Pr 2, 1-9
Lectura correspondiente a la memoria de San Benito, Abad
Hijo mío, si recibes mis palabras y guardas contigo mis mandamientos, prestando oído a la sabiduría e inclinando tu corazón al entendimiento; si llamas a la inteligencia y elevas tu voz hacia el entendimiento, si la buscas como si fuera plata y la exploras como un tesoro, entonces comprenderás el temor del Señor y encontrarás la ciencia de Dios.
Porque el Señor da la sabiduría, de su boca proceden la ciencia y la inteligencia. Él reserva su auxilio para los hombres rectos, es un escudo para los que caminan con integridad; él protege los senderos de la equidad y cuida el camino de sus fieles. Entonces comprenderás la justicia y la equidad, la rectitud y todas las sendas del bien.
¡Cómo cambia la vida cuando se empieza a obedecer a Dios! ¡Cuánta sabiduría y conocimiento penetra en el hombre!
San Benito, a quien consideramos como uno de los padres del monacato, vivió de esta relación con Dios. A su alrededor se fue formando una familia espiritual, cuyos descendientes todavía hoy realizan su servicio en los monasterios. “Ora et labora” -ora y trabaja. Ésta es la máxima de las comunidades monásticas benedictinas; si bien la oración ocupa el primer lugar. Este estilo de vida monástico tuvo una gran influencia sobre las personas en Europa, y los monasterios benedictinos se convirtieron en verdaderos centros de formación cristiana. Uno de los más grandes méritos de los monjes de San Benito es la música litúrgica, pues cultivaron mucho el canto gregoriano y se lo dieron como legado a la Iglesia. Uno de los tristes desarrollos de la Iglesia en este tiempo es la progresiva desaparición de la Música Sacra, para dar cabida a estilos de canto popular, de manera que se debilita la trascendencia de la Santa Misa.
El vivir de acuerdo a los mandamientos de Dios es la condición para que el Espíritu Santo pueda desplegar toda su riqueza en el alma del hombre. Es Él quien nos da un gusto espiritual hacia todo lo que procede de Dios. Esto sucede particularmente cuando empieza a obrar en nosotros el don de sabiduría, pues él es el que produce en nosotros un deleite espiritual al saborear la verdad. De hecho, la verdad no es sólo un reconocimiento de la razón; sino que vivir en la verdad significa estar en una relación viva con Dios. Recordemos que Jesús dice que Él mismo es la verdad (cf. Jn 14,6), lo que significa que el auténtico conocimiento de la verdad conduce directamente a la relación con el Señor.
Nuestro corazón requiere de una profunda purificación, y es el Espíritu Santo, como nuestro Maestro interior, quien la lleva a cabo, con nuestra colaboración. El Espíritu Santo, que es el amor entre el Padre y el Hijo, ha sido derramado en nuestros corazones (cf. Rom 5,5). Entonces, si nuestro corazón se deja atraer y formar por este Espíritu, si nuestro corazón se inclina a Él, podrá obrar cada vez más en nosotros el don de entendimiento, que es el que nos permite reconocer todo con mayor claridad a la luz de Dios. Hay una gran diferencia entre contemplar las cosas simplemente a la luz de nuestra razón natural, o contemplarlas a la luz de Dios. Cuando Su luz empieza a obrar, podremos reconocer en todo la obra de Dios, llenos de gratitud, y es así como aprenderemos a enfrentarnos a las realidades de nuestra vida desde la perspectiva del Señor, e incluso a saberlas interpretar en Su luz.
Por eso la lectura de hoy nos invita a buscar entendimiento, con la misma intensidad con la que se buscarían los tesoros terrenales. En el entendimiento, hallaremos el verdadero tesoro de la vida, porque vivir en una verdadera relación con Dios significa haber encontrado el tesoro escondido en el campo (cf. Mt 13,44). Y ahora, a través de nuestra vida diaria, hemos de desenterrar este tesoro, para comprender cada vez mejor lo que significa la justicia, la equidad y todas las sendas del bien. En este camino experimentaremos la protección de Dios, y si aceptamos más y más al Espíritu Santo como nuestro Maestro interior, será Él quien nos instruya a detalle en todas las sendas, quien nos preserve de los errores y nos descubra más profundamente los misterios del amor de Dios.
Harpa Dei acompaña musicalmente las meditaciones que a diario ofrece el Hno. Elías, su director espiritual. Éstas se basan normalmente en las lecturas bíblicas de cada día; o bien tratan algún otro tema de espiritualidad. Puedes encontrar los audios y textos en el siguiente link:
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