Conocer más profundamente al Padre

Palabras del Padre tomadas del Mensaje a la Madre Eugenia Ravasio:

“Reconozco que me honráis en mi Hijo, y que hay personas que saben elevar todo hacia mí por medio de mi Hijo; pero son pocos, muy pocos. Sin embargo, no penséis que glorificando a mi Hijo no me glorificáis a mí también. ¡Claro que me glorificáis así, porque yo vivo en mi Hijo! Por tanto, todo lo que es para gloria Suya lo es también para la mía.  

Pero yo quisiera ver al hombre honrando a su Padre y Creador de forma especial, con un culto particular. Cuanto más me honréis a mí, más honraréis a mi Hijo, dado que fue por mi Voluntad que Él se hizo Verbo encarnado y vino en medio de vosotros, para haceros conocer a Aquel que lo envió.

Cuando me conozcáis mejor, me amaréis a mí y amaréis a mi Hijo predilecto más de lo que lo hacéis ahora. Mirad cuántas criaturas mías, que se habían hecho mis hijos por el misterio de la Redención, no se encuentran ya en las praderas que he establecido para todos los hombres por medio de mi Hijo. Mirad cuántos otros –y vosotros lo sabéis– ignoran la existencia de estos prados, y cuántas criaturas mías se han escapado de mis manos, y ni siquiera conocen la mano que los ha creado. Vosotros no los conocéis, pero yo los conozco a todos.”

Es evidente que el motivo por el cual nuestro Padre nos pide esta veneración especial es para poder estar más cerca de nosotros y concedernos aún más gracia.

Nosotros, como católicos, sabemos que todas las oraciones son ofrecidas al Padre por medio de Jesucristo, Nuestro Señor. No cabe duda de que es éste el camino correcto y grato a Dios. Como lo decía el Padre en este pasaje, también hay quienes saben aplicar en su vida de fe este ofrecimiento al Padre por medio del Hijo, como sucede por excelencia en la Santa Misa. Pero –como se decía– son pocos…

Lo que el Padre quiere es que adquiramos aquella relación sumamente personal y amorosa con Él, como nuestro Padre Celestial, tal como Él lo ha dispuesto para notros. Entonces, teniendo nosotros un corazón abierto, el Padre podrá concedernos todo aquello con lo cual quiere consentirnos en Su amor, haciéndonos a la vez más capaces de amar a las otras personas.

Lógicamente todos los actos de amor y glorificación que le rindamos a Nuestro Señor Jesús se los daremos igualmente al Padre, porque Jesús y el Padre son uno (cf. Jn 10,30). Y asimismo –como nos decía esta parte del Mensaje– toda honra y amor que le mostremos al Padre, honrará tanto más a Nuestro Señor.

Entonces, hemos de aprender aún más que todo procede de nuestro Padre, y estar conscientes de ello también en nuestra vida de fe personal. Estamos invitados a tener una relación con cada una de las Personas Divinas. Y en esta revelación privada que de momento estamos meditando, el Padre nos llama a dirigirnos de manera especial a Él, puesto que de Él todo procede.

Mientras escribo estas palabras, estoy pensando cómo es esto en mi caso personal. Quizá a uno que otro le ayude… Al Padre yo lo amo como Creador y confío en Él como Padre; al Hijo, como mi Señor y hermano; al Espíritu Santo, como amigo y maestro. En mi vida espiritual, me doy cuenta de que, dependiendo de la situación específica, me dirijo bien sea al Padre, o al Hijo, o al Espíritu Santo.

Pero de ninguna manera debemos temer que, al dirigirnos intensamente a una Persona Divina en particular, estaríamos descuidando a las otras dos. Todo vuelve siempre al Padre. Y es esto lo que el Señor quiere que entendamos y acojamos más profundamente en el corazón.

Mientras que esta primera parte de la meditación se refería a la profundización de nuestra relación con Dios como creyentes, la segunda parte nos hace ver a las muchas personas que están extraviadas y no acogen lo que Dios ha destinado para ellas. En efecto, duele ver cómo las personas buscan su felicidad y no la encuentran. Hay quienes buscan en otras religiones y sistemas de creencias, pero no en las praderas que Dios nos ofrece en su Hijo. Y si a nosotros nos duele, ¡cuánto más al Padre!

Están también aquellos otros que prácticamente no conocen la Iglesia de Dios, el sitio en el cual Dios ha establecido su pradera para los hombres. Luego están también aquellos que viven muy alejados de Dios, que se han escapado de Sus manos y no lo conocen siquiera.

Al escuchar el lenguaje de amor que el Padre emplea en este extracto, entendemos por qué Él no descansa hasta conducir de regreso a casa a los hombres por Él creados, y emprende todos los caminos posibles para conquistarlos. Y también a nosotros nos invita a ello. Esta “urgencia del amor” fue la que llevó a San Pablo a “trabajar más que los demás”, como él mismo lo expresa (1Cor 15,10). Es el mismo fuego de amor que arde en Dios; aquel fuego que, conforme al deseo de Jesús, debería arder en la tierra (cf. Lc 12,49).

Si intentamos captar mejor aún el amor de nuestro Padre, amando así también más al Hijo y dejando obrar en nosotros el fuego del Espíritu, se hará realidad aquello que el Señor dijo a Sus discípulos: “Vosotros sois la luz del mundo” (Mt 5,14).


Harpa Dei acompaña musicalmente las meditaciones que a diario ofrece el Hno. Elías, su director espiritual. Éstas se basan normalmente en las lecturas bíblicas de cada día; o bien tratan algún otro tema de espiritualidad.
http://es.elijamission.net

Supportscreen tag