Yo soy la Verdad

Hoy empezaremos escuchando nuevamente el evangelio de ayer, para retomar el tema…

Jn 14,1-6

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “No se turbe vuestro corazón. Creéis en Dios: creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas mansiones; si no, no os habría dicho que voy a prepararos un lugar. Y cuando haya ido y os haya preparado un lugar, volveré y os tomaré conmigo, para que donde esté yo estéis también vosotros. Y ya sabéis el camino adonde yo voy.” Le dijo Tomás: “Señor, no sabemos adónde vas; ¿cómo podemos saber el camino?” Respondió Jesús: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí.”

Así como Jesús es el único Camino al Padre Celestial –como veíamos en la meditación de ayer–, así también puede decir de Sí mismo que es la Verdad.

El Señor no nos sugiere un cierto sistema filosófico, sino que se nos da Él mismo, como Persona.

Como es correcto, la filosofía reflexiona sobre la cuestión de la verdad. De hecho, la verdad como una realidad objetiva es un asunto determinante. Si la cuestión de la verdad se desliga de su objetividad, entonces los seres humanos caeríamos en un subjetivismo y cada cual viviría conforme a su propia verdad.

Lamentablemente este “relativismo” es una tendencia bastante difundida en nuestro tiempo, que aporta en gran medida a la confusión de las personas. Si ya no se plantea la cuestión de la verdad, aparecen incontables ideologías, y una cierta “anarquía espiritual” entra en la vida de los hombres. De esta forma, las fuerzas de la oscuridad y el demonio tienen un “juego fácil” con las personas, que se vuelven cada vez más ciegas frente a la verdad.

Al reflexionar filosóficamente sobre la verdad, una de las conclusiones es que ésta debe corresponder a la realidad objetiva. Esto subraya las palabras del Señor, porque sólo Él, como Hijo de Dios, puede decir: “Yo soy la Verdad.” En cierto modo, es la prueba de que Él mismo es Dios, como nos lo presenta la luz sobrenatural de la fe. Para llegar a este conocimiento, necesitamos del Espíritu Santo, el Espíritu de Verdad, quien nos conduce a la verdad plena (cf. Jn 16,13).

A la luz de la fe, ahora queda claro lo que significa vivir en la verdad: es vivir en conformidad con Aquél quien es la Verdad misma, Dios.

De este modo, se pueden entender aquellas palabras que Jesús dijo a los judíos que discutían con Él, y que rechazaban Su pretensión de anunciar y de ser la verdad: “El que es de Dios, escucha las palabras de Dios; vosotros no las escucháis, porque no sois de Dios.” (Jn 8,47)

Al mismo tiempo, Jesús dice claramente cuál es esa fuerza que se resiste a la verdad:

“Vosotros sois de vuestro padre el diablo y queréis cumplir los deseos de vuestro padre. Este era homicida desde el principio, y no se mantuvo en la verdad, porque no hay verdad en él; cuando dice la mentira, dice lo que le sale de dentro, porque es mentiroso y padre de la mentira.” (Jn 8,44)

A la Iglesia le ha sido encomendado un enorme tesoro: nada menos que ser Maestra de la verdad al anunciar al Señor.

Por tanto, la verdad no es algo que descubramos juntos en un proceso de diálogo con otras religiones; sino que la Verdad tiene un Nombre que les ha sido revelado a los hombres. La parte que le corresponde al cristiano es solamente la de vivir cada vez más de acuerdo a esta verdad, en el seguimiento del Señor; es decir, aplicar cada vez mejor Sus Palabras, permitir que Su Espíritu nos impregne y penetre en todos los campos de nuestro ser.

Si en este evangelio Jesús le dice a Tomás: “Ya sabéis el camino adonde yo voy”, también a nosotros nos diría lo mismo. Sí, de hecho, no solamente conocemos el camino a la verdad; sino que, en Él, nos hemos encontrado con la Verdad misma. Por eso, es falsa humildad si nosotros, los católicos, ya no afirmarmos que la verdad nos ha sido confiada y que los pueblos han de conocerla.

De esta falsa humildad resulta la infidelidad para con el encargo recibido del Señor. Muchas veces es causada por los respetos humanos. También las personas de otras religiones, que buscan a Dios, tienen derecho a conocer la fe sin recortes, con la veracidad única que le es propia. ¡Tienen derecho a la verdad! ¿Acaso podemos privarlos de esta verdad, o relativizarla hasta el punto de hacerla irreconocible? ¿Podemos simplemente dejar que los hombres sigan viviendo en la ilusión de que “da lo mismo qué se cree”?

La verdad no es una posesión sobre la cual se pueda disponer. Uno no puede “apoderarse” de la verdad para sentirse superior a los demás. ¡Eso ciertamente no!

Con humildad hemos de reconocer que, a menudo, no vivimos la verdad como se debería. ¡Pero nunca podríamos decir que no conocemos la verdad, ni tampoco debilitarla hasta el punto de que quede deformada! ¡Eso sería negar al Señor! Sabemos muy bien cómo deberíamos vivir conforme a las Palabras de Jesús, y el Espíritu Santo es nuestro Maestro, quien nunca se cansa de guiarnos. Asimismo, sabemos que el mensaje del Señor –que es la Verdad– se dirige a todas las personas.

El lema pontifical del Papa Benedicto XVI. era: “cooperante de la verdad”. Podemos apropiarnos de este lema, y entender el anuncio del Señor como un servicio a la verdad. Con esta conciencia hemos de vivir como cristianos, estando dispuestos también a sufrir perjuicios por causa de esta verdad.

Para concluir, guardemos en nuestro corazón las siguientes palabras de Santa Catalina de Siena; una mujer que tuvo la valentía de corregir incluso a los más altos jerarcas, cuando éstos erraban. De hecho, esto también hace parte del seguimiento de Cristo: asumir responsabilidad cuando se ve que no se está actuando conforme a la verdad…

“La verdad no calla cuando es tiempo de hablar; no conoce temor ante los hombres de este mundo. Tampoco tiene miedo a dar su vida. la verdad tiene la valentía de reprender, pues la santa justicia está junto a ella. La verdad calla cuando es tiempo de callar, pero, al soportar silenciosamente, su grito es fuerte, porque la verdad no es ignorante. Antes bien, sabe distinguir muy bien, y reconoce dónde está en riesgo la mayor gloria de Dios y la salvación de las almas.” (De la carta # 284)


Harpa Dei acompaña musicalmente las meditaciones que a diario ofrece el Hno. Elías, su director espiritual. Éstas se basan normalmente en las lecturas bíblicas de cada día; o bien tratan algún otro tema de espiritualidad.
http://es.elijamission.net

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