HECHOS DE LOS APÓSTOLES (Hch 1,1-12): “La Ascensión del Señor”

Tras la serie en la que hemos meditado intensamente el Evangelio de San Juan, concluyendo con los relatos de la Resurrección, se presta a continuar con el Libro de los Hechos de los Apóstoles, que inicia con la Ascensión. En esta nueva serie escucharemos e interiorizaremos cómo la Iglesia naciente cumplió su misión, para que nunca desfallezca nuestro celo por anunciar el mensaje de la salvación a los hombres de hoy en día.

Como indiqué al principio de la serie sobre el Evangelio de San Juan, si alguien prefiere escuchar una meditación sobre la lectura o el evangelio del día, encontrará el respectivo enlace al final del texto.

El Evangelio de San Juan concluyó con estas palabras: “Hay, además, otras muchas cosas que hizo Jesús y que, si se escribieran una por una, pienso que ni aun el mundo podría contener los libros que se tendrían que escribir” (Jn 21,25). En los primeros versículos de los Hechos de los Apóstoles se explican en parte estas palabras, pues está escrito que Jesús se apareció durante cuarenta días a sus discípulos antes de ascender al cielo para instruirlos y prepararlos para su tarea:

Hch 1,1-12

Escribí el primer libro, querido Teófilo, sobre todo lo que Jesús comenzó a hacer y enseñar hasta el día en que, después de haber dado instrucciones por el Espíritu Santo a los apóstoles que él había elegido, fue elevado al cielo. También después de su Pasión, él se presentó vivo ante ellos con muchas pruebas: se les apareció durante cuarenta días y les habló de lo referente al Reino de Dios. Mientras estaba a la mesa con ellos les mandó no ausentarse de Jerusalén, sino esperar la promesa del Padre: “La que oísteis de mis labios: que Juan bautizó con agua; vosotros, en cambio, seréis bautizados en el Espíritu Santo dentro de pocos días”. Los que estaban reunidos allí le hicieron esta pregunta: “Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el Reino de Israel?” Él les contestó: “No es cosa vuestra conocer los tiempos o momentos que el Padre ha fijado con su poder, sino que recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que descenderá sobre vosotros, y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría, y hasta los confines de la tierra”. Y después de decir esto, mientras ellos lo observaban, se elevó, y una nube lo ocultó a sus ojos. Estaban mirando atentamente al cielo mientras él se iba, cuando se presentaron ante ellos dos hombres con vestiduras blancas que dijeron: “Hombres de Galilea, ¿qué hacéis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que de entre vosotros ha sido elevado al cielo, vendrá de igual manera a como le habéis visto subir al cielo”.

Entonces regresaron a Jerusalén desde el monte llamado de los Olivos, que está cerca de Jerusalén a la distancia de un camino permitido el sábado.

Los discípulos, llenos de felicidad por poder servir al Señor Resucitado, habrán asimilado profundamente sus enseñanzas y Jesús les habrá transmitido todo lo que sería importante para ellos. Sin embargo, todavía no estaban suficientemente preparados para arrancar su misión de inmediato, pues aún faltaba algo esencial. Todavía tenía que cumplirse la promesa del Padre y, hasta entonces, debían permanecer en Jerusalén. Aún debían ser bautizados con el Espíritu Santo, que acreditaría con poder divino su testimonio. De Él recibirían la fuerza y la luz para anunciar el Evangelio con autoridad y comprenderlo.

El Señor no dio respuesta a la pregunta de cuándo restauraría el Reino de Israel. Antes bien, dio a entender claramente a los discípulos: “No es cosa vuestra conocer los tiempos o momentos que el Padre ha fijado con su poder.” También para nosotros, hoy en día, esta es una importante indicación que nos debe llevar a refrenar nuestra curiosidad. A veces nos vemos tentados a querer saber con exactitud la fecha de ciertos acontecimientos hasta el Retorno de Cristo. Es aquí donde cobra actualidad la respuesta de Jesús: el Padre conoce el tiempo y eso es suficiente. A nosotros nos corresponde confiar en Él y, con su luz, interpretar los signos de los tiempos. No debemos pretender definir un calendario exacto.

A continuación, los discípulos pudieron ser testigos del retorno de Jesús al Padre. Por una parte, se habrán sentido tristes de que se marchara de su lado. Por otra parte, Él les había dicho que iría a prepararles las moradas (Jn 14,2), ¡y ellos lo sabían!

Jesús no los dejaría huérfanos (Jn 14,18). Muy pronto el Padre y el Hijo les enviarían al Espíritu Santo, que permanecería con ellos para siempre. Él les recordará lo que su Señor dijo e hizo (Jn 14,26) y los revestirá de poder para el ministerio que se les había encomendado.

Los ángeles animaron a los discípulos: “Hombres de Galilea, ¿qué hacéis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que de entre vosotros ha sido elevado al cielo, vendrá de igual manera a como le habéis visto subir al cielo”.

¡Y así será! Jesús volverá al Final de los Tiempos, pero antes el Evangelio debe ser llevado hasta los confines de la tierra. Precisamente para eso Jesús eligió a sus discípulos. El Espíritu Santo descenderá sobre ellos para que continúen su obra. Y tendrán sucesores hasta que el Señor retorne en su gloria al Final de los Tiempos.

¡Ven, Señor Jesús, Maranathá!

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Meditación sobre el evangelio del día: https://es.elijamission.net/creer-sin-ver-4/

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