Lucifer enceguece a los hombres (Parte II)

En la meditación de ayer, habíamos reflexionado sobre el enceguecimiento de Lucifer, tal como se lo describe en el capítulo 28 del profeta Ezequiel, refiriéndose al rey de Tiro: “Tu belleza te hizo altanero, corrompiste tu sabiduría por causa de tu esplendor. Y yo te precipité por tierra.” –dice el versículo 17. La ceguera de Lucifer continúa, y ahora él intenta de todas las maneras posibles engañar a los hombres e involucrarlos en su propia rebelión contra Dios. Por lo general, él oculta sus verdaderas intenciones, para poder influenciar más fácilmente a las personas. En el caso extremo, su influjo puede llegar hasta una posesión.

El rostro diabólico de Satanás no siempre se lo identifica inmediatamente. Como habíamos mencionado ayer, él también se disfraza como ángel de luz (cf. 2Cor 11,14), para esconder sus verdaderas intenciones.

Mostrándose como ángel de luz, Lucifer deslumbra a los hombres, de modo que éstos no son capaces de reconocer ni sus verdaderas intenciones, ni tampoco la maldad objetiva de un acto. Puede llegar hasta el punto de presentarse como una especie de humanista, que aparentemente quiere hacer el bien a los hombres; pero en realidad los arrastra al abismo.

Gracias a una intervención de Monseñor Schneider, pudimos ayer echar un breve vistazo a la masonería, en cuyos grados superiores la figura indefinida del “Gran Arquitecto del Universo” se desvela como Lucifer, que es considerado como un “buen dios”.

¡Qué ceguera tan tremenda y peligrosa!

Por lo general, los masones suelen trabajar al servicio de Satanás “detrás de la cortina” (aunque ciertamente muchos de ellos no saben a qué espíritu están sirviendo). Pero desde allí mueven los hilos hasta en la política, como se ha testificado repetidamente.

Sin embargo, más allá de la masonería, habrían muchos otros ejemplos de cómo las personas enceguecidas hacen cosas sin tener idea de que están promoviendo y llevando a cabo las obras del mal. Tomemos como ejemplo drástico el aborto… Hoy en día, son casi exclusivamente las personas que viven a la luz de la fe las que reconocen su bajeza y su carácter reprobable. Sin embargo, para cada persona debería ser evidente que aquí se está destruyendo violentamente la vida de un ser inocente. Pero el enceguecimiento causado por Lucifer en los hombres, ha llegado hasta el punto de querer considerar esta injusticia que clama al cielo –del asesinato deliberado de un niño no nacido– como un “derecho de la mujer”, como un medio legítimo para el control poblacional y como un progreso en la política que debería promoverse a nivel global.

Entonces, se invierten completamente los valores, de modo que la razón humana queda oscurecida. La persona en cuestión no se da cuenta de que ella misma está matando y convirtiéndose en instrumento de una “cultura de muerte”, ni tampoco reconoce que, a través del aborto, se está dando una especie de suicidio de algunas naciones.

¿Qué es lo que ha sucedido con una persona para llegar hasta el punto de considerar lo malo bueno, y lo bueno, malo? En primera instancia, hay que suponer que la mayoría de personas que, en el caso de nuestro ejemplo, tienen una visión positiva del aborto, han perdido la luz de la fe o nunca la tuvieron. En lugar de esta luz, que nos transmite el valor de cada vida humana creada por Dios, lo cual es entendido por la razón, se intromete una “luz distinta”; o, mejor dicho, una oscuridad, una sombra… Esta sombra o “falsa luz” nos dice ahora que, por ejemplo, en las primeras semanas de embarazo aún no puede hablarse de que sea una persona humana, o que un aborto sería justificado si las circunstancias de vida no parecen ser las adecuadas para un hijo, o que es un niño “no deseado”, entre muchas otras razones.

Lo que todas estas razones tienen en común es que no tienen en vista a Dios ni el derecho a vivir del niño que está formándose en el vientre materno. Se puede decir, entonces, que el entendimiento está siendo manipulado por una “falsa luz” (un falso conocimiento, una ideología, etc.), de modo que coopera en la obra destructiva del que fue “homicida desde el principio” (cf. Jn 8,44). Son personas enceguecidas…

Para mí es importante que entendamos cómo es que actúa Lucifer para engañar a los hombres. Él se intromete entre la verdad revelada por Dios y el entendimiento humano, oscureciendo a ambos con una “falsa luz”.

¿Por qué desarrollo este tema?

Me preocupa la cuestión de cómo la influencia de Lucifer puede actuar en la actual pandemia, y cómo hemos de contrarrestarla.

¿Será que tienen razón aquellos cardenales y obispos que advirtieron en un escrito de que se estaría utilizando la actual pandemia para instaurar una especie de gobierno mundial dictatorial? ¿O son meras teorías de conspiración? ¿Será que hay fuerzas detrás que, sabiéndolo o no, están preparando la venida de un anticristo o del “último Anticristo”? ¿Cuál es en todo esto el papel de las grandes organizaciones y asociaciones políticas, que no pocas veces tienen posturas anticristianas? ¿Será que, más allá de la preocupación justificada por evitar la propagación del virus, se está generando un pánico para luego forzar a las personas a someterse a una vacunación obligatoria, cuya sustancia podría incluir material de fetos abortados? ¿Qué hemos de pensar sobre el uso obligatorio de mascarillas?

Este asunto va más allá de los temas propiamente espirituales. Sin embargo, en tiempos particulares como los que estamos viviendo en esta pandemia, necesitamos de una gran vigilancia para saber leer los signos de los tiempos e identificar también las máscaras detrás de las cuales se oculta Lucifer para engañar a los hombres. Dios, en cambio, no porta ninguna máscara, y Él ayudará a los Suyos para que no sean enceguecidos y puedan ayudar a otros a no dejarse engañar y a ponerse en camino hacia Dios.


Harpa Dei acompaña musicalmente las meditaciones que a diario ofrece el Hno. Elías, su director espiritual. Éstas se basan normalmente en las lecturas bíblicas de cada día; o bien tratan algún otro tema de espiritualidad.
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