San Josafat de Lituania: Un santo para la unidad

En el nuevo calendario litúrgico, se celebra hoy, 12 de noviembre, la memoria de San Josafat, mientras que en el calendario tradicional se lo conmemora el día 14.

El santo de hoy fue un religioso y obispo que sacrificó su vida por la unidad de las iglesias de Oriente y Occidente. En la actualidad, en el marco del diálogo ecuménico, a menudo se emprenden otros caminos y se defiende un concepto de unidad distinto al que aspiraba san Josafat. Echemos un vistazo a su vida.

Josafat Kuncewicz nació en 1580 en Volinia, que entonces pertenecía a la Gran Polonia y hoy se encuentra en el oeste de Ucrania. Provenía de una familia respetada; su padre, Gabriel, era concejal. Fue bautizado en la fe ortodoxa con el nombre de Juan. Se cuenta que ya de niño era muy piadoso e incluso tuvo una visión de Dios.

En un principio, Juan quería ser comerciante, por lo que se trasladó a Vilna (Lituania). Sin embargo, poco tiempo después sintió el llamado a la vida religiosa. Ingresó como monje en el monasterio de la Santísima Trinidad de la Orden de San Basilio Magno, en Vilna. Allí recibió el nombre religioso de Josafat.

Para comprender mejor su decisión de entrar en este específico monasterio, conviene conocer un poco el contexto histórico.

Desde el Gran Cisma del año 1054, la mayoría de los cristianos del Imperio oriental o bizantino se habían separado de la autoridad del Romano Pontífice. Fue así como surgió la así llamada Iglesia ortodoxa. El cisma perdura hasta nuestros días, aunque algunas de las iglesias orientales se han reunificado con Roma. En 1439, en el Concilio de Florencia, se intentó lograr la reunificación de las Iglesias de Oriente y Occidente. Efectivamente, se consiguió la unidad por un breve período de tiempo. Sin embargo, cuando los otomanos conquistaron Constantinopla en 1453, esta reunificación se fue desmoronando poco a poco.

En 1596, tras años de debates, la mayoría de los obispos ortodoxos rutenos (es decir, eslavos orientales) votaron a favor de la reunificación con Roma y, por ende, con el Papa. En este contexto, se llegó a un acuerdo conocido como la Unión de Brest, en el que los rutenos se comprometían a obedecer al Papa como Sumo Pontífice, pero manteniendo el derecho de conservar sus propias tradiciones litúrgicas eslavas. De este modo, podían celebrar la liturgia bizantina, conservar la costumbre de tener sacerdotes casados, mantener su propio derecho canónico y jurisdicción eclesiástica, y preservar ciertas distinciones teológicas dentro de la profesión de fe.

Volviendo a la historia de Josafat, el monasterio al que decidió ingresar era uniata, es decir, se había reunificado a Roma. Por tanto, la unidad de la Iglesia, tal y como venía acordada en la Unión de Brest, se convirtió en un tema central para San Josafat, después de que estudiara minuciosamente todo el contexto.

A los cinco años de ingresar en el monasterio, fue ordenado sacerdote. Josafat llevaba una vida espiritual intensa. La belleza del rito bizantino y la oración del corazón, con la constante repetición de la jaculatoria «Jesucristo, Hijo de Dios, ten compasión de mí», eran aspectos centrales de su vida. De hecho, practicaba tan asiduamente la oración del corazón, que sus hermanos incluso contaban que le oían susurrar la jaculatoria mientras dormía.

El padre Josafat era un elocuente predicador. Con total convicción, quería lograr que todos los fieles ortodoxos se unieran a Roma, es decir, que se sometieran al Sumo Pontífice. Muchos jóvenes ingresaron en el monasterio gracias a su influencia y se convirtió en padre espiritual de muchas personas. Sus sermones llegaban incluso a los calvinistas.

Convencido de que esta reunificación era la voluntad de Dios, actuó con gran poder persuasivo, más aún cuando fue nombrado superior del monasterio y, posteriormente, arzobispo de Polotsk y, por tanto, de Bielorrusia (Rutenia).

Sin embargo, su gran amor por la reunificación de la Iglesia se topó con una vehemente resistencia. Mientras que en el monasterio su labor había sido muy fructífera y había logrado reformar la vida monástica, su labor como obispo se convirtió en una pesada cruz para él. Debido a su gran elocuencia, los cristianos ortodoxos le llamaban «ladrón de almas». Para unos era un insulto y para otros un título de honor, ya que consiguió arrebatar a muchos cristianos del cisma. Incluso se encontró con rechazo por parte de los católicos romanos, especialmente del clero polaco, que se oponían a la Unión de Brest porque querían que en todas partes se introdujera exclusivamente el rito romano.

A pesar de la oposición, la Unión de Brest fue un éxito bajo la influencia de san Josafat. Sin embargo, pronto se vio notablemente afectada por tensiones políticas. El obispo Josafat mantuvo su postura y defendió sus convicciones con total claridad. Su lema era: «Quiero edificar la Santa Sabiduría, aunque tenga que morir en ese mismo instante».

El obispo ortodoxo de Polotsk se convirtió en su gran contrincante. Cuando, debido a circunstancias políticas, el rey Segismundo dejó de apoyar incondicionalmente la reunificación e incluso reconoció la jerarquía ortodoxa en el Reino católico de Polonia-Lituania, los cristianos ortodoxos empezaron a combatir y expulsar a los «papistas» sin temor a sufrir repercusiones.

Pero no se conformaron con eso. El odio hacia el «ladrón de almas», el obispo Josafat, era especialmente grande. Así, el 12 de noviembre de 1623, fue brutalmente asesinado por fanáticos opositores durante un viaje pastoral. San Josafat fue el primer mártir de la Iglesia uniata, sellando su testimonio con su sangre.

¿Cuál es la situación actual de la unidad de la Iglesia? ¿Todavía hay católicos que defienden que los cristianos ortodoxos deben regresar al seno de la Iglesia Católica? ¿Hay quienes considerarían el camino trazado por la Unión de Brest o el Concilio de Florencia como un camino dispuesto por Dios para alcanzar la unidad, incluso si hoy en día la Iglesia Católica se está adaptando al espíritu modernista? ¿Todavía se habla del «ecumenismo de retorno»?

San Josafat sabía que valía la pena entregar su vida por esta causa: una Iglesia unida entre Oriente y Occidente, capaz de dar un testimonio cristiano íntegro.

¡San Josafat, ruega para que surja la verdadera unidad entre todos los cristianos, tal y como Dios la quiere! ¡Amén!

______________________________________________________

Meditación sobre el evangelio del día: https://es.elijamission.net/la-gratitud-3/

Download PDF

Supportscreen tag