Continuemos hoy con una meditación más sobre la vida de Santa Juana de Arco.
La doncella de Orléans había sido entregada a manos de los ingleses y tendría que pasar un año entero en prisión. Fue llevada a Rouen, una ciudad francesa que aún estaba bajo dominio inglés. Allí fue encarcelada.
Una de las experiencias más dolorosas para Juana fue la hostilidad de algunos clérigos que cooperaban con los ingleses. Lo que querían sus enemigos era que la Iglesia condenase a Juana como bruja, para alcanzar dos propósitos:
1) Querían demostrar así que la doncella no era una enviada de Dios para liberar a Francia; sino que había actuado por orden de un poder oscuro.
2) Una vez demostrado lo primero, la coronación de Carlos VII ya no sería a los ojos de las personas una obra de Dios, y ya no sería él considerado como rey legítimo. Así se podría socavar su autoridad, pues la habría obtenido mediante la ayuda de una bruja.
Vemos que a los ingleses no les hubiese bastado con encarcelar y matar a su peor enemigo, que era la “doncella de Orléans”; sino que querían despojarla de su honor y borrar toda evidencia de que era enviada por Dios. Y para alcanzar esta meta, los ingleses necesitaban contar con la ayuda de la Iglesia. Éste es, ciertamente, uno de los capítulos más tristes de la historia de nuestra Iglesia, porque fueron un obispo y muchos clérigos quienes se prestaron para este propósito tan desleal.
No queremos hacer especulaciones sobre lo que movió al obispo Cauchon de Beauvais a presidir este proceso ilegal. Lo cierto es que, de inicio a fin, fue un juicio tremendamente injusto. En el proceso contra Juana no se trataba de buscar la verdad, sino que se quería sacar de ella afirmaciones que pudiesen emplearse en su contra. Pero no les resultó nada fácil a los esbirros… ¡Dios le mostraba a Juana las trampas que le estaban poniendo y ella daba siempre la respuesta acertada! Sin embargo, el tribunal no se dejó impresionar, porque tenían clara la meta: Juana debía ser condenada como bruja y morir públicamente en la hoguera. Los clérigos que hacían de abogados de Juana fueron amenazados; su confesión fue espiada… Muchas otras cosas ilegales e indignas sucedieron a lo largo del proceso, de manera que, 24 años después, la Iglesia lo declaró inválido.
Para Juana era muy difícil saber que se acercaba a la muerte en la hoguera. ¡Esa era la muerte que más temía! Sus “voces” le habían dicho que sería liberada a través de un gran triunfo. Juana lo había interpretado en sentido militar y esperaba ansiosa el momento de su liberación. Sin embargo, sus acompañantes celestiales se referían a otra clase de victoria: su mayor triunfo sería el de entregar en manos de Dios su vida, en la flor de su juventud, aceptando la pasión y muerte como Dios las permitía.
Desde el punto de vista humano, no era una muerte heroica sobre el campo de batalla. ¡Al contrario! Se hacía todo para humillar a la doncella.
Juana fue siempre una hija fiel de la Iglesia y nunca atentó contra su doctrina. Sin embargo, se le negó su identidad católica en nombre de la Iglesia, al ser condenada como bruja. Antes de ser quemada, la doncella pura fue casi completamente desnudada ante la multitud que se había congregado en la plaza del mercado en Rouen. A menudo la literatura continuó humillándola: muchas veces ha sido representada como una loca; otras tantas como sanguinaria; y, en fin, su historia no pocas veces ha sufrido deformaciones que no tienen nada que ver con su ser.
Al verla con los ojos de la fe, en cambio, notaremos muchas semejanzas con Nuestro Señor, a quien ella seguía y tanto amaba. De aquí le viene el gran honor, que supera toda honra que este mundo pueda dar. Juana se hizo semejante al Señor en la muerte, dando su vida para cumplir la Voluntad de Dios. Juana tuvo que sufrir por llevar a cabo la misión que Él le había encomendado; fue entregada por las autoridades religiosas a los verdugos civiles; fue humillada y burlada públicamente; su muerte en la hoguera se asemejó a la muerte en cruz de Jesús…
Con los ojos de la fe podemos ver a nuestra santa rodeada de una gran gloria, teniendo el honor de asemejarse tanto al Señor. ¡Qué alegría habrá sido para Dios que una mujer tan joven haya estado dispuesta a todo para cumplir su Voluntad! Al beber del cáliz de la pasión, Juana consumó su misión en este mundo.
Francia quedó totalmente liberada del dominio inglés, y así fue preservada también del cisma anglicano que se produjo en Inglaterra sólo un siglo después a causa de Enrique VIII.
La última frase de Santa Juana antes de morir fue que sus voces no la habían engañado. Después exclamó siete veces el nombre de Jesús. Tras su muerte, el verdugo se arrepintió de haber participado en la ejecución, y muchos otros hicieron penitencia. Pero, como por milagro, el corazón de la santa no se quemó. Entonces, pretendiendo borrar toda su memoria, sus enemigos arrojaron el corazón intacto junto con sus cenizas en el río Sena.
¡Pero la maldad sólo aparentemente se lleva el triunfo! Es Dios quien tiene todo en sus manos y lo conduce a las metas que Él ha dispuesto. El recuerdo de aquella joven -llamada usualmente “la pucelle”; es decir, la virgen o doncella- no pudo ser extirpado. Hasta hoy en día se intenta comprender su historia. Algunos parecen lograrlo; otros, en cambio, la desfiguran por completo.
Entonces: ¿quién fue la “doncella de Orléans”?
La respuesta es sencillísima: Dios la escogió en su amor y Ella correspondió totalmente a este amor. Sólo desde esta perspectiva podrá entenderse su historia, porque Juana fue y sigue siendo una hija amada de Dios; un gran regalo, no sólo para Francia y para la Iglesia, sino para la humanidad entera. Quien se encuentre con ella y aprenda a quererla, aquel a quien ella misma se dé a conocer, ganará una extraordinaria compañera en el camino a la eternidad.
Pero aún no hemos llegado al final… Antes de iniciar las meditaciones sobre Santa Juana de Arco, habíamos dicho que la misión de los santos no se limita al tiempo de su vida terrena, sino que continúa desde el cielo. Entonces, ¿cuál es la misión de Juana ahora? Mañana meditaremos acerca de esto…
Harpa Dei acompaña musicalmente las meditaciones que a diario ofrece el Hno. Elías, su director espiritual. Éstas se basan normalmente en las lecturas bíblicas de cada día; o bien tratan algún otro tema de espiritualidad.
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