La oración del corazón –u oración de Jesús– requiere una cierta preparación. En este sentido, escuchemos nuevamente al metropolita Serafim Joanta:
“Las disposiciones para la oración de Jesús son, al igual que para cualquier otra oración, las siguientes: Estar en paz con el prójimo, liberarse de excesivas preocupaciones, una cierta disposición del alma, un lugar tranquilo… Nadie puede rezar una oración pura –esto es, una oración que no esté empañada por pensamientos extraños, por impresiones externas de los sentidos y recuerdos– mientras no esté en paz con el prójimo. La falta de perdón y la permanencia en la discordia nos llenan de fuerzas negativas que enturbian el corazón. Lo mismo sucede con el exceso de preocupaciones. Por eso, el Himno a los Querubines de la liturgia bizantina de San Juan Crisóstomo, nos exhorta a ‘despojarnos de toda preocupación mundana’. También el sitio de la oración es importante. El lugar más apropiado es el desierto; es decir, un lugar apartado. Allí se retiraban en todo tiempo los monjes y ermitaños. El Salvador mismo se apartaba por las noches a una montaña o a un lugar solitario para la oración. Puesto que nosotros vivimos en el mundo, hemos de seguir, en primer lugar, el consejo de Jesús: ‘Cuando vayas a orar, entra en tu aposento y, después de cerrar la puerta, ora a tu Padre, que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará’ (Mt 6,6). Este aposento es el corazón, al que debemos retirarnos para poder darle a la oración la atención necesaria.”
Ciertamente podemos recurrir a la oración también para poder enfrentarnos a fuertes sentimientos negativos, a pensamientos que nos acosan o a ataques concretos del Diablo. Sin embargo, para nuestra oración diaria es importante estar en un estado de paz interior. La oración ha de ser un instrumento que nos ayude a recorrer mejor el camino de la santidad.
Los maestros de la oración del corazón nos enseñan que nuestra mente, tan fácilmente dispersa y entretenida en cosas exteriores, debe adentrarse en el corazón, que es el centro de la persona. La constante repetición del nombre de Jesús y la concentración en el corazón permiten que el Espíritu Santo penetre más profundamente en nosotros para expandir su luz. Puesto que del corazón salen los malos pensamientos (cf. Mt 15,19), esta oración también ayudará a la purificación interior y nos hará vigilantes ante todos los movimientos de ese corazón. De esta manera, uno aprende a conocer mejor el propio corazón, en el Espíritu Santo, y así puede contrarrestar las malas inclinaciones y pensamientos directamente con la oración.
Así, resulta evidente que la práctica de la oración del corazón forma parte de la lucha por la santidad, junto con la recepción de los sacramentos, la lectura de la Sagrada Escritura, el enraizarse en la doctrina de la Iglesia, entre otros elementos.
Aunque la fórmula clásica –“Jesús, Hijo de Dios, ten compasión de mí”– es una ayuda para adentrarse en la oración del corazón, no se excluyen otras jaculatorias. Algunos sólo pronuncian una y otra vez el Nombre de Jesús; otros repiten una breve palabra de la Sagrada Escritura; otros invocan al Espíritu Santo…
Lo que sí es importante para ejercitarse con regularidad en esta oración es que se conserve la misma jaculatoria por la que se haya optado; o se la cambie sólo en contadas ocasiones. Se trata de que el corazón se acostumbre a la invocación del Nombre de Jesús o de otra de las Personas de la Santísima Trinidad.
En lo que respecta a la “metodología” de esta oración, conviene escoger una postura que nos permita orar de forma relajada; pero que tampoco sea tan cómoda como para arrullarnos. Además debe ser una postura reverente. Las horas tempranas en la madrugada –después de un sueño tranquilo– son muy apropiadas para la oración. Los monjes de la cristiandad oriental prefieren las horas nocturnas para la oración, por el silencio único que se encuentra en ellas.
Entonces, si estamos en una buena disposición espiritual y tomamos en cuenta también las ayudas externas, deberíamos comenzar con una oración del corazón regular. Para los principiantes, es aconsejable empezar con algunos minutos, especialmente en las mañanas. Algo que es de gran ayuda y que es muy común entre los monjes es la utilización de una cadena de oración, que se denomina “komboskini” o “chotki”. La cadena grande suele tener cien perlas o nudos, de modo que se pueden ir pasando las cuentas mientras se reza una y otra vez en silencio la jaculatoria. También hay cadenas de oración con cincuenta o treinta y tres nudos.
Por supuesto que al inicio también se puede pronunciar la oración en voz baja, para facilitarla y para contrarrestar las dispersiones. Pero conviene que, cuanto antes, nos habituemos a orarla en silencio.
Si uno no tiene la cadena de oración específica, se puede usar del mismo modo el rosario.
Cuando nos hayamos ejercitado un poco en la oración del corazón, nos daremos cuenta de que, por su sencillez, se presta perfectamente para rezarla en cualquier lugar, especialmente cuando uno ya se ha ejercitado en ella. Podríamos decir que, con la ayuda de la oración del corazón, se va formando en nuestro interior una especie de celda monástica, a la que podemos retirarnos aun en medio de mucho ajetreo. Podemos rezarla mientras manejamos, mientras estamos en una sala de espera y en muchas otras ocasiones. La oración del corazón ha de ayudarnos a adentrar en el silencio interior, pero podemos orarla aun cuando no estemos en un ambiente de silencio exterior.