EVANGELIO DE SAN JUAN (Jn 16,1-15): “El Espíritu os guiará a la verdad plena”  

“Os he dicho todo esto para que no os escandalicéis. Os expulsarán de las sinagogas; más aún: llega la hora en la que todo el que os mate piense que da culto a Dios. Y esto os lo harán porque no han conocido a mi Padre, ni a mí. Pero os he dicho estas cosas para que cuando llegue la hora os acordéis de que ya os las había anunciado. No os las dije al principio porque estaba con vosotros. Ahora voy a quien me envió y ninguno de vosotros me pregunta: ‘¿Adónde vas?’ Pero porque os he dicho esto, vuestro corazón se ha llenado de tristeza; pero yo os digo la verdad: os conviene que me vaya, porque si no me voy, el Paráclito no vendrá a vosotros. En cambio, si yo me voy, os lo enviaré. Y cuando venga Él, convencerá al mundo en lo referente al pecado, en lo referente a la justicia y en lo referente al juicio; en lo referente al pecado, porque no creen en mí; en lo referente a la justicia porque me voy al Padre, y ya no me veréis; en lo referente al juicio, porque el Príncipe de este mundo está juzgado. 

Todavía tengo que deciros muchas cosas, pero no podéis sobrellevarlas ahora. Cuando venga Aquél, el Espíritu de la verdad, os guiará a la verdad plena, pues no hablará por sí mismo, sino que dirá todo lo que oiga y os anunciará lo que va a venir. Él me glorificará porque recibirá de lo mío y os lo anunciará. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso dije: ‘Recibe de lo mío y os lo anunciará’.”

Jesús no deja a sus discípulos desprevenidos ante lo que les sobrevendrá por haberle seguido. Mientras estuvo con ellos, no se lo dijo todo. Pero ahora, cuando la hora de su muerte es inminente, quiere prepararlos para que, cuando se cumpla todo, se acuerden de que ya se lo había anunciado. Después, les enviará al Espíritu Santo para que les recuerde todas las cosas y los guíe hacia la verdad plena, pues aún tiene mucho por decirles que ellos no habrían podido sobrellevar en ese momento.

Una de las palabras más impactantes de Jesús es su predicción de que los discípulos serán expulsados de las sinagogas y de que la ceguera de los hombres llegará hasta el punto de que aquellos que los maten caigan en el terrible engaño de creer que están dando culto a Dios.

Al visualizar esto, podemos ver claramente cómo actúan las fuerzas satánicas. En lugar de que, inspiradas por el Espíritu Santo, las personas reconozcan la gloria de Jesús y alaben su presencia en los discípulos, el demonio las ciega e incluso abusa de sus sentimientos religiosos, de modo que, al cometer un grave delito, creen estar sirviendo a Dios con este acto. Así, los malhechores quedan totalmente aprisionados en su error y justifican los peores crímenes.  

Estas palabras de Jesús no solo se cumplen en lo que los judíos hostiles le hicieron a Él mismo y posteriormente a sus discípulos, sino que esta terrible ceguera la encontramos hasta el día de hoy en el extremismo religioso y, con un matiz un poco distinto, también en los sistemas ideológicos, que dejan tras de sí un rastro sangriento de atroces crímenes.

Todos los que caen en esta ceguera satánica tienen algo en común: no han conocido a Jesús ni al Padre Celestial, pues de lo contrario no podrían cometer semejantes atrocidades.

Jesús consuela a los suyos, cuyo corazón se ha llenado de tristeza por su retorno al Padre, diciéndoles que les conviene que se vaya, porque entonces les enviará al Espíritu. Se trata del Espíritu de la verdad, que convence al mundo de que es pecado no creer en Jesús después de haber recibido su anuncio. Esto se debe a que el hombre ha sido creado para la verdad. Su libertad consiste en seguir la verdad. Al rechazarla, se separa deliberadamente de Dios. En las disputas de Jesús con los judíos hostiles, le escuchamos claramente decir que ellos no tienen excusa para no haber creído en Él, pues fueron testigos de sus palabras y obras. Esto también se aplica a todos los tiempos posteriores.

El Espíritu Santo también convence al mundo de que es justicia que Jesús vuelva al Padre. Ha cumplido su encargo y ahora les corresponde a los discípulos, impulsados por el Espíritu Santo, cumplir el mandato misionero que el Señor les encomienda después de su Resurrección: llevar el Evangelio hasta los confines de la tierra, hacer discípulos a todos los pueblos y bautizarlos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo (Mt 28,19).

Junto con este anuncio, se lleva a cabo el juicio del Príncipe de este mundo. Jesús ha rescatado a los suyos a precio de su sangre, y todo el que cree en Él y acoge la salvación que se le ofrece es arrebatado del poder del Príncipe de este mundo. Ya no tiene poder sobre él. Ha sido derrotado.

Todo eso lo anunciará el Espíritu Santo, guiando a los hombres hacia la verdad plena. No habla por sí mismo, sino que transmite lo que viene de Jesús y lo glorifica. Y todo lo que viene de Jesús, procede del Padre.

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