VÍA CRUCIS – III Estación: “Jesús cae por primera vez bajo la cruz”

  1. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi (Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos)
  2. Quia per Crucem tuam redemisti mundum (Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo).

¡El camino del Señor es inimaginablemente difícil! No era solo el sufrimiento físico lo que le atormentaba, sino sobre todo el peso del pecado que Él cargó a la cruz por nosotros, los hombres. Si un solo pecado nos pesa inmensamente hasta habérselo presentado al Señor y haber recibido su perdón, ¡cuánto más las incontables culpas de toda la humanidad!

“Fue herido por nuestras faltas, molido por nuestras culpas. Soportó el castigo que nos regenera, y fuimos curados con sus heridas” (Is 53,5).

Solo en la eternidad seremos capaces de ver y reconocer, llenos de gratitud, la inmensidad del sufrimiento de Jesús, y nunca nos cansaremos de alabarle.

La caída del Señor bajo la cruz puede ser también un consuelo para nosotros.

Aquellos que intentan seguir a Jesús pueden sentir a veces que ya no les queda fuerza: la vejez, las enfermedades, los combates interiores, el rechazo de las tentaciones, las derrotas que experimentan en el camino, entre tantas otras cosas. Todo esto puede debilitarnos y desgastarnos hasta el punto de hacernos caer bajo el peso de la cruz.

¡Pero entonces hemos de mirar al Señor! Él cae y se vuelve a levantar por nosotros, y sigue su camino para cumplir su misión hasta el final. Con este acto, nos da la fuerza para levantarnos después de cada caída y seguir caminando en pos de Él. Sigámosle paso a paso, día tras día. Tal vez ya no podamos avanzar a pasos agigantados, sino solo con pasos pequeños, quizá a veces minúsculos. Pero seguimos caminando por amor a Jesús. Entonces constataremos que fue Él quien nos sostuvo, porque también nosotros hemos de cumplir nuestra misión hasta el final.

Oración: “Señor, concédenos clemente la salvación y la paz, para que tu Iglesia, tras haber superado todos los obstáculos y errores, te sirva en plena libertad, por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.”

Padre Nuestro, Ave María y Gloria

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