EL CAMINO DE ADVIENTO – Día 22: “Preparación inminente para Navidad”

Durante las tres primeras semanas de Adviento, nos hemos preparado para la Venida del Señor desde tres perspectivas diferentes.

  • En la primera semana, meditamos sobre la venida histórica de Jesús al mundo a través de los textos bíblicos y la liturgia, que atestiguan el advenimiento del Redentor.
  • En la siguiente semana reflexionamos sobre el nacimiento de Cristo en nuestro corazón, de modo que el acontecimiento bíblico también se haga realidad en nuestro interior. Y es que el Señor no solo quiso nacer en Belén, sino que también quiere vivir de forma real en nuestros corazones.
  • En la tercera semana, nos centramos en el tema de la Segunda Venida del Señor, que debería despertarnos para aprovechar el tiempo y allanarle el camino.

Para que la vida cristiana sea plena, estos tres aspectos deben ir de la mano y hay que tenerlos presentes. Sin la realidad histórica de la Redención, nuestra fe sería un mito; sin su interiorización, carecería de profundidad; y sin la perspectiva del Retorno de Cristo, perdería su enfoque en la meta y se reduciría su dinamismo.

Para llevar una vida atenta en el seguimiento de Cristo, que se alimenta de la Palabra y del Sacramento, que nos abre a la dimensión mística y está enfocada en la meta, necesitamos la presencia especial del Espíritu Santo. Él es la memoria viva de lo que Jesús dijo e hizo (cf. Jn 14,26); ha sido derramado en nuestros corazones (cf. Rom 5, 5) y no se cansa de recordarnos que el Señor vuelve, para que permanezcamos sobrios y vigilantes y estemos preparados.

Volvamos ahora nuestra mirada a Belén, hacia donde se dirigen María y José:

«Por aquel entonces se publicó un edicto de César Augusto, por el que se ordenaba que se empadronase todo el mundo. Este primer empadronamiento tuvo lugar siendo Cirino gobernador de Siria. Todos fueron a empadronarse, cada cual a su ciudad. También José subió desde Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, llamada Belén, por ser él de la casa y familia de David, para empadronarse con María, su esposa, que estaba encinta» (Lc 2,1-5).

Para María y José no había sitio en el albergue (cf. Lc 2, 7 c), por lo que tuvieron que conformarse con una pobre gruta. Tal vez sus corazones sintieron cierta angustia al ver las posadas abarrotadas y la proximidad del nacimiento. Pero una gruta les ofreció refugio. María y José habrán aguardado con alegría, agradecidos por haber encontrado un lugar, aunque fuera sencillo, para el nacimiento del Hijo de Dios.

Seguramente la Virgen meditó una y otra vez las palabras que el ángel le había anunciado: «No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios. Vas a concebir en tu seno y a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. Él será grande, le llamarán Hijo del Altísimo y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin» (Lc 1,30-33).

San José, a quien la Escritura describe como un «hombre justo» (cf. Mt 1,19), debió de contemplar con asombro lo que sucedía con la mujer que le había sido encomendada y con el Niño que ella esperaba.

Comprender los caminos de Dios, que superan con creces nuestra forma de pensar, es un proceso constante. Cada hora, cada día que pasaban cerca de su Hijo divino, que pronto se haría visible, habrá llenado su corazón de gran alegría. La espera del nacimiento, todos los preparativos, cada gesto —por pequeño que fuera— era un servicio al Señor.

Ahora bien, también nosotros podemos unirnos conscientemente a esta espera. Es algo siempre nuevo, ya que día a día podemos conocer mejor el amor de nuestro Redentor. En el Niño de Belén encontraremos al mismo Señor, y a Él podremos aprender a comprenderlo mejor cada día. Su amor y su sabiduría son insondables (cf. Rom 11,33), para asombro de los ángeles y de los hombres. No todo se comprende con palabras. Basta con mirar al Niño y dejarse mirar por Él, como una madre contempla enamorada a su hijo.

Pidamos a la Virgen y a san José aquel amor con el que esperaron a Jesús y aquella ternura con la que prepararon su llegada.

______________________________________________________

Meditación sobre la antífona O del 21 de diciembre: https://es.elijamission.net/o-oriens-2/

Descargar PDF

Supportscreen tag