2Cor 8,9).
“Una pobreza que nos enriquece”–así podríamos describir el suceso de la Natividad.
Dios no teme hacerse pequeño por los hombres; no se asusta a colocarse por debajo de los ángeles para enaltecer a los hombres (cf. Hb 2,9). Un pequeño niño en un pesebre, sin rastro de lujo; una gruta como casa natal; unos sencillos pastores como huéspedes… Todo esto es expresión de una pobreza que, no obstante, está llena de dignidad por ser voluntaria. Dios quiso venir al mundo en esta pobreza para mostrarnos la verdadera riqueza, que es su amor.
La pobreza que nos enriquece… Éste es uno de los mensajes aparentemente paradójicos de los que está llena la Sagrada Escritura. Resulta que muchas veces la pobreza nos enriquece, mientras que a menudo la riqueza nos empobrece. La dignidad de la renuncia voluntaria a la riqueza material consiste precisamente en hacernos ver cuál es la verdadera riqueza, que no yace en los bienes terrenales. La verdadera riqueza está en la nobleza de la persona, que pone al servicio de Dios y de los hombres todos los dones que ha recibido del Señor, tanto a nivel espiritual como intelectual y material.
¡Y esto es lo que hace Jesús por excelencia! Todo en su vida sirve a la glorificación de Dios y a la salvación de los hombres. Precisamente a través de la vida sencilla que llevó hasta su muerte, nos invita a elevar los ojos hacia lo esencial, sin detenernos en las apariencias. Si Jesús hubiera venido al mundo en un palacio, en una familia adinerada, a muchos les habría resultado difícil identificarse con Él, pues no todos gozan de estas riquezas.
La pobreza voluntaria del Señor invita a todos los hombres del mundo a descubrir su verdadera dignidad, sin dejarse engañar por la seducción de las riquezas.
Entonces, la pobreza de Jesús, en todas las circunstancias de su vida, nos hace ricos. Su huida a Egipto con María y José para salvarse de los verdugos de Herodes, puede convertirse en un mensaje alentador para los refugiados. Las injustas persecuciones y acusaciones que tuvo que padecer, se convierten en un consuelo para todos los que están en situaciones semejantes. Su Pasión y su muerte cruel acompañan a los que sufren… En la aceptación voluntaria de la pobreza, el Señor puede transformar desde dentro cada situación en la vida, dando dignidad al hombre aun en medio de su pobreza y desamparo.
¡Qué mensaje tan profundo nos da nuestro Dios! Él se abaja a nosotros para atraernos hacia Él. Él se hace pobre para hacernos ricos. Él acepta voluntariamente la muerte para salvarnos de la muerte. Él carga sobre sí mismo el pecado para redimirnos. Él retorna al cielo para prepararnos las moradas.
Así, en esta Fiesta de su Natividad, el Señor nos invita a abandonarnos totalmente a Él, para que en Él nos enriquezcamos con los verdaderos bienes, que perduran para siempre.