VÍA CRUCIS – XII Estación: “Jesús muere en la cruz”  



V. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi (Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos)

R. Quia per Crucem tuam redemisti mundum (Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo).

“Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” (Mt 27,46).

“Todo está cumplido” (Jn 19,30).

Estas son dos de las palabras que escuchamos de boca de Jesús antes de expirar, según el testimonio de los evangelios.

“Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” –exclama Jesús en representación nuestra, puesto que Él carga en la cruz todo el peso de nuestros pecados. El pecado nos separa de Dios, desfigura nuestro ser, nos desarraiga y nos conduce hacia el abismo de la nada: falta de sentido, desesperanza, dependencia del pecado y de aquel que quiere inducirnos a pecar…

¡Cuánta soledad, qué lejanía de Dios! ¡Qué terrible destino padecen ya en esta vida aquellos que viven en pecado! El vacío en su interior, la falta de auténtica alegría, la inseguridad, tantas falsas ilusiones…

«Dios mío, ¿por qué me has abandonado?». —podría exclamar el alma que se halla en este estado. Jesús asume su condición y grita en representación de aquel alma.

A los pies de la cruz, vemos a la Madre de Jesús, al discípulo amado y a las mujeres fieles. Ellos soportan verlo morir así porque han sido tocados por el amor de Dios.

Precisamente en las etapas más difíciles de nuestro camino de seguimiento de Cristo, cuando participamos de su sufrimiento, es cuando menos estamos solos, pues Dios está muy cerca de nosotros.

Pero también escuchamos aquella otra palabra del Señor antes de expirar: “¡Todo está cumplido!”

Jesús ha redimido al mundo. Lo ha conseguido, ha soportado todo hasta el final, abriendo así de una vez y para siempre la puerta de la gracia para todos los hombres. Sea quien sea y venga de donde venga, ¡todos pueden acudir a la cruz con todo lo que han hecho! En ella encontrarán consuelo, sanación y perdón, porque todo está consumado y la humanidad ha sido redimida.

Esta redención se ofrece a todos los hombres en todos los tiempos.

Oración: “Señor, concédenos clemente la salvación y la paz, para que tu Iglesia, tras haber superado todos los obstáculos y errores, te sirva en plena libertad, por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.”

Padre Nuestro, Ave María y Gloria

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