Oh Emmanuel, rey y legislador nuestro,
esperanza de las naciones y salvador de los pueblos:
ven a salvarnos, Señor Dios nuestro.
Oh Emmanuel, Rey y Maestro,
todo lo que Tú dices y haces
nos sirve como instrucción y para nuestra salvación.
Tú nos enseñas el camino recto (Mt 22,16);
Tú nos revelas el misterio del hombre…
¡Tú eres nuestro Señor y nuestro Maestro (Jn 13,13)!
Siempre estamos en búsqueda
de Aquel que nos enseñe el verdadero camino de la vida,
sin acabar perdiéndose él mismo.
Estamos en búsqueda del verdadero Maestro,
de quien todos aprenden y en cuyos discípulos se convierten (Mt 28,19).
Tú, Emmanuel, sacias nuestra hambre de verdad,
nuestra hambre de verdadera doctrina;
nuestra búsqueda del camino recto
y del verdadero conocimiento de Dios.
¡Finalmente te hemos encontrado!
Y ahora en Ti depositamos nuestra esperanza (Sal 33,20).
Todas las naciones están tan necesitadas de Ti.
¡Cuántos se pierden, se dejan engañar
y ambicionan cosas pasajeras!
Día a día te vamos conociendo más a profundidad,
y así comprendemos que Tú no solamente eres nuestro Rey y Legislador;
sino también el Redentor,
que sana lo que está herido,
que levanta lo que está caído,
que busca y salva lo que está perdido (Lc 19,10),
que trae de regreso a casa al que se había extraviado.
Por eso, oh Emmanuel, eres Tú nuestra esperanza,
y sobre Ti edificamos nuestra casa.
Tú nos has manifestado el amor del Padre.
Tu Presencia entre nosotros, los hombres,
nos ha mostrado que, aun con todos nuestros pecados y extravíos,
no hemos perdido la gracia de nuestro Padre.
Entonces, Tú vienes a buscar a la oveja perdida (Lc 15,4-7)
y la conduces a las verdes praderas.
Por eso acudimos a Ti
y llamamos a todas las naciones a venir de prisa con nosotros a Belén,
porque Tú eres el Camino, la Verdad y la Vida
y nadie va al Padre sino por Ti (Jn 14,6).
Seas quien seas,
lo que sea que hayas hecho,
dondequiera que te encuentres:
¡Escucha!
El Corazón del Redentor está abierto de par en par para Ti;
Él no te rechaza.
¡Ven y recibe lo que Él te quiere dar!
Éste es el tiempo de la gracia; la hora de la salvación (2Cor 6,2).
Un Niño nos ha nacido (Is 9,5);
Un Niño que es Dios pero también verdadero hombre.
Él te espera a Ti, así como espera a todas las naciones.
¿Vendrás para que podamos estar junto a Él y hablar con Él?
Mañana será el último día de espera,
y luego… ¡todo será distinto!