Martirio de San Juan Bautista

Jer 1,17-19

Lectura correspondiente a la memoria del Martirio de San Juan Bautista

En aquellos días, recibí esta palabra del Señor: “Cíñete los lomos, ponte en pie y diles lo que yo te mando. No les tengas miedo, que si no, yo te meteré miedo de ellos. Mira; yo te convierto hoy en plaza fuerte, en columna de hierro, en muralla de bronce, frente a todo el país: frente a los reyes y príncipes de Judá, frente a los sacerdotes y la gente del campo. Lucharán contra ti, pero no te podrán, porque yo estoy contigo para librarte.” -Oráculo del Señor.

Todos conocemos el valiente testimonio que Juan el Bautista dio ante el rey, haciéndole ver que su relación con Herodías era contraria a la Voluntad de Dios. Herodes, que, por un lado, sentía una escondida admiración por el profeta; mientras que, por otro lado, rechazaba su mensaje y estaba influenciado por Herodías, finalmente mandó matar a Juan. Previo a este acto, sus sentidos habían quedado embriagados por la belleza de la hija de Herodías, y le había hecho la fatal promesa de cumplirle su deseo, sea el que fuere. Sabemos cómo terminó la historia, y podemos escucharla nuevamente en el evangelio de este día (cf. Mc 6,17-29). Juan el Bautista se convirtió en testigo de la verdad, al igual que Jeremías lo había sido antes que él.

Actualmente, la verdad no goza de gran prestigio… Apenas se encuentra a alguien que aún se atreva a pronunciarla con claridad. Más bien, parece ser que actualmente se encuentra una justificación para todo y todo se lo relativiza. La así llamada “opinión políticamente correcta”, ha logrado silenciar prácticamente todos los pronunciamientos claros, o etiquetarlos como “extremistas”. Y, puesto que nadie quiere ser extremista o exagerado, se prefiere callar. Se trata de un sistema que, indirectamente, ejerce una violencia psicológica, y cuyo campo de acción crece más y más. Incluso quiere silenciar la voz de advertencia de la Iglesia, o, al menos, limitarla a que hable solo de aquellos temas que sean aceptados a nivel social, que sean “políticamente correctos”…

Tomémoslo de forma concreta: Imaginemos que una persona con una alta posición en la Iglesia fuese donde un político católico, y le dijese que no puede convivir con su segunda mujer, porque todavía está viva su primera esposa, con la que ha contraído legítimo matrimonio. Probablemente los medios “acabarían” a esta persona. Pero, ¿será que recibiría apoyo por parte de la Iglesia? ¿Habría uno que otro obispo que lo protegiera? ¡Probablemente sólo por muy pocos, si es que hay alguno!

Podemos verlo también en lo que refiere a la recepción de la santa comunión. En Estados Unidos hay algunos obispos valientes, como el Cardenal Burke, que se niegan a dar la comunión a los políticos que apoyan abiertamente el aborto. ¡Pero son muy pocos! Ellos son imitadores del Bautista o de un Jeremías.

¡Es la misma situación de Juan Bautista; es el mismo motivo por el cual él entregó su vida, dando testimonio de la validez universal de los mandamientos de Dios! Su testimonio no ha perdido actualidad, y es para nosotros un modelo de una intrépida defensa de la verdad. Herodes, en cambio, u otros que, al igual que él, no permanecieron fieles a los mandamientos de Dios, son prácticamente un “ejemplo” de cómo no se debe actuar.

Las palabras que escuchamos en la lectura de hoy, dirigidas al profeta Jeremías y aplicadas, con justa razón, al martirio de San Juan Bautista, podemos tomarlas como una exhortación a ser testigos de la verdad. De hecho, los cristianos no defendemos nuestra propia verdad; sino la verdad que nos ha sido confiada por Aquel que es la Verdad misma (cf. Jn 14,6). ¡Servir a esta verdad es un santo deber y el más alto honor! ¡Ella es la “columna de hierro” y la “muralla de bronce”! Todo el que se oponga a esta verdad, tarde o temprano, terminará cayendo. Si imitamos a Jeremías y a Juan el Bautista, aferrándonos firmemente a la verdad, también nosotros nos convertiremos en “columna de hierro” y en “muralla de bronce”, contra el dominio de la mentira y el engaño.

En este contexto, es importante tener presente la advertencia del Señor a Jeremías: “No les tengas miedo.”

Eso significa para nosotros: No le tengas miedo al “espíritu del tiempo”; tampoco cuando se infiltra en la Iglesia misma y relativiza la verdad y no quiere realmente escucharla.

En nuestro tiempo, puede ser un reto particular el permanecer en la verdad y resistir a todas las “voces de sirena”, que quieren “reconciliarnos” con el espíritu del mundo y debilitar así nuestra esencia católica. ¡Por supuesto que tampoco debemos utilizar la verdad que nos ha sido confiada como si fuese una espada con la que pudiésemos golpear a diestra y siniestra, siguiendo los impulsos de nuestro temperamento, que, probablemente, no está bien purificado aún! Pero, eso sí, el anuncio de la verdad es una santa obligación, de la que no podemos rehuir.

El conocimiento de la verdad trae consigo un compromiso interior, que es el de prestarle oído a esta verdad y ponerse a su servicio. ¡Esto es lo que nos enseña Juan el Bautista, al igual que muchos otros confesores! ¡Y es que la verdad no es un asunto privado! Hace algún tiempo, escuché a un sacerdote en Ecuador que decía en su homilía: “La Iglesia no es una secta, que transmita ciertos conocimientos privados; Ella no es una institución oculta. ¡No! La Iglesia es pública. ¡Todos pueden –y también deberían- escuchar su mensaje!”

Lo mismo sucede con la verdad: ella no es un conocimiento privado del que gozan unos cuantos “iniciados”. Nosotros, que, por gracia de Dios, pudimos encontrar esta verdad, estamos a su servicio, del mismo modo que Juan el Bautista, el profeta Jeremías y tantos otros testigos. Esto cuenta también para la situación actual en la Iglesia. Poco a poco se está dando un despertar entre los fieles, que perciben que algo no está en orden… Todavía está el miedo de no querer ser etiquetados como “enemigos del Papa”, o de creer que se estaría actuando mal si no se está de acuerdo en algo con las cabezas de la Iglesia, a las cuales se supone que deberíamos obedecer…

Ahora bien, el amor a los ministros no significa que haya que cerrar los ojos ante los caminos errados que puedan emprender. ¿Qué clase de amor sería ese?

En este contexto, quisiera citar unas palabras de una amiga nuestra de China, a quien hemos llegado a apreciar mucho:

“De la verdad no hay que tener miedo.”


Harpa Dei acompaña musicalmente las meditaciones que a diario ofrece el Hno. Elías, su director espiritual. Éstas se basan normalmente en las lecturas bíblicas de cada día; o bien tratan algún otro tema de espiritualidad.
http://es.elijamission.net

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