Oración por la verdadera paz de los pueblos

Con motivo de la guerra actual en Ucrania, quisiera referirme hoy a la “Oración por la verdadera paz de los pueblos”, que acabamos de publicar como canto, para que muchas personas puedan acceder a ella. ¡Todos están cordialmente invitados a rezar esta oración con nosotros!

La situación en Ucrania y la amenaza de que esta guerra podría escalar es una cuestión que ahora está muy presente, como una “siguiente plaga” que ha sobrevenido a la humanidad. La “Oración por la verdadera paz” tiene en vista tales “formas de violencia injusta”, y, al mismo tiempo, apunta más allá de esta situación concreta de peligro.

Para entender correctamente la amenaza que actualmente se cierne sobre el mundo, es necesario recordar una y otra vez que nada sucede sin que Dios lo permita. Si ahora vemos llegar otra plaga más, entonces tendrá la misma causa que la plaga en torno al coronavirus y las medidas tomadas frente a él: ¡Los hombres no están viviendo como Dios quiere! Su amor está siendo rechazado de muchas maneras y sus mandamientos, ignorados. Si observamos la historia con los ojos de la fe, podremos constatar que muchas veces Dios ha permitido “plagas” para que los hombres se conviertan. Así sucedía tanto en los tiempos de la Antigua Alianza como en los de la Nueva Alianza. La Sagrada Escritura nos lo da a entender con un lenguaje inequívoco: las plagas y catástrofes, incluidas las guerras, son muchas veces consecuencia del alejamiento de Dios.

La “Oración por la verdadera paz de los pueblos”, que les invitamos cordialmente a orar y a difundir, surgió en su primera versión (bajo el lema “Quebrar la vara del violento”) en el año 2011 en Ecuador, donde se hacían cada vez más frecuentes los actos criminales, que nos afectaron también a nosotros como comunidad[1]. Posteriormente llevamos esta oración a México, donde se amplió y dio lugar a la versión que ahora les presentamos. Ésta abarca aspectos que siguen siendo válidos en la plaga actual. Antes de explicar cada una de sus partes, recitaremos esta oración:

“Amado Padre Celestial, llenos de confianza nos dirigimos a Ti, creyendo firmemente que vendrás al auxilio de los pueblos. Mira el sufrimiento causado por tantas formas de violencia injusta, e intervén con tu poder para debilitar al Maligno. Mira la confusión anticristiana que se difunde cada vez más en este mundo, queriendo influenciar aun a la Iglesia. Ilumínanos y fortalécenos con tu Espíritu Santo, para que podamos resistir al espíritu del mal con Tu poder. Preserva a los Tuyos en la fidelidad a Ti y haznos apóstoles de tu amor paternal, para que todos los hombres reconozcan y sigan a tu Hijo Jesucristo, Nuestro Señor.”

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En la primera parte, pedimos “llenos de confianza” la intervención de Dios en una situación sumamente compleja. Nos referimos a una intervención concreta y a que el Padre Celestial abra caminos hacia la paz. Nos mueve la confianza de que nuestro Dios es un Dios de paz. Con esta misma confianza y con gran dolor, le presentamos todo el sufrimiento causado por la violencia injusta, particularmente el de aquellas personas afectadas sin ser culpables. Pensemos, por ejemplo, en los niños que sufren bajo una guerra. La violencia no es ejercida por Dios; sino por personas concretas, detrás de las cuales suele estar aquél que es “homicida desde el principio” (Jn 8,44), persiguiendo sus metas destructivas.

¡Que Dios intervenga debilitando al Maligno y a toda influencia que empuja al mal! ¡Ésta es nuestra súplica!

La segunda parte de la oración hace referencia a la “confusión anticristiana que se difunde cada vez más en este mundo”, y que puede aprovecharse de esta dolorosa situación en Ucrania, así como también de la crisis del coronavirus, para promover el caos y llevar adelante sus perversos planes. No se puede descartar la posibilidad de que, en un escenario de creciente guerra, se presente un anticristo –o incluso el “último Anticristo” predicho en las Escrituras (cf. 2Tes 2,8-10)–, trayendo una aparente solución al conflicto. Lamentablemente, es de temer que una Iglesia debilitada en su espíritu no sea capaz de reconocerlo y, en consecuencia, no nos advierta de él sino que incluso coopere con él.

La tercera parte de la oración exhorta a los cristianos a ofrecer decidida resistencia espiritual contra los poderes de las tinieblas. ¡A ello estamos llamados y de ningún modo podemos evadirlo, si no queremos ser cegados por los engaños de Lucifer! Entonces, tenemos que resistir en la fuerza del Espíritu Santo y con el espíritu de discernimiento.

Al mismo tiempo, imploramos al Padre que nos preserve en la fidelidad a Él, para que, como apóstoles de su amor, sepamos llevar a las personas a Cristo. ¡He aquí el punto decisivo de esta oración! Sólo cuando los hombres se conviertan, habrá verdadera paz. Para que esto suceda, a su vez, es necesario el anuncio auténtico del Evangelio, sin diluir la doctrina ni debilitar las exigencias morales. A nadie se le hace un favor si se echa a perder la “sal” del anuncio (cf. Mt 5,13); al contrario, todo se vuelve desabrido, sin contornos, tibio… Así, se corre el riesgo de que el Señor lo vomite de su boca (Ap 3,16). Un “coqueteo con el mundo” puede fácilmente llevar a la “fornicación” espiritual.

Harpa Dei presenta esta oración en la forma suave de cantar que les es propia, para contrarrestar con la mansedumbre del Cordero las fuerzas destructivas en el hombre. Sin embargo, la intención de esta oración es que el Señor mismo, quien “sale como vencedor para seguir venciendo” (Ap 6,2), confronte a Satanás y a su obra asesina. Por tanto, se aplican aquí las palabras que San Miguel Arcángel le dirigió al diablo cuando se disputaban el cuerpo de Moisés: “¡Que el Señor te reprenda!” (Jd 1,9).

[1] Para conocer más sobre la historia de la oración “Quebar la vara del violento”, véase este video de presentación: https://www.youtube.com/watch?v=F4cTTGLSuDM&t=1s

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