Cuando la necesidad es grande, Dios envía a sus mensajeros para ofrecer ayuda y consuelo. Grande era la necesidad de los cristianos cautivos bajo el yugo musulmán. Al ver su sufrimiento, San Serapio se conmovió tanto que se entregó a sí mismo como rehén, ya que no había suficiente dinero para pagar el rescate de todos los prisioneros.
¿Quién era este Serapio?
Nacido en Inglaterra hacia finales del siglo XII, había emprendido la carrera militar en su juventud y participó en una campaña contra los moros en España bajo el mando del duque de Austria. Decidió quedarse en la Península al servicio del rey Alfonso IX de Castilla, pero luego dejó las armas para ingresar en la Orden de la Merced, que acababa de ser fundada en Aragón por san Pedro Nolasco, con el expreso propósito de rescatar a los cristianos cautivos y esclavizados por los musulmanes.
La crónica de la Orden relata que surgió a raíz de una aparición mariana en su advocación de la Virgen de la Merced (equivalente a «Virgen de la Misericordia»), que encargó al piadoso Pedro Nolasco, posteriormente canonizado, la fundación de una congregación dedicada al rescate de los cristianos. Esto explica también el nombre de la Orden. Los mercedarios empezaron a recaudar fondos y a organizar de tiempo en tiempo «campañas de rescate».
Cuando Serapio ingresó en la Orden de la Merced, se convirtió en un ferviente religioso. Se entregaba con todas sus fuerzas a la búsqueda de la perfección y al cumplimiento concienzudo de sus deberes religiosos y de las tareas que había asumido, convirtiéndose así en un ejemplo y estímulo para sus hermanos de comunidad. Por ello, su santo fundador, Pedro Nolasco, a quien Serapio mismo había tenido la dicha de conocer e imitar como modelo de santidad, le encargó la formación de los novicios de la Orden. Por aquella época, Serapio hizo un intento de llevar la orden a Inglaterra, pero en ese momento no tuvo éxito.
Más adelante, Pedro Nolasco envió a Serapio junto con un hermano a Argel, en el norte de África. ¡La miseria era abrumadora y el número de cristianos cautivos enorme! Los medios con los que se les había provisto apenas alcanzaron para pagar el rescate de ochenta y cinco cristianos españoles. Sin embargo, los cautivos de otras naciones se quejaban con tanta insistencia de su triste situación y del peligro constante al que estaba sometida su fe, por las continuas torturas, amenazas y seducciones de los mahometanos, que Serapio, profundamente conmovido por su amarga aflicción, decidió quedarse en Argel para consolar a los abandonados. Encomendó a su compañero Berengario que llevara de vuelta a su patria a los liberados y recaudara más fondos en España para pagar el rescate de los que faltaban.
La santa conducta de este servidor de la caridad cristiana, su preocupación sacrificada y totalmente desinteresada por los desdichados esclavos, fue motivo de consuelo y edificación para los hermanos cristianos, pero también causó un profundo impacto en algunos musulmanes. Así, Serapio tuvo incluso la dicha de bautizar a algunos moros. Pero estas conversiones despertaron la ira del rey de Argel, que mandó encarcelar a ese incómodo predicador de Cristo. Le sometieron a torturas para que renegara de su fe, pero Serapio permaneció fiel a ella, y así concedió a la Iglesia el testimonio de tantos mártires que, fortalecidos por el Señor, soportaron todos los tormentos por su causa y no dejaron de alabarle en medio de los golpes.
Serapio no se limitó a soportar las torturas, sino que expresó claramente ante sus verdugos lo que pensaba sobre Mahoma y la religión que este había fundado. Con ello, había sellado su sentencia de muerte.
El rey lo condenó a muerte en cruz y lo entregó a la furia de la turba fanatizada por el odio hacia los cristianos. Serapio fue colgado cabeza abajo entre dos postes, de modo que sus manos y pies formaban una cruz en forma de aspa, como la cruz de San Andrés.
Entre los terribles tormentos, Serapio daba gracias a Dios por el don de la fe y, como verdadero discípulo de la caridad, seguía intercediendo por los pobres cristianos cautivos, mientras éstos lloraban al ver el sufrimiento de su benefactor y amigo, que no había escatimado su propia vida para rescatarlos.
De este modo, Serapio se convirtió en el primer mártir de la Orden de la Merced, que dio su vida por los cautivos y esclavos. Al mismo tiempo, fue un valiente confesor de la fe cristiana.
Su ejemplo nos invita a entregar nuestra vida por nuestros hermanos, cada uno en el lugar que Dios le asigne, y también a profesar valientemente nuestra fe cristiana, para que, al ver nuestras obras, los hombres conozcan la bondad de Dios y sepan el Nombre de Aquel que nos hace capaces de realizarlas.
______________________________________________________
Meditación sobre el evangelio del día: https://es.elijamission.net/la-seriedad-de-la-fe-2/

