El largo camino hasta Belén (Parte VI)

Está cerca el Nacimiento del Señor

“Al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, para rescatar a los que se hallaban sometidos a ella y para que recibiéramos la condición de hijos.” (Gal 4,4-5)

El ángel Gabriel se le apareció a la Virgen María en Nazaret, y fue ésta una hora decisiva en la historia de la salvación. En Su amor, Dios escogió de entre Su Pueblo a la persona a la cual le encomendaría a Su propio Hijo. Era una mujer que, como sabemos con toda certeza gracias al dogma de la Iglesia Católica, fue preservada del pecado original.

Mientras que Eva había caído en la seducción a la desobediencia, María puso toda su confianza en Dios y le dio la respuesta del amor, que desata plenamente el actuar de Dios sobre nosotros. El ‘sí’ de María a la Voluntad de Dios significaba convertirse en Madre del Hijo de Dios.

“El ángel le dijo: ‘No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y a dar a luz a un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. Él será grande, le llamarán Hijo del Altísimo y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin. (…) El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso, el que va a nacer será santo y le llamarán Hijo de Dios’.” (Lc 1,30-33.35)

Permitamos que esta realidad se asiente profundamente en nuestro interior: Dios incluye a una persona en Su plan de salvación hasta el punto de convertir a María en Madre de Su Hijo, que había de nacer en Belén. ¡Cuánta gracia y cercanía nos concede el Señor! ¡Y cuán maravillosa es la respuesta de María, a quien Dios convertirá también en verdadera Madre de todos los creyentes!

Así, con María y Jesús, encomendados al cuidado de San José, estamos ya muy cerca de Belén… Ahora sólo falta el lapso de tiempo que necesita un niño para crecer en el vientre materno hasta estar preparado para nacer.

La Sagrada Escritura también nos relata que, antes del parto, María tuvo aquel encuentro con su prima Isabel, quien, a su vez, llevaba en su seno a Juan el Bautista (cf. Lc 1,39-56). Ella atestigua llena de gozo y del Espíritu Santo:

“Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno. ¿De dónde a mí que venga a visitarme la madre de mi Señor? Porque apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Dichosa la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!” (v. 42-45).

Y María exclama gozosa:

“Proclama mi alma la grandeza del Señor; se alegra mi espíritu en Dios, mi Salvador. Porque ha mirado la humillación de su esclava; desde ahora me felicitarán todas las generaciones. Porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí; su Nombre es santo.” (v. 46-49)

Poco tiempo después, María y José se ponen en camino hacia Belén. Escuchemos aquellas palabras tan conocidas del evangelio de San Lucas:

“Por aquel entonces se publicó un edicto de César Augusto, por el que se ordenaba que se empadronase todo el mundo. Este primer empadronamiento tuvo lugar siendo Cirino gobernador de Siria. Todos fueron a empadronarse, cada cual a su ciudad. También José subió desde Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, llamada Belén, por ser él de la casa y familia de David, para empadronarse con María, su esposa, que estaba encinta.” (Lc 2,1-5)

Aquí, estando ya inminente el Nacimiento del Señor, cerramos esta primera Semana de Adviento, para volver a meditar más de cerca este acontecimiento cuando nos encontremos ya a las puertas de la Navidad; cuando la Sagrada Familia esté ya ahí y se encuentre en busca de un albergue.

Antes de llegar a ese punto, nos concentraremos durante la próxima semana en el tema de  “El Nacimiento del Señor en nuestro corazón”.

Mañana, domingo, nuevamente tendremos la conferencia, y en los días de la semana iremos profundizando el tema a través de las meditaciones diarias.

¡Y no se olviden del Concierto de Navidad de Harpa Dei para la Nochebuena!


Harpa Dei acompaña musicalmente las meditaciones que a diario ofrece el Hno. Elías, su director espiritual. Éstas se basan normalmente en las lecturas bíblicas de cada día; o bien tratan algún otro tema de espiritualidad.
http://es.elijamission.net

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