NOTA: Puesto que en este año la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús cae en el 24 de junio, la Fiesta de la Natividad de Juan Bautista fue anticipada al día de hoy.
Hch 13,16.22-26
En aquellos días, Pablo dijo: “Israelitas y cuantos teméis a Dios, escuchad: Dios depuso a Saúl y les suscitó por rey a David, de quien precisamente dio este testimonio: ‘He encontrado a David, el hijo de Jesé, un hombre según mi corazón, que realizará todo lo que yo quiera.’ De su descendencia, Dios, según la Promesa, ha suscitado para Israel un Salvador, Jesús. Juan predicó como precursor, antes de su venida, un bautismo de conversión a todo el pueblo de Israel.
“Al final de su carrera, Juan decía: ‘Yo no soy el que vosotros os pensáis; sabed que viene detrás de mí uno a quien no soy digno de desatar las sandalias de los pies.’ Hermanos, hijos de la raza de Abrahán, y cuantos entre vosotros teméis a Dios: a vosotros ha sido enviada esta palabra de salvación.”
En el ciclo litúrgico, se celebran solamente tres nacimientos: el del Señor, el de la Virgen María y el de Juan el Bautista. Esto indica la gran importancia que la Iglesia le da a aquél que fue el Precursor de la venida de Cristo.
Juan el Bautista fue elegido por Dios ya en el vientro materno. En torno a su nacimiento habían sucedido cosas extraordinarias, que llegaron a oídos de muchos (cf. Lc 1,65-66). Posteriormente, su misión lo condujo al desierto, donde bautizaba y llamaba a las personas a la conversión (cf. Mt 3,1-2). En la vida de Juan Bautista, la conversión es el concepto clave, pues él representaba la Ley de Dios. La conversión significa colocar toda la vida bajo el dominio de Dios y hacer penitencia por los pecados cometidos.
Sin duda no podríamos subsistir sin el perdón de Dios; pero una verdadera reconciliación con Él sólo puede darse si el hombre reconoce sus pecados, se arrepiente, los confiesa y pide perdón.
Si esta era la condición en tiempos de Juan, se mantiene en pie también después de la venida del Mesías. Está claro que Jesús nos facilitó el camino para recibir el perdón y nos mostró la misericordia de Dios con una claridad sin precedentes. Sin embargo, sigue vigente la exigencia de apartarse del pecado y aceptar con sinceridad la oferta de la gracia.
Juan pudo ser testigo de la Venida de Aquel a quien había preparado el camino. Una vez que lo reconoció como “aquel que tenía que venir” (cf. Mt 11,2-6), Juan supo que debía ‘disminuir’ para que Aquél creciera (cf. Jn 3,30). Esto significa que él debía dar un paso atrás con su mensaje, puesto que, en la Venida del Hijo de Dios, había llegado a cumplimiento lo que él había anunciado.
Al final de sus días, Juan sella su extraordinario testimonio profético, entregando su vida por la verdad. No tuvo reparo en reprochar a Herodes su modo de vivir, contrario a los mandamientos del Señor (cf. Mc 6,18). Su valentía le costó la vida, pues Herodías, que le guardaba rencor por haber declarado ilícita su relación con el rey (cf. Mc 6,19), aprovechó la ocasión oportuna para vengarse de él.
El testimonio de Juan puede plantearnos cuestionamientos hasta hoy… ¿Sigue en pie en estos tiempos la actitud firme del Bautista en las cuestiones morales? ¿O es que con el paso del tiempo las cosas han cambiado?
Hoy podemos ver que, en muchos países, la Iglesia adopta una posición más liberal, que no pocas veces se justifica en nombre de una mayor misericordia. Son pocos los que aún se atreven a señalar las situaciones de vida desordenadas y a llamar a las personas a la conversión.
Sin embargo, los mandamientos de Dios no han cambiado tras la Venida de Jesús. Él no sólo los confirmó, sino que incluso aumentó la exigencia, dejándonos en claro que ya en la intención se puede pecar, cuando no se la refrena (cf. Mt 5,28).
Vemos, pues, que el mensaje de Juan Bautista no ha perdido su actualidad.
En la vida espiritual es importante escuchar siempre al Espíritu Santo, y entender nuestra vida como un constante proceso de conversión. Dios quiere morar y penetrar cada vez más en nosotros. Él nos da todas las facilidades, pero quiere que nos dejemos mover por la gracia y que cooperemos con ella.
También hoy tenemos que aferrarnos a la Verdad revelada, y, si Dios permite que lleguemos a una situación tal, incluso estar dispuestos a dar la vida por ella. En el caso de Juan Bautista, sufrió el martirio por su fidelidad a los mandamientos de Dios. También podríamos decir que fue un mártir por la santidad del matrimonio.
¡Cuán importante es este testimonio, especialmente en nuestros días, cuando los ataques al matrimonio vienen de todas partes! ¡Gracias, San Juan!