En el calendario tradicional, se conmemora hoy a San Francisco de Sales. Si alguien prefiere una meditación que corresponda al calendario actual, puede encontrarla en este enlace: http://es.elijamission.net/resistencia-ante-las-fuerzas-del-mal/
San Francisco de Sales nació el 21 de agosto de 1567 en la región de Saboya en Francia. El joven, perteneciente a la nobleza, estaba inicialmente encaminado hacia una carrera mundana. Estudió Derecho en París y en Padua. Paralelamente estudió teología, debido a que la doctrina calvinista de la predestinación le produjo una crisis. Tras doctorarse en derecho civil y canónico, iba a convertirse en senador, pero impuso su decisión de hacerse sacerdote a pesar de las resistencias de su padre.
En 1602 fue nombrado obispo de Ginebra, después de haber ejercido durante cuatro años su ministerio sacerdotal en la región calvinista de Chablais y habiéndola devuelto a la fe católica. En 1610 fundó junto con Juana Francisca de Chantal la “Orden de la Visitación de Santa María” –también llamadas “hermanas salesas”–, que combinaban una vida de oración y contemplación con las obras concretas de caridad.
San Francisco de Sales fue un gran director espiritual, que realizó grandes esfuerzos para que aquellos cristianos que habían caído en la herejía calvinista volvieran al seno de la Iglesia Católica. Murió el 28 de diciembre de 1622 en Lyon (Francia). Hasta el día de hoy muchos fieles sacan provecho espiritual de sus libros, sobre todo de la así llamada “Filotea”, que es un breve resumen de las verdades católicas básicas y del camino espiritual. Debido a sus escritos, se lo honra hasta el día de hoy como Doctor de la Iglesia.
Muchas cosas podrían relatarse sobre San Francisco de Sales, pero hoy quisiera detenerme en algunas de sus sabias frases, que condensan la suavidad de su enseñanza espiritual. San Francisco prefería transmitir su enseñanza como miel sabrosa que como la hierba amarga de duras palabras. Eso no quita que podía hablar con mucha claridad cuando se trataba de defender la doctrina católica. Sin embargo, evitaba generar polémica en los debates.
Escuchemos atentamente algunas de sus frases e intentemos saborear la “miel” de su sana enseñanza espiritual:
“No pierdas tu paz interior por nada, aunque todo el mundo parezca desmoronarse.”
¿Cómo podremos, pues, alcanzar esta paz interior y preservarla en medio de las dificultades que nos rodean?
Pues bien, la verdadera paz sólo viene de Dios. “Mi paz os dejo; mi paz os doy” –nos dice Jesús (Jn 14,27). Entonces, se trata ante todo de la paz con Dios, que nos dará una conciencia tranquila. A partir de allí, podremos hacer lo que esté de nuestra parte para vivir en paz con todos los hombres (Rom 12,18).
Es precisamente esta paz la que debemos defender cuando los acontecimientos exteriores o interiores intenten arrebatárnosla. En tales situaciones, nuestro enfoque no debe estar puesto en el mal o el peligro que quiere quitarnos la paz. Antes bien, hemos de aferrarnos a Dios, centrar nuestra atención en Él e invocar su Nombre. En estas situaciones, es aconsejable empezar a orar interiormente e intentar mantenernos en esta oración, para que nuestro “castillo interior” quede protegido y podamos permanecer en la presencia de Dios que habita en nosotros, para, a partir de ahí, afrontar y superar la inquietud que nos amenaza.
La siguiente frase de San Francisco de Sales tiene un carácter similar, porque nos invita a mirar desde la perspectiva de Dios todo lo que se nos presenta: “No afrontes lo que te sobrevenga con miedo, sino con esperanza.”
En Dios siempre habrá una solución –y será una buena solución–, aunque se trate de una etapa difícil en el camino de nuestra vida. Recordemos que la esperanza es una virtud teologal, que nos conecta con el Señor. No hay que confundirla con un optimismo meramente humano; sino que se trata de confiar firmemente en la bondad, la sabiduría y la omnipotencia de Dios. Es por eso que podemos mirar al futuro sin miedo, intentando superar a través de la oración y la confianza en el Señor todos los sentimientos de ansiedad y todos nuestros temores sobre el porvenir.
Dice el santo: “Perder el amor es la única pérdida que debemos temer en esta vida.”
¡Así es, porque el amor es el que da brillo y claridad a todo! Todo lo que yo haga movido por verdadero amor adquiere un esplendor divino y alcanza su máximo valor. Recordemos las palabras de San Pablo: “Aunque tuviera el don de profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia (…), si no tengo caridad, no sería nada” (1Cor 13,2).
Por eso debemos estar atentos a no ofender el amor, ya sea el amor a Dios o el amor al prójimo, e incluso el amor a nosotros mismos, correctamente entendido.
Pero aún más eficaz que evitar atentamente toda ofensa al amor, es aprender a hacerlo todo por amor a Dios, de modo que se nos vuelva natural actuar en el Espíritu del Señor. ¡Entonces el amor crecerá!
Hasta aquí una breve apreciación de la sabiduría de este bondadoso Doctor de la Iglesia, cuyos escritos siguen edificándonos hasta el día de hoy y pueden ayudarnos a avanzar en nuestro camino espiritual.