V. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi (Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos)
R. Quia per Crucem tuam redemisti mundum (Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo).
Una vez más nos encontramos con María en el Vía Crucis, así como en la Cuarta Estación y a los pies de la Cruz.
Dios quiso que su Hijo, a quien Ella dio a luz, volviera a ser colocado en su regazo después de su muerte, antes de descender al Reino de los muertos para anunciar la Buena Nueva a los que allí le esperaban, para que también ellos recibieran la gracia de la Redención.
En nuestra Madre María podemos ver la imagen de la Iglesia. A la Iglesia le ha sido confiado el misterio de la Muerte y Resurrección de Cristo. Ella anuncia su Muerte y proclama su Resurrección hasta el final de los tiempos. Ella administra y dispensa a los hombres todas las gracias que Jesús nos obtuvo en la Cruz. Ella hace presente todo lo que Jesús dijo e hizo.
Nuestra amada Madre está presente al inicio, en la Encarnación, y también al final, antes de que la luz de la Resurrección inunde y transforme todo. Ella, como figura de la Iglesia, administra todas las gracias que Dios ha preparado para la humanidad.
Así, la Iglesia reza también por los difuntos que murieron después de Cristo, para que, en virtud de la gracia y por la intercesión de los santos, sean totalmente purificados y puedan llegar a la unión plena con Dios por toda la eternidad.
Oración: “Señor, concédenos clemente la salvación y la paz, para que tu Iglesia, tras haber superado todos los obstáculos y errores, te sirva en plena libertad, por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.”
Padre Nuestro, Ave María y Gloria