VÍA CRUCIS – X Estación: “Jesús es despojado de sus vestiduras”  


V. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi (Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos)

R. Quia per Crucem tuam redemisti mundum (Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo).

A los verdugos que tenían el encargo de matar a Jesús no les bastó con crucificarlo. Quisieron humillarlo aún más al despojarlo de sus vestiduras.

Nosotros, los hombres, somos despojados de nuestra dignidad cuando pecamos.  Mientras que la gracia nos envuelve con la luz de Dios y nos transforma con la vida divina, el pecado desgarra la túnica de la gracia y nos deshonra, de manera que quedamos desnudos y desprotegidos, poniendo en peligro nuestra dignidad.

Jesús sufre esta humillación por nosotros, aunque en su caso no sea consecuencia del pecado. Dondequiera que las personas se denigran a sí mismas o son despojadas por otros, Él padece nuevamente esta afrenta por nosotros.

Cuando sufrimos humillación a manos de otros, en el fondo se trata solo de una aparente victoria de las tinieblas. En el caso de Jesús, la violencia solo domina exteriormente. En su interior, el Señor permite todo esto movido por el amor. Él, que a cada instante podría llamar legiones de ángeles en su ayuda, no se defiende (cf. Mt 26, 53).

¡Pero nadie puede despojar al Señor de su dignidad interior!

Cuando otros nos infligen sufrimiento, podemos tomar parte en la deshonra y el despojo que padeció el Señor, sabiendo que nadie puede robarnos nuestra dignidad más profunda como hijos de Dios.

Si unimos nuestro dolor al de Jesús, el sufrimiento se ennoblece y Dios lo inserta en su obra de salvación.

Oración: “Señor, concédenos clemente la salvación y la paz, para que tu Iglesia, tras haber superado todos los obstáculos y errores, te sirva en plena libertad, por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.”

Padre Nuestro, Ave María y Gloria

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