La vida se ha manifestado

NOTA: Me gustaría dedicar nuevamente las meditaciones diarias de las próximas semanas a recorrer sistemáticamente un libro bíblico. En esta ocasión, he elegido las Cartas de San Juan. No obstante, quienes prefieran —o quieran adicionalmente— escuchar una meditación que corresponda a las lecturas bíblicas del día, podrán encontrar los enlaces respectivos al final del texto.

1Jn 1,1-4

Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado y han palpado nuestras manos a propósito del Verbo de la vida -pues la vida se ha manifestado: nosotros la hemos visto y damos testimonio y os anunciamos la vida eterna, que estaba junto al Padre y que se nos ha manifestado-, lo que hemos visto y oído, os lo anunciamos para que también vosotros estéis en comunión con nosotros. Y nuestra comunión es con el Padre y con su Hijo Jesucristo. Os escribimos esto para que nuestra alegría sea completa.

En estas palabras se percibe el gran asombro del autor. Es el asombro y la conmoción interior por haber visto, contemplado, escuchado y palpado con sus propias manos a Aquel que es la vida misma: nuestro Señor Jesucristo. Lo inimaginable sucedió: Dios se hizo hombre y vino al mundo para que pudiéramos conocerlo, dejarnos amar e instruir por Él, y responderle con nuestro amor y servicio.

¡Hasta qué punto Dios se acerca a sus hijos, que habían perdido la comunión natural y dichosa con Él tras la caída en el pecado! Fueron pocas las personas que, tras la pérdida del Paraíso, pudieron vivir en gran cercanía con Dios. Muchos permanecieron atrapados en la ignorancia, sucumbieron a las artimañas de su frágil naturaleza y a menudo cayeron en los engaños de Satanás, que los perseguía como hizo con nuestros padres en el Paraíso y quería privarlos de su herencia.

Sin embargo, con la llegada de Jesús al mundo, los discípulos tienen una Buena Nueva que anunciar, que supera con creces lo que Dios ya había revelado al pueblo de Israel en la Antigua Alianza. Aunque había sido anunciado por los profetas y se había presagiado en algunos dichos misteriosos de los videntes, ahora todo llega a su cumplimiento y se hace realidad. Todos los sentidos podían constatarlo. Es una realidad irrevocable: el Hijo de Dios vino al mundo e hizo nuevas todas las cosas. En Él se nos revela todo lo que necesitamos saber para alcanzar la salvación. ¡Él está aquí! La vida misma ha llegado y, con ella, el perdón de los pecados, la vida eterna, el reinado de Dios en la tierra, la victoria sobre el pecado y la muerte.

El apóstol Juan atestigua una vez más: «La vida se ha manifestado; nosotros la hemos visto, damos testimonio y os anunciamos la vida eterna que estaba junto al Padre y que se nos ha manifestado».

A continuación, enfatiza la comunión que surge a partir de la Encarnación de Jesús. A diferencia de lo que sucede en una familia natural, que viene predeterminada por los lazos de sangre, esta comunión se cimenta en la fe común y da lugar a una familia espiritual, tal y como nos hace entender Jesús en el Evangelio: «Todo el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre» (Mt 12,50).

Es una comunión que se extiende por toda la Tierra y se hace realidad en la Iglesia, que abarca todas las naciones y pueblos. Es una comunión que incluye a los ángeles y a los redimidos en el cielo, e incluso a aquellos que aún deben atravesar la última purificación después de la muerte, pero que ya están salvados. Es una comunión que parte de Dios y a la que todos los hombres están llamados a través de la venida de Cristo. Es una comunión inconfundible que surge cuando escuchan el llamado de Dios, se convierten a Él y abrazan la fe.

El plan salvífico de Dios es que «todos los hombres lleguen al conocimiento de la verdad» (1 Tim 2,4), y ha encomendado a la Iglesia la misión de anunciar por todo el mundo este acontecimiento que san Juan describe con tanto asombro en su Epístola, y de invitar a los hombres a vivir en consciente comunión con Dios.

Quien lo comprende, aunque sea solo en parte, descubre la gran alegría y tiene motivo suficiente para alabar sin cesar a Dios por su bondad y su misericordia.

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Meditación sobre el evangelio del día: https://es.elijamission.net/escuchar-atentamente-la-voz-del-senor/

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